sábado, 28 de noviembre de 2009

Los ejércitos secretos de la OTAN (I)-Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia de Gladio-26-11-09

Los ejércitos secretos de la OTAN (I)



Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia de Gladio…





por Daniele Ganser *


La Red Voltaire emprende la publicación seriada de la obra de referencia sobre la actividad de los servicios secretos de la OTAN desde la creación de la alianza atlántica hasta los años 1990. A pesar de ser un trabajo de historiador, esta investigación sobre Gladio es mucho más que un simple tema histórico ya que está íntimamente ligada a nuestra vida diaria. Esa estructura secreta sigue estando activa y los Estados europeos se mantienen aún bajo el tutelaje anglosajón, como lo demuestran las investigaciones parlamentarias sobre los secuestros perpetrados por la CIA desde el año 2001. La comprensión de la política en Europa se hace imposible sin un conocimiento preciso de las redes «Stay-Behind». Esta primera entrega relata el descubrimiento de Gladio por parte de los magistrados italianos a finales de los años 80.


26 de noviembre de 2009




Las ruinas de la estación ferroviaria de Bolonia después del atentado perpetrado por los terroristas de la OTAN (1980).


El 31 de mayo de 1972, un auto-bomba estalló en un bosque cercano al pueblo llamado Peteano, en Italia, dejando un herido grave y un muerto entre los carabineros, la policía uniformada italiana. Los carabineros habían llegado al lugar después de recibir una llamada telefónica anónima. Al inspeccionar un auto Fiat 500 allí abandonado, uno de los carabineros levantó el capó, provocando así la explosión.
Dos días después, una nueva llamada telefónica anónima reclamaba la autoría del atentado en nombre de las Brigadas Rojas, grupúsculo terrorista que trataba en aquel entonces de romper el equilibrio del poder en Italia mediante la realización de tomas de rehenes y de asesinatos de altos personajes del Estado. La policía se volvió inmediatamente hacia la izquierda italiana y encarceló a cerca de 200 comunistas. Durante más de 10 años, los italianos vivieron convencidos de que el acto terrorista de Peteano había sido obra de las Brigadas Rojas.
Posteriormente, en 1984, Felice Casson, un juez italiano, decidió reabrir el caso ya que le intrigaban toda una serie de irregularidades y falsificaciones cometidas alrededor del drama de Peteano. El juez Felice Casson descubrió que la policía no había investigado el lugar de los hechos. También notó que el informe que había concluido en aquel entonces que los explosivos utilizados eran los mismos que utilizaban tradicionalmente las Brigadas Rojas era en realidad una falsificación.
Marco Morin, un experto en explosivos de la policía italiana, había proporcionado deliberadamente conclusiones falsas. Morin era miembro de la organización italiana de extrema derecha «Ordine Nuovo» y, en el contexto de guerra fría, había aportado así su contribución a lo que él consideraba una lucha legítima contra la influencia de los comunistas italianos. El juez Casson logró probar que, al contrario de lo que había concluido Morin, el explosivo utilizado en Peteano era el C4, la sustancia explosiva más poderosa de aquel entonces y que también formaba parte del arsenal de las fuerzas de la OTAN.
«Simplemente quise arrojar una nueva luz sobre años de mentiras y secretos. Eso es todo», declaró posteriormente el juez Casson a los periodistas que lo interrogaban en su minúscula oficina del palacio de justicia, junto a la laguna de Venecia. «Quería que, por una vez, los italianos supieran la verdad.» [
1]
El 24 de febrero de 1972, cerca de Trieste, un grupo de carabineros descubre por casualidad un escondite de armas lleno de municiones, armas y explosivo del tipo C4, idéntico al utilizado en Peteano. Los policías estaban convencidos de haber descubierto una red criminal. Años más tarde, la investigación del juez Casson permitió determinar que se trataba en realidad de uno de los cientos de escondites subterráneos creados por el ejército secreto del llamado stay-behind, estructura que responde a las órdenes de la OTAN y que se conoce en Italia por la apelación codificada de Gladio (del latín Gladius, denominación de la espada corta en uso en la Roma de la antigüedad). Casson notó que los servicios secretos del ejército italiano y el gobierno de aquella época se habían esforzado considerablemente por mantener en secreto el descubrimiento de Trieste así como su contexto estratégico.
Al proseguir su investigación sobre los extraños casos de Peteano y Trieste, el magistrado descubrió con asombro, no la mano de la izquierda italiana sino la de los grupúsculos de extrema derecha y de los servicios secretos del ejército tras el atentado de 1972. La investigación del juez reveló la existencia de una estrecha colaboración entre la organización de extrema derecha Ordine Nuovo y el SID (Servizio Informazioni Difusa), o sea los servicios secretos del ejército italiano. Ordine Nuovo y el SID habían preparado juntos el atentado de Peteano, y luego habían acusado a los militantes de la extrema izquierda italiana, las Brigadas Rojas.
Casson logró identificar al hombre que había puesto la bomba, un tal Vincenzo Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo. Como era el eslabón final de una larga cadena de mando, Vinciguerra sólo fue arrestado varios años después del momento de los hechos. Confesó y declaró que había gozado de la protección de toda una red de simpatizantes, tanto en Italia como en el extranjero, que habían hecho posible su huida después del atentado. «Es todo un mecanismo que se puso en marcha», contó Vinciguerra. «Lo cual quiere decir que desde los carabineros hasta el ministro del Interior, pasando por la aduana y los servicios de inteligencia civiles y militares, todos habían aceptado el razonamiento ideológico justificaba al atentado.» [
2]
Vinciguerra subrayaba, con toda razón, el agitado contexto histórico en que se había producido el atentado de Peteano. A fines de los años 1960, con el surgimiento de la revolución pacifista y los movimientos estudiantiles de protesta contra la violencia y contra la guerra de Vietnam en particular, el enfrentamiento ideológico entre la derecha y la izquierda se había intensificado, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos.
La inmensa mayoría de los ciudadanos comprometidos con los movimientos sociales de izquierda recurrían a formas de protesta no violentas, como manifestaciones, actos de desobediencia civil y, sobre todo, debates con moderadores. En el seno del parlamento italiano, el poderoso Partido Comunista (Partito Communisto Italiano, PCI) y en menor medida el Partido Socialista (Partito Socialisto Italiano, PSI) simpatizaban con ese movimiento.
Los movimientos sociales de izquierda se oponían a la política de los Estados Unidos, a la guerra de Vietnam y sobre todo a la repartición del poder en Italia ya que, a pesar de disponer de una importante mayoría en el parlamento, el PCI no había recibido ningún ministerio y se le mantenía así al margen del gobierno. La derecha italiana estaba perfectamente conciente de que aquello constituía una injusticia flagrante y una violación de los principios básicos de la democracia.
Fue en aquel contexto de guerra fría y de lucha por el poder que los extremistas recurrieron al terrorismo en Europa Occidental. A la extrema izquierda, los grupos terroristas más notorios fueron los comunistas italianos de las Brigadas Rojas así como la Rote Armee Fraktion alemana o RAF (Fracción Ejército Rojo). Fundadas por varios estudiantes de la universidad de Trento que no tenían ningún conocimiento en cuanto a técnicas de combate, las Brigadas Rojas contaban entre sus miembros a Margherita Cagol, Alberto Franceschini y Alberto Curcio.
Al igual que los miembros de la RAF, éstos estaban convencidos de la necesidad de recurrir a la violencia para cambiar la estructura del poder vigente, que les parecía injusto y corrupto. Al igual que las acciones de la RAF, las de las Brigadas Rojas no tenían como blanco a la población civil sino a determinados individuos que consideraban representantes del «aparato del Estado», como banqueros, generales y ministros, a los que secuestraban y a menudo asesinaban. Las acciones de las Brigadas Rojas, que tuvieron lugar principalmente en la Italia de los años 1970, dejaron 75 muertos.
Debido a su poca capacidad estratégica y militar y a su inexperiencia, los miembros de las Brigadas Rojas acabaron siendo arrestados mediante redadas, y posteriormente juzgados y encarcelados. Al otro extremo del tablero político de la guerra fría, la extrema derecha también recurrió a la violencia. En Italia, su red incluía a los soldados clandestinos del Gladio, los servicios secretos militares y organizaciones fascistas como Ordine Nuovo. Al contrario del que practicaba la izquierda, el objetivo del terrorismo de derecha era sembrar el terror en todas las capas de la sociedad mediante atentados dirigidos contra grandes multitudes y destinados a provocar la mayor cantidad posible de muertos para acusar posteriormente a los comunistas.
El juez Casson logró determinar que el drama de Peteano formaba parte de ese esquema y entraba en el marco de una serie de crímenes que había comenzado en 1969. Durante aquel año 4 bombas habían estallado poco antes de la Navidad en varios lugares públicos de Roma y Milán. El saldo había sido de 16 muertos y 80 heridos, en su mayoría campesinos que iban a depositar en el Banco Agrícola de la Piazza Fontana de Milán lo que habían recaudado en el día a través de sus ventas en el mercado. Conforme a una estrategia maquiavélica, la responsabilidad de aquella masacre fue atribuida a los comunistas y a la extrema izquierda, se escamotearon las pistas y se realizó inmediatamente una ola de arrestos.
La población en su conjunto tenía muy pocas posibilidades de descubrir la verdad ya que los servicios secretos militares se esforzaron por enmascarar el crimen. En Milán, una de las bombas no había llegado a estallar, debido al mal funcionamiento del mecanismo de relojería, pero en los primeros actos de disimulación, los servicios secretos la hicieron estallar en el lugar de los hechos y varios componentes de artefactos explosivos fueron depositados en la casa de Giangiacomo Feltrinelli, célebre editor conocido por sus opiniones de izquierda. [
3]
«Según las estadísticas oficiales, entre el 1º de enero de 1969 y el 31 de diciembre de 1987 se registraron 14 591 actos de violencia con motivos políticos», afirma el senador Giovanni Pellegrino, presidente de la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre Gladio y el terrorismo, al recordar la violencia del contexto político de aquel periodo de la historia reciente de Italia. «Quizás no resulta inútil recordar que aquellas “acciones” causaron la muerte a 491 personas así como heridas y mutilaciones a otras 1 181.
Cifras dignas de una guerra, sin parangón en Europa.» [
4] Después de los atentados de la Piazza Fontana, en 1969, y de Peteano, en 1972, otros actos de terrorismo volvieron a ensangrentar el país. El 28 de mayo de 1974, en Brescia, una bomba dejó 8 muertos y 102 heridos entre los participantes en una manifestación antifascista. El 4 de agosto de 1974, un atentado a bordo del tren «Italicus Express», que enlaza Roma con Munich, mató a 12 personas e hirió a 48. El punto culminante de aquella ola de violencia se produjo en una soleada tarde, el 2 de agosto de 1980, en el día de la fiesta nacional de Italia, cuando una explosión de gran potencia devastó el salón de espera de los pasajeros de segunda clase en la estación de trenes de Bolonia, matando a 85 personas e hiriendo o mutilando a otras 200. La masacre de Bolonia es uno de los mayores atentados terroristas que haya sufrido Europa en todo el siglo 20 [5].
