domingo, 3 de mayo de 2009

TOP SECRET! MONSANTO- ANDRES CARRASCO, PROFESOR DE EMBRIOLOGIA DE LA UBA, INVESTIGADOR DEL CONICET, DENUNCIANTE DE LOS EFECTOS DEL GLIFOSATO 3-05-09



“NADA JUSTIFICA EL SILENCIO CUANDO SE TRATA DE LA SALUD PUBLICA”




Por Darío Aranda

Reportaje exclusivo a Andrés Carrasco: El autor de la investigación que muestra los efectos sobre los embriones del glifosato utilizado para la soja transgénica, difundida hace quince días por Página/12, responde a las presiones desatadas por los laboratorios y a las amenazas que sufrió desde la publicación de sus resultados.






ANDRES CARRASCO, PROFESOR DE EMBRIOLOGIA DE LA UBA, INVESTIGADOR DEL CONICET, DENUNCIANTE DE LOS EFECTOS DEL GLIFOSATO

“Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo”




Hace dos semanas denunció en Página/12 los efectos devastadores del compuesto herbicida sobre los embriones humanos. Esperaba una reacción, “pero no tan violenta”: fue amenazado, le armaron una campaña de desprestigio y hasta afirmaron que sus investigaciones no existían. Carrasco contesta y renueva sus cargos contra las multinacionales químicas.

Por Darío Aranda



Amenazas anónimas, campaña de desprestigio mediáticas y presiones políticas fueron algunas de las consecuencias de un doble pecado, investigar los efectos sanitarios del modelo agropecuario y, más grave aún, animarse a difundirlos. En el segundo piso de la Facultad de Medicina de la UBA trabaja Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con treinta años de trabajo científico y académico, confirmó hace veinte días el efecto letal del glifosato en embriones, cuya marca comercial más famosa es Roundup, de la multinacional Monsanto. Sabía que vendría una réplica del sector, pero no esperaba que fuera de un calibre tan alto.




“No descubrí nada nuevo. Sólo confirmé lo que otros científicos descubrieron”, explica, en su oficina pequeña y luminosa. Pasaron dos semanas complejas, con una campaña de desprestigio que aún no termina. Prefirió el silencio y avanzar en nuevas pruebas. Hasta que pusieron en duda la existencia de su investigación.




“Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria.”



Veinte días atrás, cuando este diario difundió su investigación, ninguna empresa ni medio del sector retomó el tema. Pero tres días después se conoció otro hecho, inesperado: la Asociación de Abogados Ambientalistas presentó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia, por el cual solicitó la prohibición de uso y venta hasta tanto no se investiguen sus efectos en la salud y el ambiente. Las empresas encendieron luces amarillas y comenzaron con comunicados, alarmadas por la posible baja de rentabilidad. Cinco días después, el lunes 20, el Ministerio de Defensa prohibió la siembra de soja en sus campos, haciéndose eco del efecto nocivo del agrotóxico. Fue un hecho político inédito, una cartera nacional alertó sobre los males de los agroquímicos. En ese momento, empresas, cámaras del sector, medios de comunicación y operadores políticos declararon el alerta máxima. Nunca antes las multinacionales del agro y sus voceros habían reaccionado tan violentamente. Durante toda la semana montaron una campaña en defensa de los agrotóxicos y, al mismo tiempo, de desprestigio hacia las voces críticas. El temor de los sostenedores de los agronegocios es la prohibición de su agrotóxico más famoso, uno de los químicos emblema del modelo agropecuario actual.



Glifosato, toxicidad y reacciones



–¿Esperaba una reacción como la que se dio?



