sábado, 23 de enero de 2010

La derecha viene a cenar -- por Manuel Cabieses Donoso

La derecha viene a cenar

por Manuel Cabieses Donoso (Chile)

sábado, 23 de enero de 2010

Sebastián Piñera: 3.582.800 votos (51,60%).Eduardo
Frei: 3.359.801 votos (48,39%).
Las cifras lo dicen todo. La elección del 17 de enero no merece mayor discusión.Lo concreto es que a partir de marzo, Chile tendrá un gobierno de derecha que se sumará a la mafia de enemigos del proceso liberador de América Latina. EE.UU. reserva a Piñera un lugar destacado junto a los regímenes de Colombia, Honduras, Panamá y Perú. Un grupo tenebroso que intenta ampliar mediante elecciones o golpes de Estado según la receta hondureña.

El propósito es frenar el proceso de independencia y socialismo democrático que se reinició en la última década. Ese proceso tiene sus enclaves en Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Pero cuenta también con defensores en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. La dirección principal de la contraofensiva norteamericana persigue eliminar -usando cualquier medio- al gobierno revolucionario del presidente Hugo Chávez. La revolución bolivariana es considerada la pieza maestra que sostiene y articula al renacido movimiento por la independencia y soberanía de los pueblos que desafía la hegemonía yanqui en la región.

El próximo 26 de septiembre hay elecciones parlamentarias en Venezuela. El presidente Chávez enfrentará por enésima vez -desde 1998- el veredicto ciudadano. La oposición, casi toda digitalizada desde Washington, se jugará por retornar a la Asamblea Nacional -que abandonó voluntariamente en diciembre de 2005 para provocar un colapso institucional que no ocurrió-. Buscará usar esas elecciones para avanzar en un plan desestabilizador “a la hondureña”.

En forma simultánea, junto con tejer las redes de conspiraciones políticas, financieras y militares, EE.UU. viene montando en torno a Venezuela un cerco de bases militares con asiento en Colombia, Panamá y las islas holandesas de Curazao y Aruba. Se les suma la reactivada IV Flota norteamericana que patrulla el Caribe con su carga de cañones y misiles. El gobierno venezolano ha denunciado las incursiones de aviones espías en su espacio aéreo.

Los aprestos de intervención -o de apoyo militar a un golpe- son tan evidentes que han despertado el rechazo del gobierno de Brasil. El presidente Lula y las fuerzas armadas brasileñas saben que, a largo plazo, EE.UU. no se conformará con las enormes riquezas naturales de Venezuela. También intentará apoderarse de las reservas de agua de la Amazonia y de los grandes yacimientos de petróleo que existen en la plataforma submarina del Atlántico brasileño.

Todo lo anterior explica porqué la elección de Piñera ha provocado tanta expectación en el exterior, comparativamente más que en Chile. Desde luego los chilenos sabíamos -a través de los códigos del lenguaje de medias tintas a que nos hemos mal acostumbrado-, que la Concertación se presentaba derrotada a la confrontación electoral. Agotada como proyecto político y destrozada por disputas intestinas y ambiciones personales. En cambio, en naciones que tienen fundados motivos de preocupación por el rumbo agresivo de la política de EE.UU., se creía que la Concertación -aun con todas sus vacilaciones y blandenguerías- saldría airosa de la prueba. A ese engaño contribuyó la imagen de una presidenta Bachelet con 80% de respaldo popular.

El tema internacional casi no se tocó en la campaña presidencial, impidiendo que los chilenos conocieran los peligros que afrontan pueblos hermanos. El golpe hondureño ni se mencionó, tampoco la instalación de bases militares en Colombia y Panamá, ni el fracaso de la Conferencia sobre Cambio Climático en Copenhague, ni la crisis capitalista, ni… El listado de temas que tienen que ver con el mundo, la Humanidad y nuestra América Latina que los candidatos no abordaron en la campaña, es interminable. Repasarlo sólo sirve para confirmar la insularidad política en que vivimos. Este factor -que ha producido ignorancia, erosión ideológica y despolitización-, permite a la derecha y a la Concertación manipular las conciencias de los ciudadanos y direccionarlas con técnicas de marketing y métodos farandulescos.