Contrariamente a los miembros de las Brigadas Rojas, que acabaron todos en la cárcel, los terroristas de extrema derecha lograron escapar después de cada atentado ya que, como señala Vinciguerra con toda razón, todos gozaron de la protección del aparato de seguridad y de los servicios secretos del ejército italiano. Años más tarde, cuando al fin se estableció el vínculo entre el atentado de la Piazza Fontana y la derecha italiana, se le preguntó a Franco Freda, miembro de Ordine Nuovo, si al cabo del tiempo creía haber sido manipulado por personajes que ocupaban altos cargos, generales o ministros.
Freda, admirador declarado de Hitler, que había publicado Mein Kampf en italiano gracias a su pequeña estructura personal de edición, respondió que, según sus conceptos, todo el mundo es más o menos manipulado: «Todos somos manipulados por otros más poderosos que nosotros», declaró el terrorista. «En lo que me concierne, admito haber sido una marioneta movida por ideas pero en ningún caso por los hombres de los servicios secretos, ni aquí [en Italia] ni en el extranjero. En otros términos, yo mismo escogí mi lucha y la desarrollé según mis ideas. Eso es todo.» [
6]
En marzo de 2001, el general Giandelio Maletti, ex jefe del contraespionaje italiano, dejó entrever que además de la de la red clandestina Gladio, de los servicios secretos militares italianos y de un grupúsculo de terroristas de extrema derecha, las matanzas que desacreditaron a los comunistas italianos recibieron también la aprobación de la Casa Blanca y de la CIA. Al comparecer como testigo en el juicio contra los terroristas de extrema derecha acusados de estar implicados en los atentados de la Piazza Fontana, Maletti declaró: «La CIA, siguiendo las directivas de su gobierno, quería crear un nacionalismo italiano capaz de obstaculizar lo que consideraba un deslizamiento hacia la izquierda y, con ese objetivo, pudo utilizar el terrorismo de extrema derecha.» (…) «Uno tenía la impresión de que los americanos estaban dispuestos a todo para impedir que Italia se inclinara hacia la izquierda», explicó el general, antes de agregar: «No olviden que era Nixon quien estaba a la cabeza del gobierno y Nixon no era un tipo cualquiera, [era] un político muy hábil pero un hombre de métodos poco ortodoxos.» Retrospectivamente, el general de 79 años expresó críticas y amargura: «Italia fue tratada como una especie de protectorado. Me avergüenza que todavía estemos siendo objeto de un control especial.» [
7]
Durante las décadas de 1970 y 1980, el parlamento italiano, en cuyo seno los partidos comunista y socialista ostentaban una parte importante del poder, manifestó creciente inquietud ante aquella ola visiblemente interminable de crímenes que ensangrentaban el país sin que se lograra identificar a los autores ni a quienes los ordenaban.
Aunque ya en aquel entonces circulaban entre la izquierda italiana los rumores de que aquellos misteriosos actos de violencia eran una forma de guerra secreta que Estados Unidos había desencadenado contra los comunistas italianos, no existían pruebas que permitiesen probar aquella teoría que parecía traída por los pelos. Sin embargo, en 1988 el Senado italiano creo una comisión parlamentaria especial de investigación presidida por el senador Libero Gualteri, comisión cuyo nombre era más que elocuente: «Comisión parlamentaria del Senado italiano encargada de investigar sobre el terrorismo en Italia y las razones por las cuales los individuos responsables de las matanzas no han podido ser identificados: El terrorismo, los atentados y el contexto político-histórico.» [
8]
El trabajo de la comisión resultó extremadamente difícil. Los testigos se negaban a declarar. Hubo documentos destruidos. La propia comisión, que se componía de representantes de los partidos de izquierda y de derecha, se dividió al abordar la cuestión de la verdad histórica en Italia y en lo tocante a las conclusiones que debían ser o no reveladas al público.

El juez Felice Casson revela la existencia de una red clandestina creada por la OTAN. Oficialmente creada para proteger a los Estados miembros, la OTAN es en realidad un protectorado anglosajón. Washington y Londres no vacilaron en ordenar atentados terroristas en Italia para falsear el juego de la democracia.
Al mismo tiempo, basándose en el testimonio de Vincenzo Vinciguerra –el terrorista de Peteano– y en los documentos que había descubierto, el juez Casson comienza a entrever la naturaleza de la compleja estrategia militar que se había utilizado. Comprende poco a poco que no se trataba simplemente de terrorismo sino de terrorismo de Estado, financiado con el dinero de los contribuyentes. Obedeciendo a una «estrategia de la tensión», el objetivo de los atentados era instaurar un clima de tensión en el seno de la población.
La extrema derecha y sus partidarios en el seno de la OTAN temían que los comunistas italianos adquiriesen demasiado poder y es por ello que, en un intento de «desestabilizar para estabilizar», los soldados clandestinos de los ejércitos del Gladio perpetraban aquellos atentados, que atribuían después a la izquierda. «Para los servicios secretos, el atentado de Peteano era parte de lo que se llamó “la estrategia de la tensión” », explicó públicamente el juez Casson en un reportaje de la BBC dedicado al Gladio. «O sea, crear un clima de tensión para estimular en el país las tendencias socio-políticas conservadoras y reaccionarias.
A medida que se aplicaba esta estrategia en el terreno, se hacía necesario proteger a los instigadores ya que comenzaban a aparecer pruebas de su implicación. Los testigos ocultaban ciertas informaciones para proteger a los extremistas de derecha.» [
9] Vinciguerra, un terrorista que, al igual que otros que habían estado en contacto con la rama Gladio de los servicios secretos militares italianos, fue muerto por causa de sus convicciones políticas, declaró: «Había que actuar contra los civiles, contra la gente del pueblo, contra las mujeres, los inocentes, los anónimos desvinculados de todo juego político. La razón era muy simple. Se suponía que tenían que forzar a aquella gente, al pueblo italiano, a recurrir al Estado para pedir más seguridad. A esa lógica política obedecían todos esos asesinatos y todos esos atentados que siguen sin castigo porque el Estado no puede inculparse a sí mismo ni confesar su responsabilidad en lo sucedido.» [10]
El horror de ese diabólico plan sólo va apareciendo, sin embargo, de forma progresiva y quedan aún muchos secretos por revelar hoy en día. Además, el paradero de todos los documentos originales sigue siendo desconocido. «Después del atentado de Peteano y de todos los demás que siguieron», declaró Vinciguerra en el juicio que se hizo en su contra, en 1984, «nadie debiera dudar ya de la existencia de una estructura activa y clandestina, capaz de elaborar en la sombra ese tipo de estrategia de matanzas». Una estructura que, según el propio Vinciguerra, «está imbricada en los propios órganos del poder.
Existe en Italia una organización paralela a las fuerzas armadas, que se compone de civiles y de militares y de vocación antisoviética, o sea destinada a organizar la resistencia contra una eventual ocupación del suelo italiano por parte del Ejército Rojo.» Sin mencionarlo por su nombre, ese testimonio confirmó la existencia del Gladio, el ejército secreto y stay-behind creado por orden de la OTAN. Vinciguerra lo describió como «una organización secreta, una superorganización que dispone de su propia red de comunicaciones, de explosivos y de hombres entrenados para utilizarlos».
El terrorista reveló que esa «superorganización, a falta de invasión soviética, recibió de la OTAN la orden de luchar contra un deslizamiento del poder hacia la izquierda en el país. Y eso fue lo que hicieron, con el apoyo de los servicios secretos del Estado, del poder político y del ejército.» [11]
Más de 20 años han transcurrido desde el revelador testimonio del terrorista arrepentido que, por vez primera en la historia italiana, estableció un vínculo entre la red stay-behind Gladio, la OTAN y los atentados con bombas que enlutaron el país. Y sólo ahora, al cabo de todos estos años, después de la confirmación de la existencia del ejército secreto y del descubrimiento de los escondites de armas y de explosivos, los investigadores e historiadores logran interpretar por fin el sentido de las palabras de Vinciguerra.
Pero, ¿son dignas de crédito las palabras de ese hombre? Los hechos que se produjeron después del juicio parecen indicar que sí. El ejército secreto fue descubierto en 1990 y, como para confirmar indirectamente que Vinciguerra había dicho la verdad, el apoyo del que había gozado hasta aquel entonces por parte de las altas esferas le fue bruscamente retirado. Contrariamente a lo sucedido con otros terroristas de extrema derecha, que habían sido puestos en libertad después de haber colaborado con los servicios secretos italianos, Vinciguerra fue condenado a cadena perpetua. Pero Vinciguerra no fue el primero en revelar la vinculación entre el Gladio, la OTAN y los atentados.
Tampoco fue el primero en hablar de la conspiración del Gladio en Italia. En 1974, durante una investigación sobre el terrorismo de extrema derecha, el juez de instrucción Giovanni Tamburino había sentado un precedente al inculpar al general Vito Miceli, el jefe del SID, los servicios secretos militares italianos, por haber «promovido, instaurado y organizado, con la ayuda de otros cómplices, una asociación secreta que agrupaba civiles y militares y cuyo objetivo era provocar una insurrección armada para modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno». [
12]
El 17 de noviembre de 1974, durante su propio juicio, el general Miceli, ex responsable del Buró de Seguridad de la OTAN, reveló, furioso, la existencia del ejército Gladio y lo describió como una rama especial del SID: «¿Disponía yo de un superSID a mis órdenes? ¡Por supuesto! Pero no lo monté yo mismo para tratar de dar un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer las órdenes de Estados Unidos y la OTAN!» [
13]
Gracias a los sólidos contactos que tenía del otro lado del Atlántico, Miceli no salió malparado. Fue liberado bajo fianza y pasó 6 meses en un hospital militar. Hubo que esperar 16 años más hasta que, bajo la presión de los descubrimientos del juez Casson, el primer ministro italiano Andreotti revelara ante el parlamento italiano la existencia de la red Gladio. Al enterarse, Miceli montó en cólera. Poco antes de su muerte, en octubre de 1990, Miceli no pudo seguir conteniéndose: «¡Yo fui a la cárcel porque me negaba a revelar la existencia de esta superorganización secreta y ahora Andreotti se para delante del parlamento y lo cuenta todo!» [
14]
En la cárcel, Vinciguerra, el que había puesto la bomba de Peteano, explicó al juez Casson que, en su misión de debilitamiento de la izquierda italiana, los servicios secretos militares y la red Gladio habían contado con la ayuda no sólo de Ordine Nuovo sino también de otras organizaciones de extrema derecha muy conocidas, como Avanguardia Nazionale: «Detrás de los terroristas había mucha gente que actuaba en la sombra, gente que pertenecía o colaboraba con el aparato de seguridad.