–No. Fue una reacción violenta, desmedida y sucia. Sobre todo porque no descubrí nada nuevo, sólo confirmé algo a lo que otros habían llegado por otros caminos. Por eso no entiendo por qué tanto revuelo de las empresas. Hay que recordar que el origen del trabajo se remonta a contactos con comunidades víctimas del uso de agroquímicos. Ellas son la prueba más irrefutable de lo que yo investigué con un sistema y modelo experimental con el trabajo de hace 30 años, y con el cual confirmé que el glifosato es devastador en embriones anfibios; aun en dosis muy por debajo de las usadas en agricultura, ocasiona diversas y numerosas deformaciones.
–¿Los resultados son extrapolables a la salud humana?
–Los modelos animales de vertebrados que hoy se usan en la investigación embriológica tienen una mecánica del desarrollo embrionario temprano y una regulación genética común. Los resultados deben ser considerados extrapolables cuando un impacto externo los altera. El mundo científico lo sabe, y funcionarios de los ministerios también. Por eso, cuando encontré esas evidencias surgieron dos cuestiones a resolver, cómo seguir la investigación para saber cuál es la mecanística de un efecto que altera la forma normal del embrión, lo cual está en marcha. Y la otra decisión era cómo darla a conocer.
–¿Por qué la difusión se transforma en un problema?
–Porque no hay canales institucionales confiables que puedan receptar investigaciones de este tipo, con poderosos intereses en contra. Entonces la decisión personal fue hacerla pública, ya que no existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública. Hay que dejarlo claro, cuando se tiene un dato que sólo le interesa a un círculo pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo detalle y lo canaliza por medios para ese pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y masiva.
–¿Es una práctica común dar difusión a un avance científico antes de estar publicado en una revista científica?
–Es algo totalmente común. En el país hay instituciones que todos los días difunden sus progresos científicos, que hasta poseen agentes de prensa que difunden los avances; nadie los cuestiona y los medios de comunicación los replican sin preguntar. Difunden progresos, sin papers, sin publicaciones y está muy bien. Pero claro, esas difusiones no afectan intereses de grupos poderosos.
–Pero existe una tensión en el ámbito científico sobre cuándo dar a conocer un avance.
–La tensión es si la divulgación debería esperar a ser “aprobado” (remarco las comillas porque es todo un tema aparte, que lleva años). Ahora, si la investigación tiene implicancias más allá de lo académico, afecta a la sociedad, el dilema moral es si me lo guardo hasta que termine el más mínimo detalle y mi narcisismo esté satisfecho, o prendo el alerta. Yo decidí dar la alerta, e insisto en que no es nada nuevo, hay antecedentes claros como Robert Belle y Gilles-Eric Seralini, que han hecho estudios con otros modelos, publicados, y con resultados más importantes que los míos. Lo que tendrían que hacer las instituciones, en vez de atacarme, como está sucediendo desde algunos funcionarios y las empresas, es informarse y comenzar a trabajar para remediar lo sucedido.
–Las empresas, y los medios, de los agronegocios sostienen que no hay estudios serios.
–Hay investigaciones en diversas partes del mundo y son muy serias, como las que acabo de mencionar. Las empresas y sus periodistas empleados descalifican una investigación, pero al mismo tiempo no escuchan la catarata de cuadros médicos palpables en las zonas sojeras; las provincias están plagadas de víctimas de agrotóxicos, pero ahí los diarios no quieren llegar, y mucho menos las empresas responsables. No entiendo por qué mi relato tiene más importancia que el de las Madres de Ituzaingó (barrio de las afueras de Córdoba, emblema de la contaminación con agroquímicos). Los médicos de las provincias están desde hace años denunciando, los campesinos y las barriadas urbanas también. Y queda todo silenciado. Es una evidencia de la realidad y es incontrastable. Yo me inspiré en esa realidad y los resultados son los conocidos. Las empresas del agro, los medios de comunicación, el mundo científico y la dirigencia política son básicamente hipócritas respecto de las consecuencias de los agrotóxicos, protestan y descalifican una simple investigación pero no son capaces de observar las innumerables evidencias médicas y reclamos en Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.
–¿Qué otros trabajos existen?
–Belle y Seralini en Francia. También hay trabajos de la Universidad Nacional del Litoral y de investigadores como Alejandro Oliva, de Rosario, que contó con la colaboración del INTA y Federación Agraria. Hay relevamientos de los doctores Rodolfo Páramo (Santa Fe) y Darío Gianfelici (Entre Ríos). No son muchos estudios, pero existen, son serios y están disponibles.
–¿Por qué el sector científico no estudia?
–Porque no en todo el mundo hay tan enorme cantidad de hectáreas con soja como se da en la Argentina. Hay casi 18 millones de hectáreas. Desde el punto de vista ecotoxicológico, lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo.
Las corporaciones y la ciencia
–Se intentó deslegitimar su investigación diciendo que la UBA y el Conicet no sabían de su trabajo.
–La UBA y el Conicet son organismos de gestión, no tienen por qué conocer todo lo que hago yo o lo que hacen todos sus investigadores. Está dentro de nuestras facultades definir las líneas de trabajo, investigar y dar a conocer resultados. Es la lógica de la investigación. Por eso yo no tengo que pedir autorización para iniciar una idea o un tema nuevo y ellos no tienen por qué conocerlo, porque la ciencia no funciona con organismos fiscalizadores de los temas que elegimos. Forma parte de la libertad académica, nos movemos por hipótesis, preguntas y desarrollamos investigaciones. También se dijo que el Conicet, como institución, no suscribió a mi investigación. Y es verdad, porque no se lo pedí y no tiene por qué suscribir en el marco de una idea nueva dentro de la amplitud de un proyecto. Es lo que sucede en centenares de investigaciones que se realizan. Que quede claro, el Conicet no tiene responsabilidad sobre mis decisiones. Es una decisión personal, como corresponde, no institucional. Y está dentro de mis facultades. Tampoco se requiere autorización institucional para desarrollar investigaciones, aunque sabemos que algunas son más resistidas que otras.
–Son públicos los convenios entre Conicet y la minera Barrick Gold, y también con Monsanto, con la cual hasta contaban con un premio de investigación conjunto (“Animarse a Emprender”). ¿Las investigaciones que pudieran ser críticas con esos sectores son menos bienvenidas que otras?
–(Sonríe.) Prefiero no responder.
–¿Usted podría investigar para Monsanto?
–Desde ya. El Conicet y la UBA lo permiten. Es más, muchos científicos trabajan desde hace años para empresas de biotecnología bajo la figura de asesor-consultor, por la cual el Conicet permite hasta doce horas semanales que sus investigadores provean servicios al sector público o privado.
–Se acusa a su investigación de no estar validada en una publicación científica.
–Es una chicana barata, de cuarta, que sólo muestra el temor de las empresas. En el mundo científico es sabido que la validación de un trabajo no se da por su publicación en una revista del sector. Es más, los científicos somos testigos de errores e incluso fraudes que se publican en revistas especializadas. Muchas veces se publica algo y luego se demuestra que es erróneo. Y, por otro lado, muchas veces hay investigaciones que no se publican no porque sean malas, sino porque a la revista no le interesa, sea por línea editorial o intereses en juego. Un ejemplo personal: en 1984 descubrimos genes muy importantes para el desarrollo embrionario, genes Hox. Publiqué dos papers en Cell, una de las mejores revistas del mundo, y había quienes creían y quienes no. Tuvieron que pasar años para que la comunidad científica lo validara.
–El Laboratorio de Embriología es dependiente del Conicet. ¿Su trabajo tiene que ser validado por el Conicet?
–Que por favor quede claro, ni el Conicet ni un comité editorial validan investigaciones, lo que hacen es evaluar la evidencia que uno presenta y juzgan la solidez desde la presentación. No tienen forma de verificar los resultados en forma práctica. La única certeza de una validación se da en que otros investigadores puedan repetir de forma sistemática, y hasta perfeccionada, los resultados de la investigación realizada.
–¿Cuándo va a compartir su trabajo para ponerlo a discusión de la comunidad científica?
–En breve. Debo terminar algunos ensayos y estará listo. Lo que más quiero es pasárselo a colegas, investigadores que repliquen el trabajo. De hecho ya lo he compartido con pares del país y del exterior. Desde ya que debieran ser estudios independientes, no los provistos por las corporaciones o espacios del Estado a su servicio.
–¿Monsanto podría replicarlos?
–Si contrata investigadores idóneos, sí. No tengo dudas de que lo hará y todos sabemos a qué resultados llegarán.
–¿Cómo continuará la investigación?
–Ya confirmamos las malformaciones. Ahora estamos avanzando en conocer cuál es el mecanismo de acción, es un paso más. Como es un trabajo científico, continuaré con el grado de libertad académica de que dispongo, tratando de ver cuáles son las causas mecanísticas y moleculares de las observaciones hechas para publicar los resultados. Aparte del anfibio, que nos sirve de modelo, extenderemos los experimentos a otros modelos de desarrollo embriológico, como aves.
–¿Puede suceder que, con estas nuevas pruebas, los resultados difundidos –de malformaciones– no se repitan?
–No hay forma. Porque fueron experimentos controlados, en los que fuimos rigurosos. Y, además, porque ya hay evidencia científica que va en ese sentido. Por eso, insisto, no descubrimos nada nuevo. Yo llegué a un resultado y creo en él. Si la comunidad científica llega a otra conclusión, bienvenido sea. El centro del problema no debiera ser esta investigación. Sería querer tapar el sol con la mano. Yo sólo aporté un punto más a la discusión. Pero hay sectores que quieren cerrarla, ni siquiera por convencimiento ideológico, sólo por conveniencia económica.
–Se acusa a su trabajo de usar un método erróneo con el glifosato, y que por eso los resultados son devastadores: que las concentraciones de la experimentación nunca son las que eventualmente podría recibir un humano al ser aplicado en el campo. Hubo quien mencionó que “si ponemos gasoil en el vaso de leche, claro que ocasionará intoxicaciones, y no por eso se prohibirá el combustible”.
–Ese tipo de afirmación tienen varias facetas. Por un lado, muestra desconocimiento biológico, lo cual es entendible para quien no se dedica a esta rama de la ciencia. Pero, en boca de los voceros de las corporaciones, también muestra una intencionalidad lejana a la inocencia, con intenciones de desprestigiar una estrategia de análisis mundialmente aceptada. Entonces sí me parece una comparación poco seria, maliciosa e hipócrita. Es sabido, tanto en la comunidad científica como en el sector agropecuario, que la aspersión del herbicida afecta ecosistemas, operando directa o indirectamente sobre insectos y otras especies animales cuando se ponen en contacto con el herbicida. O sea que además de células vegetales, también afectan organismos compuestos por células animales. Nuestros experimentos alertan que tanto el cóctel comercial como la droga pura en células animales generan alteraciones del desarrollo embrionario. Por lo tanto el glifosato dentro de la célula embrionaria altera el funcionamiento celular, tal como sucede en las células vegetales de las malezas. Por otra parte, ya está probado que los herbicidas se trasladan por la acción del viento. Es una prueba de la realidad, incontrastable, el padecimiento de familias de campos linderos y de barrios cercanos a las fumigaciones. Por lo tanto, el glifosato puede atravesar barreras respiratorias y/o placentarias y entrar a las células embrionarias, incluso existen avances científicos en esa dirección, como también existen registros de glifosato y de sus posibles metabolitos presentes en mujeres embarazadas. Esto podría correlacionarse con potenciales efectos malformativos. Por lo tanto, desentrañar si el glifosato puro inyectado tiene efectos sobre el comportamiento de células embrionarias animales durante el desarrollo era ineludible en una estrategia experimental correcta, e insisto que utilicé una estrategia de análisis clásica de la investigación científica.
–¿Cree que hay que prohibir el glifosato?
–En mi trabajo yo no planteo eso. Y no es de mi competencia proponer una medida de ese tipo. Lo único que afirmo, respaldado en 30 años de estudio en la regulación genética embrionaria, es que este producto genera alteraciones en el desarrollo, estoy seguro de eso.
–Sus resultados no se corresponden con la clasificación del Senasa o las recomendaciones de la Secretaría de Agricultura.
–Es un claro problema de ellos, que lo clasifican como de baja toxicidad. Todo lo contrario de lo que afirman estudios diversos, que confirman la alteración de mecanismos celulares y, sobre todo, contrario a lo que padecen familias de una decena de provincias. Es de locos pensar que no pasa nada.