Piñera es parte de una “nueva derecha” que pretende haberse desvinculado del reciente pasado de dictaduras militares que atropellaron los derechos humanos en América Latina. Esta derecha -que ha conseguido esconder su ADN golpista- ha llegado a Chile para quedarse, por lo menos es lo que pretende.
La “nueva derecha” es un invento de los estrategas del Departamento de Estado que conduce Hillary Clinton, cuyo talante imperial se ha puesto en evidencia durante los últimos meses. El nuevo engendro político viene a reemplazar a los gobiernos socialdemócratas y/o socialcristianos, como el de la Concertación, que han sufrido un acelerado desgaste por su aplicado servicio al neoliberalismo y su traición a los trabajadores. Esta “nueva derecha” controla todavía pocos gobiernos y algunos, como el de Alvaro Uribe, apestan a muerto.
Por eso, la victoria de Piñera -con un programa populista que sigue las aguas de la Concertación pero que garantiza mano dura con el movimiento social para blindar la inversión privada-, es recibido con júbilo por los sectores más reaccionarios del continente. Sin embargo, la “nueva derecha” necesita victorias en países importantes como Argentina y Brasil (ya cuenta con México) e intentará meter su contrabando político en Venezuela y Ecuador para destruir esas revoluciones por dentro.
Para el chileno medio, atrapado en la telaraña de deudas que tejen 29 millones de tarjetas de crédito que constituyen su vía de acceso al consumo, la política es una galaxia lejana a su interés cotidiano. La democracia representativa sólo lo obliga a votar, pero no le reconoce derecho a participar. Los asuntos políticos que atañen a su condición de ciudadano pertenecen al ámbito de lo accesorio y superfluo que no soluciona sus problemas concretos. Por eso, delega esos asuntos en los políticos profesionales a quienes, a la vez, considera unos zánganos aborrecibles. No es para menos: entre los 14 millones de pesos mensuales de la dieta de un diputado, y los 257 mil pesos que gana más de la mitad de los trabajadores chilenos, hay un abismo de desigualdad. El quintil más bajo de ingresos, según la encuesta Casen, destina más del 60% de sus salarios a pagar deudas que superan todas las fronteras de la usura. Este abismo de desigualdad no intentaron cerrarlo los partidos de la Concertación -hoy en liquidación- y menos lo hará esta “nueva derecha” exultante que celebró su victoria bailando y descorchando botellas de champaña como en 1973, cuando instigó a los militares a derramar la sangre de miles de chilenos.
Trabajadores agobiados por extenuantes jornadas, viviendo el constante temor de pasar a integrar el ejército de 800 mil cesantes, temiendo enfermar por el costo de la atención médica y de los medicamentos y por las interminables listas de espera en los hospitales, con las esperanzas perdidas de obtener educación de calidad para sus hijos, viviendo en la promiscuidad de departamentos de 45 metros cuadrados, acosados por la droga y la delincuencia, relegando a la clandestinidad del recuerdo familiar las atrocidades de la dictadura militar-empresarial, ¿qué ánimo o qué tiempo tendrán para preocuparse de la dimensión política del triunfo de Piñera?
Por eso, no debe extrañar que cientos de miles de chilenos hayan votado por la “nueva derecha”, esperando ingenuamente que ese gobierno aliviará sus miserables condiciones de vida. Esta actitud pasiva e indiferente al retroceso político que significa legitimar a los herederos de la dictadura y facilitar así las amenazas a la soberanía de pueblos hermanos, es resultado del fracaso estruendoso de la Concertación. Pero también de la injustificable tardanza de la Izquierda para superar su fragmentación y levantar una alternativa popular e independiente. Ahora estamos en el punto de volver a empezar, porque la historia no ha terminado. De nosotros depende acortar el tiempo que la derecha pretende quedarse en el poder.viernes, 22 de enero de 2010

(Editorial de “Punto Final”, edición Nº 703, 22 de enero, 2010)
elclarin
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: Pinochet - Franco---Vidas paralelas, vidas asesinas, un artículo del periodista Carlos Tena--23-01-10

: Pinochet - Franco



Enviado el Sábado, 23 enero a las 23:42:42 por Erra

Vidas paralelas, vidas asesinas, un artículo del periodista Carlos TenainSurGente.- "La España inquisitorial, genocida e imperial, tras su debacle histórica (como todos los sistemas que han anhelado dominar el orbe, desde la vieja Roma al futuro coloso caído que serán los USA), impuso su cultura, una de sus lenguas (el castellano) y una religión (la vergonzosa y asesina iglesia católica), pero tuvo al menos la singular idea de mezclarse con la población indígena, no por nobleza o síntomas de cariño o afecto hacia el pueblo dominado sino, como Hernán Cortés con Malinche, su amante traidora, por mero disfrute sexual, como acostumbraban a hacérselo con llamas, gallinas o cualquier animal que se les pusiera por delante. La sífilis fue una de las estupendas conquistas que trajeron a Europa Cristóbal Colón y sus Boys, sirviendo fielmente, por miedo y dinero, a la corona del imperio. (...)"