Yo afirmo que todos los atentados perpetrados después de 1969 eran parte de una misma estrategia.» Vinciguerra, miembro de Ordine Nuovo, contó como él mismo y sus camaradas de extrema derecha habían sido reclutados para ejecutar las acciones más sangrientas con el ejército secreto Gladio: «Avanguardia Nazionale, al igual que Ordine Nuovo, eran movilizados en el marco de una estrategia anticomunista que no emanaban de grupúsculos que gravitaban en las esferas del poder sino del poder mismo y que formaba parte de las relaciones de Italia con la alianza atlántica.» [
15]
El juez Casson se alarmó ante aquellas revelaciones. Para erradicar la gangrena que carcomía el Estado siguió la pista del misterioso ejército clandestino Gladio que había manipulado la clase política durante la guerra fría y, en enero de 1990, pidió permiso a las más altas autoridades del país para extender sus investigaciones a los archivos de los servicios secretos militares, le Servizio Informazioni Sicurezza Militare (SISMI), nuevo nombre del SID desde 1978.
En julio de aquel mismo año, el primer ministro Giulio Andreotti lo autorizó a consultar los archivos del Palazzo Braschi, sede del SISMI en Roma. El magistrado descubrió allí, por vez primera, documentos que demostraban la existencia en Italia de un ejército secreto cuyo nombre de código era Gladio, que estaba a las órdenes de los servicios secretos militares y cuyo objetivo era la realización de operaciones de guerra clandestina.
Casson encontró también documentos que demostraban la implicación de
la alianza militar más grande del mundo, la OTAN, y de la última superpotencia existente, Estados Unidos, en los actos de subversión así como sus vínculos con la red Gladio y con grupúsculos terroristas de extrema derecha en Italia y en toda Europa occidental. Para el juez Casson, el hecho de disponer de tales informaciones representaba un peligro, cosa de la cual él estaba enteramente conciente ya que en el pasado otros magistrados italianos que sabían demasiado habían sido asesinados en plena calle: «Desde julio hasta octubre de 1990, yo fui el único que sabía [de la Operación Gladio], lo cual podía acarrearme una desgracia.» [16]
Pero la temida desgracia no tuvo lugar y Casson logró resolver el misterio. Basándose en los datos que había descubierto se puso en contacto con la comisión parlamentaria que presidía el senador Libero Gualteri, encargada de investigar sobre los atentados terroristas. Gualteri y sus pares se inquietaron ante los descubrimientos que les comunicó el magistrado y reconocieron que había que agregarlos al trabajo de la comisión ya que explicaban el origen de los atentados y las razones por las cuales se habían mantenido impunes durante tantos años. El 2 de agosto de 1990, los senadores ordenaron al jefe del ejecutivo italiano, el primer ministro Giulio Andreotti, «informar en 60 días al parlamento sobre la existencia, la naturaleza y el objetivo de una estructura clandestina y paralela sospechosa de haber operado en el seno de los servicios secretos militares con el fin de influir en la vida política del país». [
17]
Al día siguiente, el 3 de agosto, el primer ministro Andreotti se presentó ante la comisión parlamentaria y, por primera vez desde 1945, confirmó, como miembro en funciones del gobierno italiano, que una organización de seguridad que actuaba bajo las órdenes de la OTAN había existido en Italia. Andreotti se comprometió ante los senadores a entregarles un informe escrito sobre aquella organización en un plazo de 60 días: «Presentaré a esta comisión un informe muy detallado que he pedido al ministerio de Defensa. [El informe] tiene que ver con las operaciones preparadas por iniciativa de la OTAN ante la hipótesis de una ofensiva contra Italia y la ocupación de la totalidad del territorio italiano o de una parte del mismo. Según lo que me han indicado los servicios secretos, esas operaciones se desarrollaron hasta 1972. Se decidió entonces que ya no eran indispensables. Proporcionaré a la comisión toda la documentación necesaria, tanto sobre el tema en general como sobre los descubrimientos del juez Casson en el marco de las investigaciones sobre el atentado de Peteano.» [
18]
Giulio Andreotti, que tenía 71 años en el momento de la audiencia, no era un testigo cualquiera. Su comparencia ante la comisión le dio la oportunidad de sumergirse nuevamente en su larguísima carrera política, probablemente sin equivalente en Europa occidental. A la cabeza del partido demócrata-cristiano (Democrazia Cristiana Italiana o DCI), que actuó durante toda la guerra fría como baluarte contra el PCI, Andreotti gozaba del apoyo de Estados Unidos. Conoció personalmente a todos los presidentes estadounidenses y, a los ojos de muchos observadores italianos y extranjeros, fue el político más influyente de la Primera República Italiana (1945-1993).

Al cabo de décadas de manipulación de la democracia, Giulio Andreotti recupera la memoria.
A pesar de la poca duración que caracterizó a los gobiernos de la frágil Primera República italiana, la habilidad de Andreotti le permitió mantenerse en el poder gracias a numerosas coaliciones convirtiéndose así en un personaje inevitable en el Palazzo Chigi, la sede del gobierno italiano. Nacido en Roma en 1919, Andreotti se convirtió en ministro del Interior a los 35 años antes de imponer un verdadero record al ocupar 7 veces el sillón de primer ministro y obtener sucesivamente no menos de 21 carteras ministeriales, entre ellas la de ministro de de Relaciones Exteriores, que le fue confiada 7 veces. Sus partidarios lo comparaban con Julio Cesar y lo llamaban el «Divino Giulio» mientras que sus detractores lo veían como el arquetipo del tramposo y lo llamaban «el Tío». Se cuenta que su película de gángsters preferida era Goodfellas, por la frase de Robert De Niro: «No delates nunca a tus socios y evita hablar de más». La mayoría de los observadores están de acuerdo en que fue su talento como estratega lo que permitió que el Divino Giulio lograra sobrevivir a las numerosas fechorías e intrigas del poder en las que muy a menudo estuvo directamente implicado. [
19]
Al revelar la existencia de la Operación Gladio y de los ejércitos secretos de la OTAN, «El Tío» había decidido finalmente romper la ley del silencio. Al derrumbarse la Primera República, al final de la guerra fría, el poderoso Andreotti, que no era ya más que un anciano, fue arrastrado ante numerosos tribunales acusado de haber manipulado las instituciones políticas, de haber colaborado con la mafia y de haber ordenado en secreto el asesinato de opositores políticos. «La justicia italiana se ha vuelto loca», exclamó en noviembre de 2002 el primer ministro Silvio Berlusconi cuando la Corte de Apelación de Perugia condenó a Andreotti a 24 años de cárcel.
Mientras que los jueces recibían amenazas de muerte y había que ponerlos bajo protección policial, los canales de televisión interrumpían la transmisión del fútbol para anunciar que Andreotti había sido encontrado culpable de haber encargado al padrino de la mafia Gaetano Badalamenti el asesinato, en 1979, del periodista de investigación Mino Pirelli para evitar que se supiera la verdad sobre el asesinato del presidente de la República Italiana, el demócrata-cristiano Aldo Moro. La iglesia católica trató de salvar la reputación del Divino Giulio. Ante la gravedad de los hechos, el cardenal Fiorenzo Angelini declaró: «Jesucristo también fue crucificado antes de resucitar». A pesar de todo, Andreotti no acabó sus días tras las rejas. Los veredictos en su contra fueron anulados en octubre de 2003 y «El Tío» fue puesto nuevamente en libertad.
Durante sus primeras revelaciones sobre la Operación Gladio ante los senadores italianos, el 3 de agosto de 1990, Andreotti puso especial énfasis en precisar que «esas operaciones prosiguieron hasta 1972» para protegerse a sí mismo de posibles repercusiones. En efecto, en 1974, cuando era ministro de Defensa, el propio Andreotti había declarado oficialmente en el marco de una investigación sobre varios atentados cometidos por la extrema derecha: «Yo afirmo que el jefe de los servicios secretos descartó varias veces de forma explícita la existencia de una organización secreta de cualquier naturaleza o envergadura». [
20] En 1978, Andreotti también había prestado testimonio en el mismo sentido ante los jueces que investigaban el atentado perpetrado en Milán por la extrema derecha.
Cuando la prensa italiana reveló que el ejército secreto Gladio, lejos de haber sido disuelto en 1972, seguía estando activo, la mentira de Andreotti no pudo seguir sosteniéndose. Durante las semanas siguientes, en agosto y septiembre de 1990, contrariamente a lo que acostumbraba a hacer, el primer ministro se comunicó profusamente con el extranjero, trató de ponerse en contacto con numerosos embajadores y se entrevistó con ellos. [
21] Como el apoyo internacional tardaba en llegar, Andreotti, que temía por su cargo, pasó a la ofensiva y trató de subrayar la importancia del papel de la Casa Blanca y de otros muchos gobiernos de Europa occidental que no sólo habían conspirado en la guerra secreta contra los comunistas sino que habían participado en ella activamente. Al tratar de dirigir la atención hacia la implicación de otros países, Andreotti recurrió a una estrategia eficaz aunque bastante arriesgada.
El 18 de octubre de 1990, Andreotti envió urgentemente un mensajero del Palazzo Chigi a la Piazza San Macuto, donde sesionaba la comisión parlamentaria. El mensajero entregó al secretario de recepción del Palazzo Chigi el informe titulado «Un SID paralelo – El caso Gladio». Un miembro de la comisión parlamentaria, el senador Roberto Ciciomessere, supo por casualidad que el informe de Andreotti había sido entregado y que estaba en manos del secretario del Palazzo Chigi. Al echar un vistazo al texto, el senador quedó grandemente sorprendido al comprobar que Andreotti no se limitaba a proporcionar una descripción de la Operación Gladio sino que, en contradicción con su propia declaración del 3 de agosto, reconocía que la organización seguía estando activa.
El senador Ciciomessere pidió una fotocopia del informe, que le fue denegada con el pretexto que, según el procedimiento en vigor, el presidente de la comisión, el senador Gualtieri, tenía que ser el primero en conocer el contenido del informe. Pero el senador Gualtieri nunca llegó a leer aquella primera versión del informe de Andreotti sobre la red Gladio. Tres días después, cuando iba a guardarlo en su portadocumentos para llevarlo a su casa y leerlo allí durante el fin de semana, Gualtieri recibió una llamada del primer ministro informándole que éste necesitaba inmediatamente el informe «para volver a trabajar algunos pasajes».