Permalink:http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-124288-2009-05-03.html

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Gobierno, presiones y necesidad de estudios


Dado su trabajo en el Ministerio de Defensa, vincularon su investigación a una operación del Gobierno contra las entidades patronales del campo.




–Ninguna persona seria podría pensar esa posibilidad. Por un lado, nadie con 30 años de trabajo académico pondría en riesgo esa trayectoria. Por otro, es un hecho de la realidad, el Gobierno no pidió, no creo que quiera y ni pueda prohibir el glifosato. Algunos medios inventaron esa conspiración, una jugada de mala leche. De hecho he padecido algunas presiones desde el riñón del oficialismo. Así que nadie puede decirme que es una operación del Gobierno.




–¿Qué funcionarios lo presionaron?




–Prefiero, por ahora, no dar sus nombres.




–Además de los funcionarios que impulsaron, y sostienen los agronegocios –sobre todo en la Secretaría de Agricultura–, existen altos funcionarios ligados al sector de las biotecnológicas, y que impulsan los agrocombustibles, una segunda sojización.




–No voy a dar nombres. Pero en vez de la confrontación o la presión habría que profundizar los resultados, conformar equipos interdisciplinarios. La reacción más razonable, la más científica, la más humana hubiera sido ésa, sobre todo si hay una señal de alerta sobre una cuestión relacionada con la salud humana. La reacción lógica hubiera sido profundizar las investigaciones, estudiar la diferencia entre biodegradabilidad y descomposición, las diferentes vías de penetración, revisar la normativa de uso y controlar los efectos sobre la salud humana de manera sistemática. Pero si se privilegian los negocios, no avanzarán con nuevos estudios.


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Medios dependientes e intimidaciones

¿Por qué no dio el estudio a otros medios de comunicación y a las empresas?




–Casi una semana después de la publicación comenzaron a involucrarse actores que estaban ocultos, como las empresas y los medios del sector. Y ahí comenzaron los ataques. El colmo fue cuando se apersonaron en mi laboratorio abogados de las cámaras empresarias (Casafe) a exigir mis informes, realizaron interrogatorios y tuvieron una actitud intimidatoria para con mis colaboradores. Es inadmisible la intimidación, no pueden intentar allanar el laboratorio como si fueran la Justicia. Yo no discuto mis investigaciones con abogados ni empresas privadas, máxime si son parte del problema. Yo discuto mis resultados con mis pares con idoneidad para juzgar los productos de mi disciplina, en congresos, reuniones, seminarios y todos los días en mi laboratorio. Por otro lado, recibí llamadas intimidatorias, ya denunciado oportunamente. Por todo esto, tomé precauciones sobre a quién doy mi trabajo. Es claro que Clarín y La Nación, por decir algunos, tienen intereses creados, son voceros de las empresas. Cuando finalice el trabajo y lo vean mis pares, ahí se los daré. Como investigador no voy a dejarme tomar examen por empresas, por medios de comunicación o funcionarios de turno.
–Acusan que nadie tiene el trabajo. Incluso pusieron en duda su existencia.
–Lo tienen científicos, Senasa, dos diputados y tres senadores, que lo solicitaron e inmediatamente lo tuvieron. También lo tienen miembros del Poder Ejecutivo, organizaciones ambientalistas y colegas del exterior. Si otros exigen el trabajo por razones de internas políticas o intereses comerciales, lo siento, tendrán que esperar. Insisto, los resultados científicos no pueden ni deben ser evaluados por la política ni por los intereses económicos.