Vidas paralelas, vidas asesinas

por Carlos Tena

La España inquisitorial, genocida e imperial, tras su debacle histórica (como todos los sistemas que han anhelado dominar el orbe, desde la vieja Roma al futuro coloso caído que serán los USA), impuso su cultura, una de sus lenguas (el castellano) y una religión (la vergonzosa y asesina iglesia católica), pero tuvo al menos la singular idea de mezclarse con la población indígena, no por nobleza o síntomas de cariño o afecto hacia el pueblo dominado sino, como Hernán Cortés con Malinche, su amante traidora, por mero disfrute sexual, como acostumbraban a hacérselo con llamas, gallinas o cualquier animal que se les pusiera por delante. La sífilis fue una de las estupendas conquistas que trajeron a Europa Cristóbal Colón y sus Boys, sirviendo fielmente, por miedo y dinero, a la corona del imperio.

La mayor de aquellas naciones, liberadas entre otros por héroes nacionales como Simón Bolívar, José de San Martín, José Artigas, Francisco de Paula Santander, José Miguel Carrera, Bernardo O'Higgins, Antonio José de Sucre, Miguel Hidalgo y José María Morelos, se mantuvieron vigiladas desde mediado el siglo XIX por el Gran Hermano del Norte y sus primos del viejo continente, intentando con mayor o menor convicción, mayor o menor fortuna, aplicar aquella Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que brotó como un geiser del corazón de la Revolución Francesa, pero las insidias internas, las traiciones, el imparable comercio, el dinero, la avaricia y el afán de conquista acabaron no sólo con aquel hito histórico, sino con los mínimos principios democráticos que pudieran aplicarse.

En el siglo XX, cuando la mayoría de las naciones de la América Central, del Sur e insular, dejaron de guardar fidelidad a los reyes españoles, celebraron su independencia con mayor o menor fortuna hasta el día de hoy. Las últimas posesiones que le quedaban a la ralea monárquica hispana eran dos islas: Cuba y Puerto Rico, de las que la primera logró liberarse del yugo y la espada en los albores del siglo XX, en tanto que la bellísima Borinquen continúa ocupada por los USA hasta hoy mismo, negando a los habitantes el derecho a la independencia. Parece que en pleno siglo XXI Obama anhela controlar toda la zona, incluida Haití, sin la venia de Sarkozy y menos aún del desafortunado pueblo asolado, al que se sigue masacrando en medio del jolgorio y la doblez internacional, desde la Zarzuela a la Casa Blanca, cuyos inquilinos, como aquel fariseo de las escrituras cuando clamaba al cielo, rasgándose la túnica, porque a su lado oraba un publicano, harapiento y mísero.

Barak y el Borbón se deshacen en palabras, como Zapatero y De la Vega, como El País y Público, RTVE o Antena-3, actuando cual mamporreros, silenciando la inmediata y abnegada ayuda cubana, pero babeando ante la ayuda norteamericana que consiste, ante todo y como aconteció en New Orleáns con el huracán Kathrina, en defender la integridad de los supermercados, bancos y centros de negocios, para más tarde encerrar o abandonar a su suerte a los despavoridos habitantes, que ya no saben a quien pedir ayuda, porque si hay un Dios es del Ku KLlux Klan, del Opus Dei, nazi, racista, millonario y criminal, y si hubiese otro no se entera de qué va la cosa, ya que debe andar con el Espíritu Santo, examinando a los condenados del infierno para que purguen por sus muchos pecados, y a los del purgatorio para extender algún permiso de salida.
Los gobiernos de los USA decidieron in illo tempore, que Adolfo el del III Reich y Benito el Padrino de Berlusconi, no dejaban de ser dos tipos muy aprovechables, aunque se hubieran pasado dos pueblos en su ansia de dominio; así que, ni cortos ni perezosos, estudiaron una sutil estrategia para imitarles, sin que lo pareciera. Habría que domeñar a la sociedad, pero matando de otra forma más tibia, más delicada, por ejemplo violentando las leyes, merced a la trampa de crear otras en los parlamento y senados, con las que hacer algo parecido a lo que Hitler ensayó, pero los clientes debían ser diferentes: negros, hispanos, comunistas y homosexuales, y eso sí, no en tres años, sino en siglos, pacientemente, por lo que el general Eisenhower decidió en su día que aquel miserable llamado Francisco Franco, podía ser enormemente útil para colar al ejército yanqui en la puerta de Europa (Portugal no iba a ser menos, aunque con un paisano siamés del Caudillo, apellidado Oliveira Salazar), preparando de esa forma un avance sutil y pausado hacia la frontera con la Unión Soviética.