Gualtieri sintió cierta incomodidad, pero finalmente aceptó de mala gana devolver el documento al Palazzo Chigi, luego de hacer varias fotocopias del mismo. [
22] Los métodos poco habituales a los que recurrió Andreotti provocaron un escándalo en toda Italia y no hicieron más que agravar las sospechas. Los periódicos publicaron titulares como «Operación Giulio», en referencia a la Operación Gladio, y entre 50 000 y 400 000 ciudadanos indignados, inquietos y furiosos participaron, respondiendo al llamado del PCI, en una marcha por el centro de Roma, una de las manifestaciones más importantes de aquel periodo, bajo la consigna «Queremos la verdad». Algunos desfilaron disfrazados de gladiadores. En la Piazza del Popolo, el líder del PCI, Achille Occhetto, anunció a la multitud que aquella marcha obligaría al gobierno a revelar las tenebrosas verdades que había mantenido en secreto durante tantos años: «Estamos aquí para obtener la verdad y transparencia». [23]
El 24 de octubre, el senador Gualteri tuvo de nuevo en su poder el informe de Andreotti sobre el «SID paralelo». Dos páginas habían desaparecido y esta versión final ya no tenía más que 10. El parlamentario la comparó con las fotocopias de la primera versión y notó inmediatamente que varios fragmentos sensibles sobre las conexiones internacionales y la existencia de organizaciones similares en el extranjero habían sido suprimidos. Además, todas las menciones relativas a la organización secreta, que anteriormente aparecían en presente, lo cual sugería que seguían existiendo, aparecían ahora en pasado. Estaba claro que la estrategia de Andreotti consistente en enviar un documento y recuperarlo después para modificarlo antes de reenviarlo de nuevo no podía engañar a nadie.
Los observadores coincidieron en que aquella manobra atraería obligatoriamente la atención hacia los fragmentos eliminados, o sea sobre la dimensión internacional del caso, lo cual tendría como resultado que se disminuyera la culpabilidad del primer ministro. Sin embargo, la ayuda del extranjero no llegó.
En la versión final de su informe, Andreotti explicaba que Gladio había sido concebido en los países miembros de la OTAN como una red clandestina de resistencia destinada a luchar contra una posible invasión soviética. Al terminar la guerra, los servicios secretos del ejército italiano, el Servizio di Informazioni delle Forze Armate (SIFAR), predecesor del SID, había firmado con la CIA «un acuerdo sobre “la organización de la actividad de una red clandestina postinvasión”, acuerdo designado con el nombre de Stay Behind, en el que se renovaban todos los compromisos anteriores que implicaban a Italia y Estados Unidos».
La cooperación entre la CIA y los servicios secretos militares italianos, como precisaba Andreotti en su informe, se encontraba bajo la supervisión y la coordinación de los centros encargados de las operaciones de guerra clandestina de la OTAN: «Una vez que se constituyó esa organización secreta de resistencia, Italia estaba llamada a participar (…) en las tareas del CPC (Clandestine Planning Committee), fundado en 1959, que operaba en el seno del [Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE), el cuartel general de las potencias europeas de la OTAN (...); en 1964, los servicios secretos italianos se integraron también al ACC (Allied Clandestine Committee).» [
24]
El ejército secreto Gladio, como reveló Andreotti, disponía de considerable armamento. El equipamiento proporcionado por la CIA había sido enterrado en 139 escondites distribuidos en bosques, campos e incluso en iglesias y cementerios. Según las explicaciones del primer ministro italiano, esos arsenales contenían «armas portátiles, municiones, explosivos, granadas de mano, cuchillos, dagas, morteros de 60 mm., fusiles sin retroceso calibre 57, fusiles con mirillas telescópicas, transmisores de radio, prismáticos y otros tipos de equipamiento diverso» [
25] Además de las protestas de la prensa y de la población contra las acciones de la CIA y la corrupción del gobierno, las escandalosas revelaciones de Andreotti también dieron lugar a una verdadera fiebre en la búsqueda de escondites de armas.
El padre Giuciano recuerda el día en que los periodistas invadieron su iglesia en busca de los secretos enterrados del Gladio, movidos por intenciones ambiguas: «Me avisaron después del mediodía cuando dos periodistas de Il Gazzettino vinieron a preguntarme si yo sabía algo sobre depósitos de municiones aquí, en la iglesia. Empezaron a cavar en este lugar y rápidamente encontraron dos cajas. Pero el texto indicaba buscar también a unos 30 centímetros de la ventana. Así que retomaron sus excavaciones por allí. Apartaron una de las cajas ya que contenía una bomba de fósforo. Los carabineros salieron mientras que dos expertos abrían la caja. Todavía había otra más, que contenía dos metralletas. Todas las armas estaban nuevas, en perfecto estado. Nunca habían sido utilizadas.» [
26]
En contradicción con lo que el terrorista Vinciguerra había indicado en los años 1980, Andreotti afirmaba insistentemente que los servicios secretos militares italianos y los miembros de Gladio no tenían absolutamente nada que ver con la ola de atentados que se había producido en Italia. Según Andreotti, antes de ser reclutado, cada miembro de Gladio era sometido a exámenes intensivos y tenía que «ajustarse rigurosamente» a la ley que regía el funcionamiento de los servicios secretos con el fin de probar su «fidelidad absoluta a los valores de la Constitución republicana antifascista».
El procedimiento tenía también como objetivo garantizar la exclusión de todo aquel que ocupara alguna función administrativa o política. Además, según afirmaba también Andreotti, la ley estipulaba que «los elementos preseleccionados no tuviesen antecedentes penales, no tuviesen ningún compromiso de tipo político y no participaran en ningún tipo de movimiento extremista». Al mismo tiempo, Andreotti señalaba que los miembros de la red no podían declarar ante la justicia y que sus identidades así como otros detalles sobre el ejército secreto eran secreto militar. «La Operación, debido a sus modalidades concretas de organización y de acción –tal y como estaban previstas por las directivas de la OTAN e integradas en su estructura específica– debe prepararse y ejecutarse en el más absoluto secreto.» [
27]
Las revelaciones de Andreotti sobre el «SID paralelo» sacudieron Italia. A muchos les costaba aceptar la idea de un ejército secreto dirigido por la CIA y la OTAN en Italia y en el extranjero. ¿Podía ser legal una estructura de ese tipo? El diario italiano La Stampa fue particularmente duro: «Ninguna razón de Estado puede justificar que se mantenga, que se cubra o se defienda una estructura militar secreta compuesta de elementos reclutados en base a criterios ideológicos –dependiente o, como mínimo, bajo la influencia de una potencia extranjera– y que sirva de instrumento para un combate político. No existen, para calificar eso, palabras que no sean alta traición o crimen contra la Constitución.» [
28]
En el senado italiano, representantes del Partido Verde, del Partido Comunista y del Partido de los Independientes de Izquierda acusaron al gobierno de haber utilizado las unidades de Gladio para practicar una vigilancia territorial y perpetrar atentados terroristas con el objetivo de condicionar el clima político. Pero el PCI estaba sobre todo convencido de que, desde el comienzo de la guerra fría, el verdadero blanco de la red Gladio no había sido un ejército extranjero sino los propios comunistas italianos. Los observadores subrayaban que «con ese misterioso SID paralelo, fomentado para contrarrestar un imposible golpe de Estado de la izquierda, estuvimos corriendo sobre todo el peligro de vernos expuestos a un golpe de Estado de la derecha (…) No podemos creer eso (…), que ese superSID haya sido aceptado como una herramienta militar destinada a operar “en caso de una ocupación enemiga”. El único verdadero enemigo fue y ha sido siempre el partido comunista italiano, o sea un enemigo interno.» [
29]
Decidido a no asumir sólo aquella responsabilidad, el primer ministro Andreotti se presentó ante el parlamento italiano, el mismo día que entregó su informe final sobre Gladio, y declaró: «A cada jefe de gobierno se le informaba la existencia de Gladio». [
30] Sumamente embarazosa, esa declaración comprometió entre otros a los ex primeros ministros, como el socialista Bettino Craxi (1983-1987); Giovanni Spadolini del Partido Republicano (1981-1982), entonces presidente del senado; Arnaldo Forlani (1980-1981), quien era en 1990 secretario de la DCI; y Francesco Cossiga (1978-1979), en aquel entonces presidente de la República.
Al verse de pronto en el ojo de la tormenta, debido a las revelaciones de Andreotti, las reacciones de estos altos dignatarios fueron confusas. Craxi afirmaba que nunca se le había informado la existencia de Gladio, hasta que le pusieron delante un documento sobre Gladio firmado de su puño y letra en la época en que él era primer ministro. Spadolini y Forlani sufrieron similares ataques de amnesia, pero también tuvieron que retractarse de sus declaraciones iniciales. Spadolini provocó la hilaridad de todo el mundo al precisar que había que distinguir entre lo que él sabía como ministro de Defensa y lo que le informaban como primer ministro. Francesco Cossiga, presidente de la República desde 1985, fue el único que reconoció plenamente su papel en la conspiración.
Durante una visita oficial en Escocia, anunció que estaba incluso «feliz y orgulloso» de haber contribuido a la creación del ejército secreto como encargado de asuntos de Defensa en el seno de la DCI, en los años 1950. [
31] Declaró que todos los miembros de Gladio eran buenos patriotas y se expresó en los siguientes términos: «Yo considero como un gran privilegio y una prueba de confianza (…) el haber sido escogido para esa delicada tarea (…) Tengo que decir que estoy orgulloso de que hayamos podido guardar ese secreto durante 45 años.» [32] Al abrazar así la causa de la organización implicada en actos de terrorismo, el presidente tuvo que enfrentar, a su regreso a Italia, una tempestad política y exigencias de renuncia y de destitución por alta traición provenientes de todos los partidos. El juez Casson tuvo la audacia de llamarlo a comparecer como testigo ante la comisión investigadora del senado.
Pero el presidente, que visiblemente ya no estaba tan «feliz», se negó de forma colérica y amenazó con cerrar toda la investigación parlamentaria sobre Gladio: «Reenviaré al parlamento el acta que extiende sus poderes y, si [el parlamento] la aprueba de nuevo, reexaminaré el texto para determinar si reúne las condiciones para presentar un rechazo [presidencial] definitivo de su promulgación». [
33] Como aquella amenaza no tenía ninguna justificación constitucional, los críticos empezaron a cuestionar la salud mental del presidente. Cossiga renunció a la presidencia en abril de 1992, 3 meses antes del término legal de su mandato. [34]
En una alocución pública pronunciada ante el senado italiano el 9 de noviembre de 1990, Andreotti subrayó nuevamente que la OTAN, Estados Unidos y numerosos países de Europa occidental, como Alemania, Grecia, Dinamarca y Bélgica, estaban implicados en la conspiración stay-behind. Como prueba de sus alegaciones, reveladores datos confidenciales fueron entregados a la prensa, la publicación política italiana Panorama divulgó íntegramente el documento El SID paralelo – El caso Gladio, que Andreotti había entregado a la comisión parlamentaria.