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EXCLUSIVO: UNA INVESTIGACION DEL CONICET CONFIRMO EL EFECTO PERJUDICIAL DEL GLIFOSATO




El tóxico de los campos










Por Darío Aranda



EXCLUSIVO: EL PRIMER ESTUDIO SOBRE EL EFECTO DEL GLIFOSATO EN EMBRIONES




Una investigación del Conicet comprobó que el químico fundamental de la industria sojera provoca malformaciones neuronales, trastornos intestinales y males cardíacos, incluso en dosis muy inferiores a las usadas en la agricultura



El agrotóxico básico de la industria sojera produce malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas, aun en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura. El estudio, realizado en embriones, es el primero en su tipo y refuta la supuesta inocuidad del herbicida.

Por Darío Aranda



Las comunidades indígenas y los movimientos campesinos denuncian desde hace una década los efectos sanitarios de los agrotóxicos sojeros. Pero siempre chocaron con las desmentidas de tres actores de peso, productores (representados en gran parte por la Mesa de Enlace), las grandes empresas del sector y los ámbitos gubernamentales que impulsan el modelo agropecuario. El argumento recurrente es la ausencia de “estudios serios” que demuestren los efectos negativos del herbicida. A trece años de fiebre sojera, por primera vez una investigación científica de laboratorio confirma que el glifosato (químico fundamental de la industria sojera) es altamente tóxico y provoca efectos devastadores en embriones. Así lo determinó el Laboratorio de Embriología Molecular del Conicet-UBA (Facultad de Medicina) que, con dosis hasta 1500 veces inferiores a las utilizadas en las fumigaciones sojeras, comprobó trastornos intestinales y cardíacos, malformaciones y alteraciones neuronales. “Concentraciones ínfimas de glifosato, respecto de las usadas en agricultura, son capaces de producir efectos negativos en la morfología del embrión, sugiriendo la posibilidad de que se estén interfiriendo mecanismos normales del desarrollo embrionario”, subraya el trabajo, que también hace hincapié en la urgente necesidad de limitar el uso del agrotóxico e investigar sus consecuencias en el largo plazo. El herbicida más utilizado a base de glifosato se comercializa bajo el nombre de Roundup, de la compañía Monsanto, líder mundial de los agronegocios.
El Laboratorio de Embriología Molecular cuenta con veinte años de trabajo en investigaciones académicas. Funciona en el ámbito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Es un espacio referente en el estudio científico, conformado por licenciados en bioquímica, genética y biología. Durante los últimos quince meses estudió el efecto del glifosato en embriones anfibios, desde la fecundación hasta que el organismo adquiere las características morfológicas de la especie.
“Se utilizaron embriones anfibios, un modelo tradicional de estudio, ideal para determinar concentraciones que pueden alterar mecanismos fisiológicos que produzcan perjuicio celular y/o trastornos durante el desarrollo. Y debido a la conservación de los mecanismos que regulan el desarrollo embrionario de los vertebrados, los resultados son totalmente comparables con lo que sucedería con el desarrollo del embrión humano”, explica Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Conicet y director del Laboratorio de Embriología.
El equipo de investigadores dice que las diluciones recomendadas para la fumigación por la industria agroquímica oscilan entre el uno y el dos por ciento de la solución comercial (cada un litro de agua, se recomienda 10/20 mililitros). Pero en el campo es sabido –incluso reconocido por los medios del sector– que las malezas a eliminar se han vuelto resistentes al agrotóxico, por lo cual los productores sojeros utilizan concentraciones mayores. El estudio afirma que en la práctica cotidiana las diluciones varían entre el diez y el treinta por ciento (100/300 mililitros por litro de agua).
Utilizando como parámetros de comparación los rangos teóricos (los recomendados por las compañías) y los reales (los usados por los sojeros), los resultados de laboratorio son igualmente alarmantes. “Los embriones fueron incubados por inmersión en diluciones con un mililitro de herbicida en 5000 de solución de cultivo embrionario, que representan cantidades de glifosato entre 50 y 1540 veces inferiores a las usadas en los campos con soja. Se produjo disminución de tamaño embrionario, serias alteraciones cefálicas con reducción de ojos y oído, alteraciones en la diferenciación neuronal temprana con pérdida de células neuronales primarias”, afirma el trabajo, que se dividió en dos tipos de experimentación: inmersión en solución salina y por inyección de glifosato en células embrionarias. En ambos casos, y en concentraciones variables, los resultados fueron rotundos.
“Disminución del largo del embrión, alteraciones que sugieren defectos en la formación del eje embrionario. Alteración del tamaño de la cabeza con compromiso en la formación del cerebro y reducción de ojos y de la zona del sistema auditivo, que podrían indicar causas de malformaciones y deficiencias en la etapa adulta”, alerta la investigación, que también avanza sobre efectos neurológicos graves: “(Se comprobaron) Alteraciones en los mecanismos de formación de neuronas tempranas, por una disminución de neuronas primarias comprometiendo el correcto desarrollo del cerebro, compatibles con alteraciones con el cierre normal del tubo neural u otras deficiencias del sistema nervioso”.
Cuando los embriones fueron inyectados con dosis de glifosato muy diluido (hasta 300.000 veces inferiores a las utilizadas en las fumigaciones), los resultados fueron igualmente devastadores. “Malformaciones intestinales y malformaciones cardíacas. Alteraciones en la formación y/o especificación de la cresta neural. Alteraciones en la formación de los cartílagos y huesos de cráneo y cara, compatible con un incremento de la muerte celular programada.” Estos resultados implican, traducido, que el glifosato afecta un conjunto de células que tienen como función la formación de los cartílagos y luego huesos de la cara.
“Cualquier alteración de forma por fallas de división celular o de muerte celular programada conduce a malformaciones faciales serias. En el caso de los embriones, comprobamos la existencia de menor cantidad de células en los cartílagos faciales embrionarios”, detalla Carrasco, que también destaca la existencia de “malformaciones intestinales, principalmente en el aparato digestivo, que muestra alteraciones en su rotación y tamaño”.
La soja sembrada en el país ocupa 17 millones de hectáreas de diez provincias y es comercializada por la empresa Monsanto, que vende las semillas y el agrotóxico Roundup (a base de glifosato), que tiene la propiedad de permanecer extensos períodos en el ambiente y viajar largas distancias arrastrados por el viento y el agua. Se aplica en forma líquida sobre la planta, que absorbe el veneno y muere en pocos días. Lo único que crece en la tierra rociada es soja transgénica, modificada en laboratorio. La publicidad de la empresa clasifica al glifosato como inofensivo para al hombre.
Como todo herbicida, está conformado a partir de un ingrediente “activo” (en este caso el glifosato) y otras sustancias (llamadas coadyuvantes o surfactantes, que por secreto comercial no se especifican en detalle), cuya función es mejorar su manejo y aumentar el poder destructivo del ingrediente activo. “El POEA (sustancia derivada de ácidos sintetizados de grasas animales) es uno de los aditivos más comunes y más tóxicos, se degrada lentamente y se acumula en las células”, acusa la investigación, que describe el POEA como un detergente que facilita la penetración del glifosato en las células vegetales y mejora su eficacia. Investigadores de diversos países han centrado sus estudios en los coadyuvantes (ver aparte) y confirmado sus consecuencias.
En el estudio experimental del Conicet-UBA (según sus autores, el primero en investigar los efectos del herbicida y el glifosato puro en el desarrollo embrionario de vertebrados), se focaliza en el elemento menos estudiado y denunciado del Roundup. “El glifosato puro introducido por inyección en embriones a dosis equivalentes de las usadas en el campo entre 10.000 y 300.000 veces menores, tiene una actividad específica para dañar las células. Es el responsable de anomalías durante el desarrollo del embrión y permite sostener que no sólo los aditivos son tóxicos y, por otro lado, permite afirmar que el glifosato es causante de malformaciones por interferir en mecanismos normales de desarrollo embrionario, interfiriendo los procesos biológicos normales.”
Carrasco rescata las decenas de denuncias –y cuadros clínicos agudos– de campesinos, indígenas y barrios fumigados. “Las anomalías mostradas por nuestra investigación sugieren la necesidad de asumir una relación causal directa con la enorme variedad de observaciones clínicas conocidas, tanto oncológicas como de malformaciones reportadas en la casuística popular o médica”, advierte el profesor de embriología.
La investigación recuerda que el uso de agrotóxicos sojeros obedeció a una decisión política que no fue basada en un estudio científico-sanitario (“es inevitable admitir la imperiosa necesidad de haber estudiado éstos, u otros, efectos antes de permitir su uso”), denuncia el papel complaciente del mundo científico (“la ciencia está urgida por los grandes intereses económicos, y no por la verdad y el bienestar de los pueblos”) y hace un llamado urgente a realizar “estudios responsables que provengan mayores daños colaterales del glifosato”.