Entretanto, desde México, avanzando sin oposición notable hacia el sur, fueron asesinando todo atisbo de protesta, armada o no, colocando a dictadores locales cuya crueldad sigue pasando por la historia sin ser calibrada y menos aún, juzgada por los expertos en genocidios, que es delito que, de momento no prescribe, excepto en España. Así fueron cayendo en el baúl del Tío Sam los gobiernos de México, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador, Colombia, Perú, Brasil, Venezuela, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Republica Dominicana, Haití (Jamaica se la dejaron a sus primos británicos), pero en 1959, el prepotente Imperio se topa con una horma del tamaño del astro Tey: la Revolución cubana, cuyos líderes terminaron con una de las dictaduras más bestiales del siglo XX, sólo equiparables a las que mantuvieron y protegen aún los ahijados de EEUU, apóstoles de sus homólogos europeos, que se distinguieron no por la defensa de la democracia, sino curiosamente por lo contrario, aunque jamás se les llamó al orden por parte de la Casa Blanca, encantada de que sus pequeños Hitlers (Micheletti es uno de ellos) dejen campo libre a los negocios del empresariado yanqui en todo el continente. Tal vez por ello, si hemos observado los discursos e himnos de aquel país, no se refieren a los Estados Unidos cuando entonan sus alabanzas a Dios y a la patria, sino a América, dando a entender que desde el estrecho de Bering al de Magallanes, aquellos territorios son propiedad privada.

El resultado de este sucinto y tal vez superficial repaso histórico, aunque defiendo la veracidad de todo lo expuesto, ha sido curiosamente que muchos gobiernos latinoamericanos, tras haber masacrado de nuevo a los habitantes de razas tan valiosas como sus lenguas, tan pacíficas como su cultura (no me hablen de sacrificios humanos en el siglo XVI, que en cinco siglos después aquí se tortura y aún se asesina más sádicamente en otro tipo de altares llamados cámara de gas o silla eléctrica), los pobladores criollos en su mayor parte, la gran burguesía blanca o que cree serlo, ha optado por venerar a los dictadores, a los delincuentes, para colocarlos en la más alta de las cumbres de la política.

Pero hay otra cara, formidable y pujante, que comenzó un combate de dimensiones épicas. Fueron sus protagonistas el heroico pueblo haitiano para liberarse de Papa Doc, en tanto que su sucesor y vástago mayor, Jean Claude Duvalier, aún disfruta del dinero robado a sus compatriotas en un enorme piso de lujo en París, disfrutando de la amistad de presidentes y empresarios galos.

Fue el heroico pueblo cubano el que terminó con aquel gangster llamado Fulgencio Batista, que dilapidó parte de su fortuna en España, mientras Franco le batía palmas y Juan Carlos de Borbón reía sus gracias.

Fue el no menos abnegado pueblo nicaragüense y su Frente Sandinista de Liberación Nacional, quienes derrotaron al cabecilla de los Somoza y a sus secuaces, pudiendo disfrutar de haberle ejecutado en Asunción (Paraguay) años más tarde, por medio de un ataque armado que comandó el excelso guerrillero argentino Enrique Gorriarán, al que dedico mi particular homenaje.