Cuando las autoridades francesas trataron de negar su propia implicación en la red internacional Gladio, Andreotti contestó implacablemente que Francia también había participado secretamente en la última reunión del comité director de Gladio, el ACC, que se había desarrollado en Bruselas sólo unas pocas semanas antes, los días 23 y 24 de octubre de 1990, ante lo cual, un poco incómoda, Francia tuvo que reconocer su participación en la operación. A partir de entonces, se hacía imposible desmentir la dimensión internacional de la guerra secreta y el escándalo no tardó en extenderse por toda Europa occidental.
Después, siguiendo las fronteras de los Estados miembros de la OTAN, se propagó rápidamente por Estados Unidos. La comisión del parlamento italiano encargada de investigar sobre Gladio y sobre los atentados perpetrados en su país concluyó: «Aquellas matanzas, aquellas bombas, aquellas operaciones militares fueron organizadas, instigadas o apoyadas por personas que trabajan para las instituciones italianas y, como se descubrió más recientemente, por individuos vinculados a las estructuras de la inteligencia estadounidense». [
35]
Daniele Ganser
Daniele Ganser Historiador suizo, especialista en relaciones internacionales contemporáneas. Se dedica a la enseñanza en la universidad de Basilea.



[1] Diario británico The Observer del día 18 de noviembre de 1990.
[2] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía que, en caso de que el Ejército Rojo invadiese Europa occidental, aquellos agentes debían permanecer tras las líneas enemigas. Pero en algunos países aquella red, creada con las mejores intenciones, se convirtió en instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[3] Los investigadores Fabrizio Calvi y Frederic Laurent, especializados en servicios secretos, realizaron lo que constituye probablemente el mejor documental sobre el atentado de la Piazza Fontana. Piazza Fontana: Storia di un Complotto se transmitió el 11 de diciembre de 1997, a las 20h50, a través del canal público de televisión Rai Due. Una adaptación al francés, titulada L’Orchestre Noir: La Stratégie de la tension, se transmitió en 2 partes a través del canal de televisión franco-alemán Arte el martes 13 y el miércoles 14 de enero de 1998 a las 20h45. En ese documental, Fabrizio Calvi y Frederic Laurent interrogan a numerosos testigos, incluso a jueces que investigaron el caso durante años, a Guido Salvini y Gerardo D’Ambrosio, a activistas fascistas como Stefano Delle Chiaie, Amos Spiazzi, Guido Giannettini, Vincenzo Vinciguerra y el capitán Labruna, al ex primer ministro italiano Giulio Andreotti así como a Victor Marchetti y Marc Wyatt de la CIA. Este documental puede verse en DailyMotion.
[4] Fragmento del libro de Giovanni Fasanella y Claudio Sestieri con Giovanni Pellegrino: Segreto di Stato. La verità da Gladio al caso Moro (Einaudi Editore, Turin, 2000), introducción.
[5] Sobre este tema, ver: «1980: carnage à Bologne, 85 morts», Réseau Voltaire, 12 de marzo de 2004. Ndlr.
[6] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Se trata del segundo documental de una serie de 3 dedicados a Gladio por el realizador Francovich consacrés au Gladio. Transmitido en BBC2 el 17 de junio de 1992. Este documental puede verse en YouTube.
[7] Philip Willan, «Terrorists ‘helped by CIA’ to stop rise of left in Italy», publicado en el diario británico The Guardian el 26 de marzo de 2001. Willan es un especialista en materia de intervenciones secretas de Estados Unidos en Italia. Autor del libro de referencia Puppetmasters. The Political Use of Terrorism in Italy (Constable, Londres, 1991).
[8] Senato della Repubblica Italiana. Commissione parlamentare d’inchiesta sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei responsabili delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto storico-politico. El informe final fue publicado bajo ese título en 1995.
[9] Programa informativo cotidiano británico Newsnight transmitido por BBC1 el 4 de abril de 1991.
[10] Diario británico The Observer del 7 de junio de 1992.
[11] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists… and a top-level campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought carnage and cover-up» publicado en el diario The Guardian el 5 de diciembre de 1990.
[12] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
[13] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin Michel, París, 1994), p.105.
[14] Publicación política italiana Europeo del 16 de noviembre de 1990.
[15] Ed. Vulliamy, «Secret agents, freemasons, fascists... and a top-level campaign of political ‘destabilisation’: ‘Strategy of tension’ that brought carnage and cover-up», publicado en el diario británico The Guardian el 5 de diciembre de 1990.
[16] «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?», publicado sin que se especificara un autor en la revista informativa alemana Der Spiegel, N°48, 26 de noviembre de 1990.
[17] Mario Coglitore (ed.), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e silenzi della Repubblica (Calcusca Edizioni, Padua, 1992), p.131.
[18] Fragmento de Coglitore, Gladiatori, p.132.
[19] Ver la notable biografía de Andreotti por Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen Geheimdienst und Mafia (Herbig Verlag, Munich,1997).
[20] Diario británico The Guardian, 5 de diciembre de 1990.
[21] Leo Muller, Gladio – das Erbe des Kalten Krieges. Der Nato-Geheimbund und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.26.
[22] Para un recuento detallado de los hechos, ver los diarios italianos La Repubblica, Corriere della Sera y La Stampa del 24 de octubre de 1990.
[23] «50 000 seek truth about secret team», publicado sin autor específico en el diario canadiense The Toronto Star, 18 de noviembre de 1990.
[24] Franco Ferraresi, «A secret structure codenamed Gladio» en Italian Politics. A Review, 1992, p.30. Ferraresi cita directamente el documento que Andreotti envió a la comisión parlamentaria. El diario italiano L’Unita publicó la primera y la segunda versión del documento de Andreotti en una edición especial el 14 de noviembre de 1990. La traducción íntegra esta disponible en el sitio de la Red Voltaire.
[25] Ferraresi, Gladio, p.30, citas del documento de Andreotti.
[26] El padre Giuciano da su testimonio frente a la iglesia en el documental de Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de una serie de tres que Francovich dedicó a Gladio, transmitido por BBC2 el 17 de junio de 1992.
[27] Ferraresi, Gladio, p.31, citas del documento de Andreotti.
[28] Citado por Ferraresi, Gladio, p.31.
[29] Norberto Bobbio citado por Ferraresi, Gladio, p.32.
[30] Muller, Gladio, p.27.
[31] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
[32] Agencia de prensa Reuters, 12 de noviembre de 1990.
[33] Ferraresi, Gladio, p.32.
[34] The Economist, 30 de marzo de 1991.
[35] «Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei responsabiliy delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra al 1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma junio de 2000». Philip Willan: «US ‘supported anti-left terror in Italy’. Report claims Washington used a strategy of tension in the cold war to stabilise the centre-right», publicado en el diario británico The Guardian, 24 de junio de 2000.
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Los ejércitos secretos de la OTAN (II)
Cuando se descubrió el Gladio en los Estados europeos…
por Daniele Ganser *

Proseguimos la publicación seriada de la obra de referencia sobre las redes stay-behind de la OTAN. En este segundo capítulo, el historiador suizo Daniele Ganser describe la larga serie de descubrimientos que revelaron la existencia de esa organización clandestina en toda Europa occidental y más allá así como el manto de silencio que rápidamente se extendió sobre ese escándalo. La cuestión planteada entonces por el Parlamento Europeo era saber si las instituciones democráticas no eran más que una fachada tras la cual los anglosajones venían manipulando a los pueblos de Europa occidental desde hacía medio siglo. Una pregunta que sigue siendo válida.

26 de noviembre de 2009

Fin del año 1990, el escándalo sobre el Gladio estalla en momentos en que el presidente francés Francois Mitterrand prepara la opinión pública para la entrada de Francia en la guerra de Irak junto a Estados Unidos. Mitterrand confía a su ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevenement (con los brazos cruzados en la foto) la misión de acallar la verdad. Los franceses deben seguir ignorando que, desde hace medio siglo, una estructura militar clandestina dirige los Estados de Europa occidental al margen de las instituciones democráticas. ______________________________________________
Este artículo es la continuación de la primera parte:
«Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia de Gladio…» ________________________________________________
Los periodistas extranjeros reunidos en el club de la prensa de Roma en el verano de 1990 se quejaban de la cobardía de sus redacciones ante el delicado caso Gladio y su dimensión internacional. Efectivamente, se hace necesario recordar el delicado contexto en que se produjeron las revelaciones que el primer ministro italiano Giulio Andreotti hiciera el 3 de agosto ante el senado de su país sobre la existencia de un ejército secreto stay-behind creado por la OTAN en toda Europa occidental.
La reveladora alocución de Andreotti tuvo lugar el día después del 2 de agosto de 1990, día de la invasión de Kuwait por el dictador iraquí Sadam Husein. En París, Londres y Washington, jefes de redacciones y consejeros militares temían que aquel escándalo viniera a perturbar los preparativos para la guerra del Golfo. El 2 de agosto, en Nueva York, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, «espantados por la invasión de Kuwait», habían impuesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, con la anuencia de China y Rusia, la adopción de la resolución 660, que ordenaba «la retirada inmediata e incondicional de todas las fuerzas iraquíes de las posiciones ocupadas el 1º de agosto de 1990».
En Occidente y en el mundo entero los medios de difusión estaban entonces focalizados en la «crisis del Golfo» y relataban como Estados Unidos, bajo la presidencia de George Bush padre, había emprendido la mayor operación militar desde la Segunda Guerra Mundial a la cabeza de una coalición de países a la que pertenecían Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Holanda para liberar Kuwait de la ocupación iraquí en el marco de una operación bautizada como «Tormenta del Desierto», en enero y febrero de 1991 [
1]. Las grandes cadenas televisivas tenían así simultáneamente dos extrañas historias que poner a la disposición del público: una guerra limpia en el Golfo Pérsico y el escándalo del Gladio en Europa, que finalmente optaron por silenciar [2].
Como consecuencia de las revelaciones del primer ministro italiano Giulio Andreotti, el escándalo atraviesa las fronteras de Italia cuando, el 30 de octubre, el ex primer ministro socialista de Grecia, Andreas Papandreou, confirma en el diario griego Ta Nea que él mismo había descubierto, en 1984, una estructura secreta de la OTAN muy parecida al Gladio italiano y cuyo desmantelamiento había ordenado de inmediato. Otras voces se hicieron oír para exigir una investigación parlamentaria sobre el ejército secreto y su supuesto papel en el golpe de los coroneles de 1967. Pero el gobierno conservador griego de la época hizo caso omiso. El ministro de defensa Varvitsiotis explicó que un ex agregado militar griego en Washington que había trabajado para la OTAN examinaría las acusaciones, pero anunció: «El gobierno no tiene nada que temer» [
3].