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SOBRE CANCER Y MALFORMACIONES




Los otros estudios

Por D. A.




Los impulsores del actual modelo agropecuario niegan la toxicidad de los agrotóxicos. A pesar de los graves cuadros clínicos de familias campesinas e indígenas –o incluso de barrios afectados por fumigaciones–, empresas y productores de soja reclaman estudios científicos para comenzar a creer en los efectos nocivos de los herbicidas. Desde el mundo académico reconocen que no es sencillo investigar el tema. Se entremezclan la presión ejercida por las empresas para silenciar las críticas, la permeabilidad de los investigadores para no cuestionar y el rol de los organismos estatales que trabajan junto a las compañías del sector. Pero hay excepciones:




- Letal en células: Gilles-Eric Seralini es investigador, docente de biología molecular en la Universidad de Caen (Francia) y se transformó en un dolor de cabeza para Monsanto. En 2005 descubrió que células de la placenta humana son muy sensibles al Roundup, incluso en dosis inferiores a las utilizadas en agricultura. Fue duramente cuestionado por las empresas del sector y acusado de “verde”, entendido como fundamentalismo ecológico. En diciembre pasado volvió a la carga. La revista científica Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en Toxicología) publicó su nuevo estudio, en el que constató que el Roundup es letal para las células humanas. Según el trabajo, dosis muy por debajo de las utilizadas en campos de soja provocan la muerte celular en pocas horas.




- Factor de riesgo: Robert Belle es el director de la Estación Biológica del Centro Nacional de Investigación Social de Roscoff (Francia). En 2002 probó el Roundup en células de erizo de mar (un modelo científico clásico para el estudio de división celular). El experimento probó que el agrotóxico deteriora los puntos de control del ciclo celular. En el documental El mundo según Monsanto, el científico explica que, por la acción del Roundup, se altera la etapa de división celular, la vuelve de un grado de inestabilidad que es propia de las primeras etapas del cáncer. “Hemos demostrado que es un factor de riesgo definido, pero no hemos evaluado el número de cánceres potencialmente inducidos, ni el plazo dentro del cual se declararían”, explicó Belle en diciembre de 2004 en la revista Ciencia Toxicológica.




- Relaciones causales: Malformaciones, cáncer y problemas reproductivos tienen vinculación directa con el uso y la exposición a contaminantes ambientales, entre ellos los agrotóxicos utilizados en los agronegocios. “Los hallazgos fueron contundentes en cuanto a los efectos de los pesticidas y solventes”, afirmó Alejandro Oliva, médico y coordinador de una investigación que abarcó seis pueblos de la Pampa Húmeda y que confirmó, en esas localidades, la existencia de diferentes tipos de cáncer –de próstata, testículo, ovario, hígado, páncreas, pulmón y mamas– muy por encima de la media nacional. El estudio también detalló que cuatro de cada diez hombres que consultaron por infertilidad habían sido expuestos a químicos agropecuarios y alertó que el efecto sanitario de los agrotóxicos puede manifestarse en las generaciones futuras.




- Letal: La Universidad de Pittsburg (Estados Unidos) comprobó que el Roundup es altamente tóxico en anfibios. La investigación El impacto de insecticidas y herbicidas en la biodiversidad y productividad de las comunidades acuáticas, coordinada por el profesor en biología Rick Relyea en 2005, reveló que el agrotóxico mató el 70 por ciento de la biodiversidad anfibia de un ecosistema experimental. “Es altamente letal”, afirmó la investigación.