Fue el noble pueblo guatemalteco quien, tras haber sufrido diversos genocidios (más de 450..000 indios mayas desde 1940 a 1997), soportando una guerra civil de varias décadas, quien hoy parece encaminarse hacia un sistema representativo mucho menos sanguinario que los anteriores, pero aún sin liberarse del capitalismo salvaje que ha impuesto la Casa Blanca.
Son el pueblo concienciado, los partidos anticapitalistas, los miembros de las FARC quienes mantienen en Colombia una lucha enconada contra la dictadura del capo Álvaro Uribe, de quien los ciudadanos, a pesar de los miles de civiles asesinados por las mesnadas de su presidente narcotraficante aún no se han librado, y que ha permitido la instalación de siete bases militares cuyo objetivo es el derrocamiento de los sistemas democráticos de Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Fue el bravo pueblo salvadoreño y su FMLN quienes han logrado acabar con la dictadura que asoló a sus habitantes hasta 1994, mientras dos millones de ciudadanos de ese país emigraron al exterior.

Y la lucha por la liberación continúa en Honduras, donde la farsa democrática ha logrado, cómo no, la bendición apostólica del cardenal Rodríguez, otra de las vergüenzas del Vaticano, en Puerto Rico, donde aún la CIA asesina a los líderes independentistas, en Perú, donde Alán García cierra emisoras de televisión sin que El País le dedique una editorial, en tanto Barak Obama sigue empeñado en cercar a todas las naciones del área que osen continuar por ese camino abierto gracias a Hugo Chávez y su pueblo bolivariano, con un coraje ejemplar, con enormes sacrificios, con vidas truncadas por la oposición, y la incomprensión una escasa cohorte de intelectuales a quienes Fidel Castro irónicamente bautizó como superrevolucionarios.

Es Evo Morales quien reivindica el gobierno de los auténticos pobladores de aquellas tierras para todos los habitantes, sean o no indígenas; es Rafael Correa quien combate por un Ecuador libre de bases yanquis, quien ha ilusionado a su pueblo con una decisión radical de apoyar los procesos liberadores de América Latina, aunque haya que atravesar The Long and Winding Road, que cantaban los Beatles.

Sin embargo, hay territorios cuyos habitantes se parecen enormemente a los españoles. Las vidas paralelas de Plutarco adquieren su dimensión internacional en varias trayectorias similares, eso sí, dentro de los siglos XX y XXI, en naciones que curiosamente han imitado la miseria de sus conquistadores y genocidas, aplicando tácticas idénticas a la hora de masacrar a los pueblos originarios del cono sur de América Latina. Cuanto más blancos y puros eran los criollos resultantes de la invasión española y portuguesa, mayor y más cruel era el exterminio de los pobladores originales del área. El gobierno de Michelle Bachelet, sucialista como Felipe González, como Javier Solana, Tony Blair y Zapatero, ha perdido una oportunidad de oro para sacar al país de la vergüenza que supone la consagración del pinochetismo en 2010. Sin un mínimo coraje, carente de dignidad personal y política, con una pusilanimidad próxima a la del Señor X, fue capaz en sus últimos días como presidenta de mancillar el recuerdo de los asesinados por el dictador, invitando al Museo de la Memoria al escritor fascista Mario Vargas Llosa, colocándose a si misma una guinda en su tarta de despedida que le hace aún más miserable. Merecida una carta que recibió, entre otras muchas, en la que familiares de varios ciudadanos asesinados impunemente, escribieron: “Te vas con las manos manchadas de sangre, de Matías Catrileo Quezada y Jaime Mendoza Collío. Te vas dejando a más de cien presos políticos Mapuches y chilenos en las prisiones de tu país”.

Cristina Fernández de Kirchner es, al lado de la falsa socialista (cuyo padre sufrió tortura en las cárceles de Pinocho), una revolucionaria del carajo, como diría mi amigo cubano Barbarito. Chile regresa a la dictadura (y ojo a la tierra de Messi, de Maradona y El Ché, porque se avecina algo parecido), por obra y gracia de la inutilidad colectiva de la izquierda, cuyo apocamiento dejó campo abierto a la derrota (merecida, pero triste) del gobierno de González, el Terror de Sevilla, para entregarlo a un genocida como José María Aznar.

De la misma forma que el historiador griego hermanó en su obra a Teseo y Rómulo, Pericles y Fabio Máximo, se me ocurre algo parecido con Felipe y la Michelle. Chile aún respeta la memoria de un genocida como Pinochet, gracias entre otros a la poquedad de su presidenta, en tanto España sigue venerando la memoria de Franco, gracias a la hipocresía y falta de ética de su Jefe de Estado y sus presidentes de gobierno. Vidas paralelas, vidas asesinas.
insurgente


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