De Grecia el escándalo pasó después a Alemania donde, el 5 de noviembre, un parlamentario verde, Manfred Such, que se había enterado del escándalo a través del diario alemán TAZ, emplazó solemnemente al gobierno de Helmut Kohl a expresarse sobre las sospechas de existencia de estructuras del tipo Gladio en Alemania. Mientras que en el ministerio de Defensa alemán se reflexionaba sobre la forma más conveniente de encarar aquel emplazamiento, el canal privado de televisión RTL provocó la indignación pública al revelar, en un reportaje especial dedicado a Gladio, que ex miembros de las SS hitlerianas habían formado parte de la rama alemana de la red y que, en muchos otros países, partidarios de la extrema derecha habían sido enrolados en el ejército secreto anticomunista.
La tensión aumentó todavía más cuando el vocero del gobierno alemán, Hans Klein, trató de explicar de forma confusa que «el Gladio alemán no era, como se ha dicho, un comando secreto o una unidad de guerrilla», y agregó que no podía mencionar detalles debido a que el asunto era secreto militar [
4]. Las declaraciones de Klein provocaron un escándalo entre los socialdemócratas y los verdes de la oposición, quienes vieron en ellas un trampolín dada la cercanía de las elecciones federales.
El parlamentario Hermann Scheer, el especialista en cuestiones de defensa en el seno del SPD, el partido socialdemócrata alemán, comparó aquella misteriosa red a una especie de «Ku Klux Klan», más destinado a realizar operaciones clandestinas contra la población y contra la oposición que a luchar contra una improbable invasión soviética. Scheer insistía en que urgía implementar una investigación sobre Gladio «antes de que puedan hacer desaparecer las pruebas» [
5]. «Este asunto es de la competencia del fiscal general (Generalbundesanwalt)», explicó Scheer, «ya que la existencia de una organización militar secreta fuera de todo control gubernamental o parlamentario es totalmente contraria a la ley fundamental y entra, por lo tanto, dentro del campo de la justicia penal» [6].
El parlamentario socialdemócrata Wilfried Penner, miembro de la Comisión Parlamentaria de Control (PKK) de los servicios secretos alemanes, precisó que nunca había oído hablar de la red secreta de la OTAN ni «de sus ramificaciones mafiosas» y que «este asunto tenía que ser tratado públicamente, a la vista de todos» [
7]. Burkhard Hirsch, responsable de los servicios secretos en el seno del gobierno y miembro de la PKK, se declaró también «extremadamente inquieto» ya que «si algo puede permanecer en secreto durante tanto tiempo, y pueden confiar en mi larga experiencia, es porque hay algo podrido» [8]. Las voces que se elevaban desde las filas del SPD exigiendo una investigación oficial se callaron sin embargo rápidamente cuando el gobierno democratacristiano reveló que los ministros socialdemócratas también habían mantenido el secreto durante los años que estuvieron en el poder. Es por esa razón que, a pesar de las protestas de los verdes, la cuestión se zanjó a puertas cerradas.
En Bélgica, en la noche del 7 de noviembre, el ministro socialista de Defensa Guy Coeme confirmó a una población espantada que en su país también había existido un ejército secreto vinculado a la OTAN. En una referencia implícita a las matanzas registradas en Brabante –durante los años 1980, hombres vestidos de negro habían abierto fuego sobre los clientes de varios supermercados causando numerosos muertos–, el ministro agregó: «Quiero descubrir ahora si existe un vínculo entre las actividades de esa red secreta y la ola de atentados que ensangrentó nuestro país durante los últimos años» [
9].
Enfrentando las cámaras de la prensa, el primer ministro belga Wilfried Martens, visiblemente preocupado, declaró: «Soy primer ministro desde hace 11 años, pero siempre ignoré la existencia de una red de ese tipo en nuestro país». Los periodistas señalaron que el primer ministro, «de ordinario tan sosegado ante cualquier circunstancia», parecía esta vez «cualquier cosa menos relajado» [
10]. El parlamento belga decidió entonces formar una comisión especial encargada de investigar sobre la red stay-behind de Bélgica. Un año después, luego de haber obtenido el desmantelamiento de la red, dicha comisión presentó un valioso informe público de no menos de 250 páginas [11].
Los parlamentarios belgas lograron descubrir que el ejército clandestino de la OTAN seguía estando activo. Supieron que el ACC, que se componía de los generales que comandaban los ejércitos stay-behind de numerosos países de Europa occidental, se había reunido en el mayor secreto en su cuartel general de Bruselas los días 23 y 24 de octubre de 1990. Aquel consejo se había desarrollado bajo la presidencia del general Raymond Van Calster, jefe del Servicio General de Inteligencia (SGR, siglas en francés), los servicios secretos militares belgas.
Van Claster montó en cólera cuando varios periodistas lograron seguir la pista hasta él y lo contactaron repetidamente por teléfono. La primera vez mintió a la prensa al negar categóricamente, el 9 de noviembre, haber presidido la reunión internacional del ACC y al afirmar que Gladio era una cuestión estrictamente italiana. Más tarde admitió que una red secreta había sido efectivamente instaurada en Bélgica después de la Segunda Guerra Mundial «con el fin de recoger datos de inteligencia ante la hipótesis de una invasión soviética» [
12]. Desmintiendo enérgicamente todo «vínculo directo con la OTAN», el general se negó a entrar en detalles, aunque afirmó solemnemente: «No tenemos nada que esconder» [13].
En Francia, el gobierno del presidente socialista Francois Mitterrand trató de restar importancia al asunto anunciando, a través de un representante prácticamente desconocido, que el ejército secreto «estado disuelto desde hacia mucho tiempo [en nuestro país]» [
14]. El general Constantin Melnik, jefe de los servicios secretos franceses entre 1959 y 1962, hizo correr además, a través del diario más importante de Francia, el rumor de que el Gladio francés había «sido probablemente desmantelado inmediatamente después de la muerte de Stalin en 1953 y no debía existir ya bajo la presidencia de De Gaulle [o sea después de 1958]» [15].
La prensa francesa se alineó detrás del gobierno, que aquel entonces se encontraba en plenos preparativos para la guerra del Golfo, y se cuidó de hacer preguntas demasiado delicadas. Fue así como un «escándalo que ocupaba los titulares de primera plana en todos los diarios de Europa sólo se reflejó en una pequeña nota en los diarios parisinos» [
16].
Implacablemente, el primer ministro italiano Andreotti echó por tierra la mentira francesa al declarar el 10 de noviembre de 1990 que Francia había participado también en la última reunión de la jefatura de Gladio, el ACC, celebrada en Bélgica el 23 de octubre de 1990. Después de aquella revelación, el ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevenement, ante aquella situación embarazosa, trató de limitar los daños afirmando que el ejército secreto francés se había mantenido pasivo: «Según las informaciones de que dispongo, nunca tuvo más función que la de mantenerse a la espera y cumplir una función de enlace».
En respuesta a un periodista de radio que le preguntaba si se iba a producir en Francia una tormenta política similar a las Italia y Bélgica, el ministro se entregó a varias especulaciones sobre las actividades terroristas o de otro tipo del ejército secreto antes de contestar con toda calma: «No lo creo». [
17] La prensa subrayó que el gobierno estaba haciendo todo lo posible por evitar que la población viera en Gladio una «abominación nacional» [18].
En Gran Bretaña, varios voceros del ministerio de Defensa se turnaban día tras día dando invariablemente a la prensa casi la misma respuesta: «Lo siento pero nunca abordamos cuestiones de seguridad» o «Se trata de una cuestión de seguridad, por lo tanto no la abordaremos» o quizás «No nos dejaremos arrastrar al terreno de la seguridad nacional» [
19]. Mientras que los diarios seguían publicando día tras día titulares sobre el escándalo del Gladio, el ministro británico de Defensa Tom King se aventuró a abordar con desenfado el inquietante asunto: «No sé detrás de qué quimera están corriendo ustedes. La cosa parece terriblemente apasionante, pero me temo que soy un completo ignorante en la materia. Estoy mucho mejor informado sobre el Golfo» [20].
En el contexto de los preparativos para la Operación Tormenta del Desierto y la guerra contra Irak, al parlamento británico le pareció que no era urgente crear una comisión o abrir un debate parlamentario [sobre Gladio] y prefirió respaldar al gobierno del primer ministro John Major. En el verano de 1992, no se había proporcionado aún ninguna versión oficial sobre Gladio, lo cual provocó la indignación de periodistas como Hugh O’Shaughnessy: «El silencio de Whitehall [
21] y la falta casi total de curiosidad demostrada por los parlamentarios sobre un escándalo en que Gran Bretaña está tan profundamente implicada resultan extraordinarios [22].
En Holanda, el primer ministro Ruud Lubbers, en el cargo desde 1982, decidió reaccionar ante el delicado problema con el envío al parlamento, el 13 de noviembre, de una carta en la que confirmaba la existencia de un ejército secreto similar en el país y subrayando que «esa organización nunca estuvo bajo el control de la OTAN» [
23]. Posteriormente, Lubbers y el ministro de Defensa de Holanda, Relus Ter Beek, informaron a puertas cerradas al Comité encargado de las cuestiones vinculadas a la inteligencia y la seguridad en el seno del parlamento sobre ciertos detalles sensibles del Gladio holandés. «Los sucesivos jefes de gobierno y ministros de Defensa estimaron siempre que era preferible no involucrar en el secreto a los demás miembros del gabinete ni al parlamento», declaró Lubbers ante los diputados, agregando que estaba orgulloso de que una treintena de ministros hubieran sido capaces de mantener aquello en secreto.
Mientras los parlamentarios denunciaban el peligro que implicaba la existencia de un ejército secreto cuya existencia era desconocida para el parlamento y para la inmensa mayoría de la ciudadanía, se decidió que la red secreta no sería objeto de ninguna investigación parlamentaria ni informe público alguno. «El problema no es tanto que tal cosa [el Gladio] haya podido o pueda existir aún hoy en día», declaró el miembro de la oposición liberal Hans Dijkstal, «sino más bien que el parlamento no haya sido informado de nada antes de ayer en la noche» [
24].
En el vecino Luxemburgo, el primer ministro Jacques Santer se presentó ante el parlamento el 14 de noviembre de 1990 y confirmó que un ejército secreto creado por iniciativa de la OTAN había existido también en su país. «Las actividades de esas personas se limitaban, y así fue desde su origen, a entrenarse para su misión, o sea a aprender a reaccionar individualmente en un entorno hostil o a coordinar los esfuerzos con los países aliados», insistió Santer [
25].