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EL CRECIMIENTO DE LOS PLAGUICIDAS




Venenos en alza

Por D. A.




La Red de Acción en Plaguicidas de América latina (Rapal) –foro de organizaciones a nivel regional– suscribe a las denuncias que recaen sobre el glifosato, pero advierte que el problema de los agrotóxicos es mucho más amplio, vinculado con las casi 500 formulaciones de plaguicidas que se utilizan en el país. “Insecticidas como el peligroso Endosulfán, el Carbofuran, el bromuro de metilo. Herbicidas como el 2, 4 D y Paraquat. Todos agrotóxicos que poseen una toxicidad específica y una clasificación toxicológica más alta que el glifosato. Todos son extremadamente tóxicos con capacidad de producir daños en la salud tanto de nivel agudo (a corto plazo) como crónico (enfermedades que aparecen luego de años del contacto con el plaguicida)”, explica el referente de Rapal en Argentina e ingeniero agrónomo, Javier Souza Casadinho.




Rapal advierte sobre el geométrico crecimiento de plaguicidas en Argentina. Según la organización, en 1996 se utilizaron en el país 30 millones de litros de agrotóxicos. En 2007 se aplicaron 270 millones de litros. Las razones: la expansión de la frontera agropecuaria (a costa de la deforestación o reemplazo de otras actividades) y la aparición de insectos y malezas cada vez más resistentes. Lo sucedido con el glifosato es un caso testigo. “De una sola aplicación de tres litros por hectárea, llevada a cabo a fines de los años ’90, en la actualidad se realizan más de tres aplicaciones, por más de doce litros por hectárea y por año”, denuncia Souza Casadinho, que también es docente de la Facultad de Agronomía de la UBA.




Rapal sostiene que la legislación argentina relativa al registro, comercialización y aplicación de plaguicidas es “incompleta, permisiva y obsoleta”. Apunta a las escasas restricción en la comercialización (los plaguicidas se venden en ferreterías, forrajerías, semillerías, casa de venta de artículos de limpieza y hasta en hipermercados) y señala como momentos de peligro (además de la aplicación) el almacenaje, la preparación (dilución) y el desecho de envases. “Es necesario redactar leyes efectivas, adaptadas a la realidad. Se requiere sensibilidad, atención y valentía para prohibir los productos más tóxicos, restringir el uso de los que posen menos impacto y controlar todas las etapas, desde la fabricación pasando por la comercialización, el uso hasta el desecho de envases de estos tóxicos”, afirma el investigador.




–Los impulsores del actual modelo agropecuario aseguran que el uso de agroquímicos implica mayor producción. Suelen argumentar que sin plaguicidas y herbicidas, habrá más hambre en el mundo –observó Página/12.
–Con la enorme cantidad de plaguicidas que se utilizan en el mundo, el problema del hambre hoy es una realidad tangible y comprobable. El problema del hambre tiene raíces políticas y no se resuelve sólo con aplicar tecnologías. Un caso testigo es la Argentina, con sus 270 millones de plaguicidas utilizados año tras año y su producción agrícola cercana a las 90 millones de toneladas, posee cerca de un 30 por ciento de su población bajo la línea de pobreza. Esto es porque se producen alimentos para animales y máquinas –los agrocombustibles– y no se producen alimentos para seres humanos.



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SOCIEDAD

Una investigación que cosecha apoyos

Por Darío Aranda

Más de 300 científicos e intelectuales salieron en respaldo de Andrés Carrasco, amenazado e intimidado por alertar sobre el peligro del glifosato

FUERTE RESPALDO AL CIENTIFICO QUE ALERTO SOBRE EL PELIGRO DEL GLIFOSATO Y FUE AMENAZADO

Un apoyo a la libertad de investigación

Más de 300 científicos, intelectuales, referentes de DD.HH. y organizaciones sociales expresaron su apoyo a Andrés Carrasco, blanco de una campaña de desprestigio. Denunciaron la “intromisión mercantilista” en la ciencia.

Por Darío Aranda
El poder económico, con la complicidad de algunos medios de comunicación, dirigentes políticos, universidades y la corporación científica, pretende instalar un discurso hegemónico y acallar disidencias. Es el eje de una denuncia realizada por más de 300 investigadores nacionales y extranjeros, decanos y vicedecanos de facultades nacionales, directores de prestigiosos institutos de investigación, reconocidos científicos extranjeros, organizaciones sociales y referentes de los derechos humanos. La carta abierta, sin precedentes en el mundo científico e intelectual de Argentina, se produjo luego del ataque y difamación sufridos por el investigador de la UBA-Conicet Andrés Carrasco, que alertó sobre el efecto devastador del glifosato (herbicida utilizado en la siembra de soja) en embriones anfibios. Durante quince días, las compañías agroquímicas, las cámaras empresarias y algunos funcionarios y medios de comunicación descalificaron al científico, que incluso sufrió amenazas anónimas y denunció una intimidación por parte de la Cámara Argentina de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe).
“El discurso de políticos, funcionarios, comunicadores y mediadores contratados por las corporaciones económicas producen, a manera de discurso único, el canto de sirena del ‘desarrollo sustentable’ del modelo sojero y la ‘minería responsable’ como factor de transformación. Ese discurso hegemónico es legitimado por actores universitarios y científicos pagados por las transnacionales en un sistema público que ha sido desapropiado”, afirma el texto, llamado “Voces de alerta”, que cuenta con la firma de especialistas de diversas ramas de ciencia, desde ecólogos a biólogos, físicos y médicos, y que también suscriben referentes de las ciencias sociales. Además, adhiere gran cantidad de investigadores extranjeros y numerosas organizaciones de campesinos, ambientalistas, educadores y grupos de científicos.
Andrés Carrasco es profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con reconocimiento internacional, y con treinta años de trabajo científico y académico, confirmó hace un mes el efecto letal del glifosato en embriones anfibios, cuya marca comercial más famosa es Roundup, de la multinacional Monsanto. Los aspectos centrales de la investigación sobre el herbicida usado en la industria de la soja fueron revelados por Página/12. Sobrevino una campaña de desprestigio, presiones y amenazas. Hasta se puso en duda la existencia del trabajo. Hace una semana, en este diario, Carrasco respondió a las dudas que consideró legítimas y también a las innumerables chicanas. Reconocía que su pecado había sido contradecir el discurso científico dominante. “Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria”, había retrucado en la entrevista.
Entre las firmas figuran Federico Schuster, León Rozitchner, Alejandro Grimson, Maristella Svampa, Mirta Antonelli, Horacio Machado, Miguel Teubal, Norma Giarracca, Inés Izaguirre, Horacio Tarcus, Pablo Alabarces, Ana María Fernández, Claudia Briones, Alejandro Kaufman, Horacio Verbitsky, Atilio Boron, Juan Carlos Marín, Roberto Gargarella, Sara Rietti, Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel, Luis Zamora, Pino Solanas, Susana Checa, Gabriel Kessler y Norberto Alayón, entre otros. También suscriben reconocidos intelectuales internacionales como Boaventura de Sousa Santos, Walter Mignolo, Arturo Escobar, Gustavo Lins Ribeiro, Héctor Alimonda, Alex Fernández Jilberto, Bernardo Mançano Fernández y Ana Esther Ceceña. Adhieren organizaciones como CELS, Serpaj, Grupo de Gestión de Políticas de Estado de Ciencia y Tecnología, el Frente Darío Santillán y Cemida.
“¿Qué condiciones hay para que las voces críticas de universitarios y científicos contra el modelo extra-activista sean escuchadas? –se preguntan los referentes en la carta–. ¿Qué posibilidades de construir agenda pública sobre estos temas acuciantes para el bien común? ¿Qué promoción de ciudadanía y exigibilidad de derechos caracteriza a este escenario, donde las voces independientes y críticas, con la autoridad de saberes y trayectorias no cooptados, son negadas, difamadas, silenciadas, cuando no malversadas?”
La carta cuestiona de lleno los intereses privados que definen qué se debe investigar: “Afirmamos nuestra decisión por mantener un sistema científico universitario autónomo de los grandes intereses económicos corporativos; con libertad de pensamiento e investigación, enmarcados en los principios éticos de cada campo disciplinar y en la ineludible responsabilidad para con las sociedades y sus sectores sociales de mayor vulnerabilidad”.


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Agronegocios o soberanía alimentaria


Por M.N.C.I. *

Este diario difundió una investigación que confirmaba el efecto letal del glifosato (químico pilar del monocultivo de soja). Durante las últimas semanas, los impulsores de los agronegocios montaron una campaña en defensa de los agrotóxicos y, al mismo tiempo, desprestigio hacia toda voz discordante, sean estos periodistas, científicos, ONG u organizaciones sociales. Nunca antes las multinacionales del agro y sus voceros habían reaccionado tan violentamente. El temor de todo el complejo de agronegocios, donde la soja es sólo su cara más visible, es la prohibición de su agrotóxico estrella. Y, al mismo tiempo, la pérdida de un negocio millonario. Desde los ranchos campesinos observamos con indignación el accionar conjunto de empresas y medios de comunicación en defensa del glifosato. Ante la sucia campaña de desinformación, explicitamos algunas certezas que guían nuestras luchas:

- Históricamente, la salud de nuestras poblaciones estuvo atada a nuestra forma de producir, criando animales, cultivando diversidad, guardando las semillas que heredamos de nuestros viejos, conservando y renovando el monte nativo. Con el actual modelo de agronegocios, todo comenzó a cambiar: intoxicaciones agudas, desmayos, mareos y piel (de manos, piernas y rostros) en carne viva son sólo algunos de los sufrimientos de nuestros hijos. Ahora también sabemos de embarazos que no llegan a término, distintos tipos de cáncer y bebés con malformaciones. Desde hace años lo denunciamos, pero nunca obtuvimos respuesta por parte de las multinacionales del agro, los empresarios rurales y sus voceros.
- Las grandes corporaciones de las cadenas agroindustriales imponen a los pueblos y países un modelo de producción alimentaria cuyo único objetivo es la rentabilidad y concentración de las riquezas en pocas manos. No les importa la salud ni el hambre de los pueblos, sino qué suerte correrán las nuevas variedades de semillas transgénicas, las posibles pérdidas económicas de las cámaras empresariales, el futuro de los importadores de agrotóxicos y también temen, por su rentabilidad, los megaproductores sojeros. Entre los más temerosos está la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), impulsora de la entrada al país de la soja transgénica, con falsos estudios de conservación de suelos y mentiras sobre la inocuidad de los agrotóxicos.
- Las compañías enarbolan estudios del Senasa, el INTA y la Secretaría de Agricultura. Es público que los ámbitos estatales actúan como subsidiarias de empresas como Monsanto y Syngenta, multinacionales que a su vez cuentan con planteles enteros de universidades a su servicio, donde abundan “papers” tan a medida como ridículos.
- El actual modelo agropecuario, de saqueo y contaminación, reproduce nuevas formas de colonización y genocidio. Millones de familias rurales fueron desterradas de su territorio ancestral y arrojadas a los márgenes de las grandes ciudades. El actual modelo agota las reservas naturales, arrasa bosques nativos y envenena cursos de agua.
- Comienzan a aparecer investigaciones en diversas partes del mundo sobre el rostro oculto de este modelo económico-político-ecológico. Y, si quedaran dudas, nuestras familias son prueba viviente, e irrefutable, de los efectos de los agrotóxicos.
- Para los que vivimos en el campo, que enfrentamos y sufrimos las fumigaciones químicas, no hay dudas de los efectos negativos del glifosato. Como tampoco hay dudas de que el problema de fondo no es un químico, sino un modelo agropecuario que privilegia las ganancias por sobre la salud y el medio ambiente. Es necesario recordar que este modelo también conlleva asesinatos de campesinos y trabajadores rurales, cárceles, persecuciones, torturas y enfrentamiento con paramilitares, que sufren miles de familias rurales.
- Nosotros, miembros de comunidades indígenas y campesinas, familias organizados en territorios, exigimos definiciones al Estado, principal gestor del modelo que devasta la salud y los ecosistemas del país.
- Como integrantes de Vía Campesina nos oponemos a un modelo que prioriza la rentabilidad de empresas por sobre la salud. Porque rechazamos este modelo de muerte; resistimos, luchamos y construimos, todos los días, un modelo de vida basado en la reforma agraria integral y la soberanía alimentaria.

* Movimiento Nacional Campesino Indígena-Vía Campesina (integrado por 15.000 familias rurales de siete provincia).