El reclamo de Jean Huss, un representante del partido verde alternativo que demandaba en primer lugar que se abriera un debate parlamentario sobre la cuestión y la posterior creación de una comisión investigadora parlamentaria, fue sometido a votación y rechazado por la mayoría de los parlamentarios.
Cuando la prensa internacional anunció que «en Portugal, una radio de Lisboa reportó que células de la red asociada a la Operación Gladio fueron utilizadas durante los años 50 en la defensa de la dictadura de derecha de Salazar», el gobierno en funciones respondió emitiendo un desmentido oficial [
26]. El ministro portugués de Defensa, Fernando Nogueira, declaró el 16 de noviembre de 1990 que nunca había tenido conocimiento de la presencia de una red Gladio de ningún tipo en Portugal y afirmó que no se disponía en el ministerio de Defensa ni en la Comandancia de las fuerzas armadas «de ninguna información sobre la existencia o las actividades de una “estructura Gladio” en Portugal» [27].
Un general retirado desmintió la versión del gobierno y confirmó en la prensa, de forma anónima, que un ejército paralelo existía también en Portugal y que «dependía del ministerio de Defensa, del ministerio del Interior y del ministerio de Asuntos Coloniales» [
28]. En la vecina España, país que, al igual que Portugal, había vivido la mayor parte de la guerra fría bajo el yugo de una dictadura de derecha que reprimía la oposición política mediante el terror y la tortura, Alberto Oliart, ministro de Defensa a principios de los años 1980, calificó de «pueril» el hecho de preguntarse si la España franquista también había tenido un ejército secreto de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era el gobierno mismo» [29].
En Dinamarca, ante la presión pública, el ministro de Defensa Knud Engaard se dirigió al parlamento, el Folketing, el 21 de noviembre para desmentir que alguna organización «de cualquier naturaleza» hubiese sido creada en el país por la OTAN y sostenida por la CIA. «Como las informaciones relativas a una operación montada por los servicios secretos ante la hipótesis de una ocupación del país son confidenciales, incluso altamente confidenciales», subrayó el ministro, «me resulta imposible hablar de ellas ante el parlamento danés». Pelle Voigt, que había traído el caso de Gladio al parlamento, hizo notar que «la respuesta del ministro de Defensa era contradictoria y confirmaba indirectamente que Dinamarca también tenía su red clandestina» [
30]. Esto dio lugar a una discusión a puertas cerradas en el seno de la Comisión del parlamento danés encargada de controlar la acción de los servicios secretos.
Cuando la prensa de Noruega empezó a interpelar al gobierno sobre el tema del Gladio, la respuesta que recibió fue la más corta que se haya ofrecido nunca sobre ese tema. «Las palabras de Hansen siguen siendo exactas», declaró el vocero del ministerio de Defensa Erik Senstad, refiriéndose así a una intervención del ministro de Defensa Rolf Hansen ante el parlamento, intervención que databa de 1978 y en la que el ministro no tuvo más remedio que reconocer la existencia en Noruega de un ejército secreto, que ya había sido descubierto. El contralmirante Jan Ingebristen, quien había renunciado a su cargo de jefe de la inteligencia militar noruega en 1985, provocó la indignación de la población al justificar el secreto que rodeaba la existencia de aquellos ejércitos. «No hay en ello nada sospechoso. Si esas unidades están destinadas a actuar clandestinamente en territorio ocupado, es un imperativo que se mantengan en secreto» [
31].
En Turquía, la élite del poder reaccionó ante el escándalo del Gladio el 3 de diciembre a través del general Dogan Beyazit, presidente del Departamento de Operaciones del ejército turco, y del general Kemal Yilmaz, comandante de las Fuerzas Especiales, quienes confirmaron en la prensa la existencia de un ejército secreto creado por la OTAN y dirigido por el «Departamento de Operaciones Especiales» con la misión de «organizar la resistencia ante la posibilidad de una ocupación comunista» [
32].
Mientras los generales trataban de convencer a la opinión de que los miembros del Gladio turco eran todos buenos «patriotas», los periodistas y el ex primer ministro Bulent Ecevit revelaron que el ejército secreto, bautizado contraguerrilla, estaba implicado en actos de tortura, atentados y asesinatos así como en los sucesivos golpes de Estado que habían caracterizado la historia reciente de Turquía. El ejército se negó a responder las preguntas del parlamento y de los ministros civiles y el ministerio de Defensa turco le advirtió a Ecevit que «¡hubiera hecho mejor en cerrar el pico!» [
33].
Mientras la contraguerrilla [turca] proseguía varias operaciones, el propio Departamento de Estado estadounidense señalaba en su informe de 1995 sobre los derechos humanos que «fuentes confiables en el seno de organizaciones humanitarias, representantes de la comunidad kurda y kurdos presentes en el lugar afirman que el gobierno autoriza, incluso organiza, el asesinato de civiles». El informe precisaba que «las asociaciones de defensa de derechos humanos refieren una tesis generalizada y creíble según la cual un grupo de contraguerrilla vinculado a las fuerzas de seguridad estuvo cometiendo “matanzas secretas”».
Cuando la periodista [estadounidense] Lucy Komisar trató de extender la investigación a los Estados Unidos descubrió rápidamente que, en cuestión de secretos militares, su propio gobierno no era mucho mejor que los generales turcos. «El Pentágono se negó a decirme si Washington seguía proporcionando fondos o algún tipo de ayuda al Departamento de Operaciones Especiales. En realidad, esquivaron todas mis preguntas sobre ese tema.» Komisar recibió siempre respuestas evasivas: «Los representantes que pude ver me respondieron que no sabían nada o que los hechos eran demasiado recientes como para que hubiese algo en los archivos o que yo estaba describiendo una operación de la CIA sobre la que nada podían decirme». Un historiador del Pentágono le respondió: «Ah, ¿usted quiere hablar de la organización “stay-behind”? ¡Eso es confidencial!» [
34].
Pero el problema de la contraguerrilla [turca] no tardó en reaparecer. El 3 de noviembre de 1996, un automóvil negro marca Mercedes chocó con un tractor en una autopista, cerca del apartado pueblo de Susurluk, más de 150 kilómetros al sur de Estambul. Un dirigente de la contraguerrilla turca, un alto responsable de la policía y un miembro del Parlamento resultaron muertos en el accidente. Muchos vieron en ello la prueba concreta de la profunda implicación del gobierno en la guerra sucia de la contraguerrilla y miles de personas salieron a la calle para protestar contra el «Estado de Susurluk» y exigir que se liberara el país «del control de las pandillas».
En enero de 1998, el primer ministro Mesut Ylmaz tuvo que informar ante millones de teleespectadores sobre las conclusiones de los 7 meses de investigación parlamentaria sobre el escándalo de Susurluk. «Esto es la anatomía de un escandaloso caos», comenzó el primer ministro, antes de reconocer que un «escuadrón de la muerte se había mantenido en el seno del Estado» mientras que «todos los órganos del poder tenían conocimiento de la situación» [
35].
Como consecuencia de la profusión de revelaciones acusadoras en toda Europa occidental, el escándalo del Gladio fue objeto de debate en el Parlamento Europeo el 22 de noviembre de 1990. La Comunidad Europea se componía en aquel entonces de 12 miembros, y todos se veían afectados por el escándalo [
36]. Los 12 habían establecido entre sí una estrecha cooperación y se disponían a instaurar el Mercado Común, que debía garantizar la libre circulación de personas, bienes y servicios y capitales. Sin embargo, las cuestiones de seguridad y de defensa seguían estando en manos de cada uno de los Estados miembros ya que estos seguían siendo soberanos en ambos aspectos.
«Señor presidente, damas y caballeros, una exigencia de orden moral y político se plantea a la nueva Europa que poco a poco estamos construyendo», así abrió el debate aquel día el eurodiputado Falqui. «Esta Europa sólo podrá sobrevivir basándose en la verdad y en la perfecta transparencia de sus instituciones ante las oscuras intrigas contra la democracia que han marcado la historia, incluso la historia reciente, de muchos países europeos.» Subrayó Falqui que no habría «futuro alguno, señoras y señores, si no disipamos ese sentimiento de haber vivido en lo que pudiéramos llamar un doble Estado, abierto y democrático por un lado, por el otro clandestino y reaccionario. Es por ello que tenemos que conocer la naturaleza y el número de redes “Gladio” a las que dieron abrigo los Estados miembros de la Comunidad Europea» [
37].
El eurodiputado belga Dury (socialista) compartía aquellas preocupaciones al declarar a sus colegas parlamentarios: «Lo que nos inquieta en el caso Gladio es que tales redes hayan podido existir a espaldas y fuera de todo control de las instituciones políticas democráticas. Ese es, a mi entender, el principal problema subsistente.» Dury concluyó que la historia de los ejércitos secretos debía ser investigada: «Estamos, por nuestra parte, convencidos de la necesidad de arrojar luz sobre todo este asunto para definir todas sus implicaciones y poner fin a los abusos que pudiesen perdurar y afectar a otras organizaciones así como prevenir las posibles tentaciones que pudiesen haberse suscitado».
Según el eurodiputado belga, la investigación tenía que abordar también el papel de la OTAN «aunque en lo tocante a su responsabilidad y la del SHAPE, no creo que se pueda hablar de conspiración», indicó. «Me parece, a pesar de todo, que tenemos que mantenernos especialmente vigilantes y atentos si queremos que se sepa toda la verdad. Bien sabemos que ciertos miembros de Gladio son también miembros de los comités de la OTAN». Y concluyó: «Arrojar luz sobre este tipos de zonas oscuras constituye precisamente la obligación que nos confiere nuestro mandato democrático» [
38].
«Señor presidente, el sistema Gladio operó durante 40 años bajo distintos nombres», declaró ante sus colegas el parlamentario griego Ephremidis. «Operó en la clandestinidad y razonablemente podemos atribuirle una responsabilidad en todos los actos de desestabilización, de provocación y de terrorismo cometidos en nuestros países a lo largo de 4 décadas, actos en los que seguramente se encuentra implicado de forma directa o indirecta». Ephremidis denunció enérgicamente la red stay-behind en su conjunto y sobre todo «el hecho que [esa red] haya sido instaurada por la CIA y la OTAN, las cuales –con el pretexto de defender la democracia– pisotearon ésta última y la utilizaron en aras de sus funestos propósitos».