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EL COMITE NACIONAL DE ETICA EN LA CIENCIA RECOMENDO CREAR UNA COMISION PARA EVALUAR LOS RIESGOS DEL HERBICIDA DE LA SOJA

Marche un estudio urgente sobre el glifosato

El Comité de Etica del Ministerio de Ciencia recomendó la “urgente” creación de una comisión de especialistas para analizar los efectos del herbicida estrella en la industria de la soja. Deberán ser científicos sin vinculación con empresas agroindustriales.


El debate sobre el glifosato subió un peldaño. El Comité Nacional de Etica en la Ciencia y la Tecnología (Cecte) recomendó al ministro del área, Lino Barañao, la “urgente creación” de una comisión interdisciplinaria de especialistas para que se expida sobre los “posibles riesgos” del uso del químico estrella en el modelo actual de la agroindustria local. También pidió que los expertos convocados no tengan vinculación académica o económica (ni pasada ni presente) con empresas del sector. La recomendación del Cecte se produjo como consecuencia del debate que abrió la publicación en Página/12 de la investigación del científico Andrés Carrasco, que confirmó efectos letales del glifosato en embriones anfibios.
Carrasco, investigador de la UBA y el Conicet, había asegurado que hace un mes confirmó mediante ensayos de laboratorio el efecto devastador del glifosato en embriones, aun en dosis muy por debajo de las utilizadas en los campos de soja. “No descubrí nada nuevo. Sólo confirmé lo que otros científicos descubrieron y, sobre todo, lo que centenares de pueblos fumigados vienen denunciando”, remarcaba el investigador. Desde entonces, fue blanco de presiones de las empresas del ramo y sufrió amenazas e intimidaciones.
El 4 de mayo se reunieron los miembros del Cecte y ayer finalmente hicieron pública su conclusión. “Controversia acerca de posibles riesgos por el uso del herbicida glifosato”, es el nombre del escrito, de una carilla y media.
“El Comité Nacional de Etica en la Ciencia y la Tecnología recibió expresiones de inquietud relacionadas con la difusión periodística de trabajos de investigación realizados por el grupo del doctor Andrés Carrasco. Dicha información ha renovado la preocupación sobre los posibles efectos perjudiciales para la salud del herbicida glifosato, utilizado extensivamente en la Argentina, en particular en los cultivos de soja”, arranca el dictamen y considera más adelante que el debate abierto por las notas de este diario es “un tema relevante que da lugar a controversias éticas, afecta a la integridad en la investigación y compromete además las relaciones de la ciencia y la tecnología con la economía, la producción agropecuaria, la preservación del medio ambiente, la salud y el bienestar de la población”.
El texto recomienda al Ministerio de Ciencia conformar de manera “urgente una comisión de especialistas de la más alta jerarquía científica y técnica”, que sea interdisciplinaria y que realice “una evaluación científica y epidemiológica de las denuncias sobre los posibles efectos sobre poblaciones humanas”. Solicita que se analice la bibliografía posterior a la aprobación del agrotóxico, los experimentos de laboratorio sobre las consecuencias en la salud humana y la comparación con otros herbicidas. Y argumenta: “A nivel internacional y nacional existen tanto denuncias acerca de los efectos tóxicos del glifosato sobre humanos como bibliografía que demostraría su inocuidad”.
“Más allá de estas afirmaciones encontradas, los antecedentes de las grandes empresas productoras y comercializadoras del glifosato constituyen otro factor insoslayable en el análisis de la situación por la generación de intereses económicos entre los actores relacionados con el problema, dentro y fuera de la comunidad científica”, advierte el comité, integrado por Alberto Kornblihtt, Armando Parodi, Noé Jitrik y Aída Kemelmajer, entre otros, y coordinado por Otilia Vainstok.
No es la primera vez que el Cecte elabora un caso sobre temas controvertidos en los medios. El organismo considera “que uno de sus objetivos es contribuir a la construcción de una opinión pública informada” que permita a los sectores sociales involucrados “elegir responsable y democráticamente qué riesgos asumen y cuáles no”.
Tras la publicación de su investigación en este diario, Carrasco denunció haber recibido una amenaza telefónica y relató que representantes de la cámara del sector se presentaron en su laboratorio de la Facultad de Medicina. Mediante una carta pública, más de 300 investigadores e intelectuales nacionales y extranjeros, y referentes de organismos de derechos humanos repudiaron las amenazas sufridas por el investigador.
Ahora, el Comité de Etica recomienda convocar a investigadores provenientes de diversas disciplinas (ecología, epidemiología, toxicología, embriología, química orgánica, producción agropecuaria, ciencias ambientales, manejo de suelos, sociología rural y ética de la investigación científica) “que no hayan tenido ni tengan relación académica o económica con empresas nacionales o multinacionales vinculadas a la producción agropecuaria relacionada con el glifosato y la soja”. La comisión de expertos debería tomar en consideración:
- La necesidad de una evaluación científica y epidemiológica de las denuncias sobre los posibles efectos del glifosato sobre las personas.
- La bibliografía posterior a la autorización relacionada con el uso del herbicida en Argentina. Aquí, el comité aporta como referencia estudios de ambas mitades de la biblioteca: los que manejan las empresas del sector y los que señalan los efectos nocivos que produciría.
- El alcance de los experimentos realizados en laboratorio sobre las consecuencias en la salud humana.
- La comparación de los efectos del glifosato con los de otros herbicidas o agroquímicos de uso masivo.
- La posibilidad de promover investigaciones interdisciplinarias sobre el tema.
El comité propone que “en un plazo razonablemente breve” la comisión elabore un informe exhaustivo sobre los riesgos reales y potenciales del uso del glifosato.


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La próxima cosecha


Si bien los pronósticos se mantienen sombríos para la cosecha de soja de este año, para el próximo se presenta más despejado. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos estimó que la cosecha del próximo ciclo retornará a la normalidad, con 51 millones de toneladas. Por el contrario, redujo a 34 millones la previsión para la campaña recientemente finalizada. Según el informe de ese Departamento, de no existir situaciones climáticas muy desfavorables, las intenciones de siembra se mantendrán elevadas. “Esto se explica por la dinámica que mantiene el consumo mundial y las previsiones acerca de que a partir del segundo semestre la economía global comenzará a dejar atrás la crisis financiera y de la actividad real”. La estimación ubica las reservas finales de soja 2009/10 en Estados Unidos en 6,26 millones de toneladas, frente a los 3,54 millones del ciclo 2008/09.


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