Al aludir de forma implícita al papel que desempeñó el Gladio griego en el golpe de Estado de 1967, señaló indignado el hecho que «la democracia que se supone disfrutamos no ha sido ni es en realidad otra cosa que una fachada» y llamó al Parlamento Europeo a realizar una investigación. «Hay que descubrir cada una de las sutilezas del asunto y, para ello, tenemos que formar una subcomisión investigadora encargada de escuchar a los testigos y de dar a conocer toda la verdad para que se tomen todas las medidas necesarias para liberar por fin nuestros países de esas organizaciones clandestinas» [
39].
El parlamentario belga de Donnea (reformador liberal) ofreció, por su parte, una visión muy diferente: «Señor presidente, al término de la Segunda Guerra Mundial, para la mayoría de nuestros Estados estaba plenamente justificada la creación de servicios que tuvieran como misión la preparación de redes de resistencia que pudieran ser activadas en caso de ocupación de nuestro territorio por parte de los ejércitos del Pacto de Varsovia». Este eurodiputado belga subrayó: «Estamos por lo tanto en deuda con todos aquellos que, mientras la guerra fría se prolongaba eternamente, trabajaron en esas redes». Para de Donnea era evidente que los ejércitos secretos tenían que seguir siendo secretos: «Para mantener su eficacia, esas redes tenían necesariamente que mantenerse en la sombra», aunque deseaba de todas maneras que salieran a la luz sus supuestos vínculos con actividades terroristas: «Dicho esto, si existen indicios o fuertes presunciones que permiten suponer que esas redes hayan podido actuar de forma ilegal y anormal en ciertos países, es interés de todos averiguar la verdad y castigar a los culpables» [
40].
El diputado flamenco Vandemeulebroucke resumió de manera bastante justa el sentir de numerosos europeos: «Este caso deja un gusto amargo porque se remonta a la creación de la Comunidad Europea y porque pretendemos precisamente instaurar una nueva forma de democracia». Precisó Vandemeulebroucke que era sobre todo el secreto que rodeaba la operación lo que le inquietaba como parlamentario, ya que «los presupuestos de esas organizaciones clandestinas se mantuvieron también en secreto. No se discutieron nunca en ningún parlamento y queremos expresar nuestra inquietud en cuanto al hecho que (…) resulta evidente que existen órganos capaces de tomar decisiones y de hacer que estas se apliquen sin verse sometidos a ningún tipo de control democrático».
El diputado holandés concluyó: «Quiero protestar más enérgicamente aun contra el hecho que el ejército americano, ya sea a través del SHAPE, de la OTAN o de la CIA, se arrogue el derecho de interferir en nuestra democracia». Reconoció después que el asunto no entraba dentro del campo de competencia del Parlamento Europeo. «Estoy perfectamente conciente de que no somos competentes en materia de seguridad y de mantenimiento de la paz», explicó. «Es por eso que la resolución votada pide la creación de una comisión investigadora parlamentaria en cada uno de los 12 Estados miembros para se sepa la verdad» [
41].
Como consecuencia de los debates, el Parlamento Europeo decidió adoptar una resolución sobre el caso Gladio. La resolución contenía una enérgica denuncia del fenómeno y, en su preámbulo, intentaba describir la operación a través de 7 puntos:
1. «Considerando que varios gobiernos europeos han revelado la existencia desde hace 40 años y en varios Estados miembros de la Comunidad de una organización que realiza operaciones armadas y de inteligencia paralela»;
2. «Considerando que durante estos 40 años esa organización escapó a todo control democrático y fue dirigida por los servicios secretos de los Estados interesados en colaboración con la OTAN»;
3. «Temiendo que tales redes hayan podido interferir ilegalmente en los asuntos políticos internos de los Estados miembros o que sigan teniendo la capacidad de hacerlo»;
4. «Considerando que en ciertos Estados miembros los servicios secretos militares (o elementos incontrolables en el seno de esos servicios) han estado implicados en graves actos de terrorismo y criminales como se ha probado mediante diversas investigaciones judiciales»;
5. «Considerando que esas organizaciones actuaron y siguen actuando fuera de todo marco legal, no están sometidas a ningún control parlamentario y, en la mayor parte de los casos, sin que sean informados los más altos responsables del gobierno y los garantes de la Constitución»;
6. «Considerando que las diferentes organizaciones “Gladio” disponen de sus propios arsenales y equipamientos militares que les garantizan una fuerza de ataque desconocida, constituyendo así una amenaza para las estructuras democráticas de los países en los que operan y han operado»;
7. «Profundamente preocupado ante la existencia de órganos de decisión y de ejecución fuera de todo control democrático y de naturaleza totalmente clandestina, en momentos en que un fortalecimiento de la cooperación comunitaria en materia de seguridad está siendo el centro de todos los debates».
Después de aquel preámbulo, la resolución condenaba, en primer lugar, «la creación clandestina de redes de acción y de manipulación y [llamaba] a abrir una profunda investigación sobre la naturaleza, la estructura, los objetivos y todo otro aspecto de esas organizaciones secretas o de todo grupo disidente, sobre su utilización como forma de injerencia en los asuntos políticos internos de los países interesados, sobre el problema del terrorismo en Europa y sobre la posible complicidad de los servicios secretos de los Estados miembros o de terceros países».
En segundo lugar, la Unión Europea protestaba «enérgicamente contra el derecho que sean arrogado ciertos responsables del ejército estadounidense que trabajan para el SHAPE o para la OTAN a estimular la creación en Europa de una red clandestina de inteligencia y acción». En un tercer punto, la resolución llamaba a «los gobiernos de los Estados miembros a desmantelar todas las redes militares y paramilitares clandestinas».
Como cuarto punto, la Unión Europea exhortaba «las jurisdicciones de los países en los que la presencia de tales organizaciones militares [estaba] comprobada a determinar con exactitud su composición y su forma de operar y a establecer un listado de todas las acciones que al parecer realizaron con vistas a desestabilizar las estructuras democráticas de los Estados miembros».
La UE reclamaba además que «todos los Estados miembros tomen las medidas necesarias, de ser necesario mediante la nominación de comisiones parlamentarias de investigación, con el fin de hacer un listado exhaustivo de las organizaciones secretas en ese contexto y, al mismo tiempo, de controlar sus vínculos con sus respectivos servicios de inteligencia y, de ser el caso, con grupos terroristas y/u otras prácticas ilegales».
El sexto punto de la resolución estaba dirigido al Consejo de Ministros de la Unión Europea, muy especialmente a los ministros de Defensa, y lo llamaba a «proporcionar toda la información sobre las actividades de esas servicios clandestinos de inteligencia y de acción».
En el séptimo punto, el Parlamento Europeo pedía «a su comisión competente que escuchara testigos con el fin de aclarar el papel y el impacto de la organización “GLADIO” y de otras redes similares». Como último punto, aunque no menos importante, y aludiendo explícitamente a la OTAN y a los Estados Unidos, el Parlamento Europeo «[ordenaba] a su presidente transmitir la presente resolución a la Comisión del Consejo de Europa, al secretario general de la OTAN, a los gobiernos de los Estados miembros y al gobierno de los Estados Unidos» [
42].
Mucho ruido para nada. Ni una sola de las 8 medidas que exigía el Parlamento Europeo se ejecutó debidamente. Bélgica, Italia y Suiza fueron los únicos países que nombraron cada uno una comisión investigadora parlamentaria y presentaron un informe público sustancial y detallado.
Y, aunque la resolución se puso en conocimiento de los servicios interesados de la Unión Europea, la OTAN y el gobierno estadounidense, ni el secretario general de la OTAN Manfred Worner, ni el presidente de los Estados Unidos George Bush padre apoyaron la apertura de una investigación exhaustiva u ofrecieron explicaciones públicas.
(Continuará)
Daniele Ganser
Daniele Ganser Historiador suizo, especialista en relaciones internacionales contemporáneas. Se dedica a la enseñanza en la universidad de Basilea.Los artículos de esta autora o autor Enviar un mensaje
[1] La coalición se componía de Kuwait, Estados Unidos, Arabia Saudita, Gran Bretaña, Francia, Holanda, Egipto, Omán, Siria, Qatar, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Israel, Afganistán, Bangla Desh, Canadá, Bélgica, Checoslovaquia, Alemania, Honduras, Italia, Níger, Rumania y Corea del Sur. El 29 de noviembre de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 678 que autorizaba a los aliados de Kuwait a hacer uso, al término del plazo fijado en el ultimátum, de «todos los medios necesarios (…) con el fin de restaurar la paz mundial y la estabilidad internacional en la región», si Irak no se retiraba de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Al no respetar Sadam Husein el ultimátum de la ONU, la operación Tormenta del Desierto, bajo el mando de los Estados Unidos, comenzó el 17 de enero de 1991 con una serie de bombardeos aéreos masivos, seguidos el 24 de enero por el comienzo de la invasión por fuerzas terrestres. Las fuerzas iraquíes fueron rápidamente derrotadas y la capital de Kuwait fue liberada el 27 de febrero. Al día siguiente, la coalición anunciaba el fin de los combates. Las cifras estimadas de soldados muertos son de 100 000 entre las fuerzas iraquíes y sólo 370 en las filas de la coalición. El 3 de marzo de 1991, Irak aceptó un cese del fuego y Sadam Husein se mantuvo en el poder.
[2] Leo Muller, Gladio. Das Erbe des Kalten Krieges. Der NATO Geheimbund und sein deutscher Vorläufer (Rowohlt, Hamburgo, 1991), p.27.
[3] Sin autor determinado, «Spinne unterm Schafsfell. In Südeuropa war die Guerillatruppe besonders aktiv – auch bei den Militärputschen in Griechenland und der Türkei?» publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, n°48, 26 de noviembre de 1990.
[4] Presse- und Informationsamt der Bundesregierung. Pressemitteilung n°455/90, de Hans Klein, 14 de noviembre de 1990. Ver también Muller, Gladio, p.30.
[5] Sin autor determinado, «Das blutige Schwert der CIA. Nachrichten aus dem Kalten Krieg : In ganz Europa gibt es geheime NATO Kommandos, die dem Feind aus dem Osten widerstehen sollen. Kanzler, Verteidigungsminister und Bundeswehrgenerale wussten angeblich von nichts. Die Spuren führen nach Pullach, zur ‘stay-behind organisation’ des Bundesnachrichtendienstes» publicado en el semanario informativo alemán Der Spiegel, 19 de noviembre de 1990.
[6] Fragmento de Muller, Gladio, p.14.
[7] ] Ibid., p.75.
[8] Der Spiegel del 19 de noviembre de 1990, op. cit.
[9] Fragmento de Jan Willems, Gladio (Editions EPO, Bruxelles, 1991), p.13.
[10] Willems, Gladio, p.13.
[11] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 1º de octubre de 1991.
[12] Sénat de Belgique : Enquête parlementaire sur l’existence en Belgique d’un réseau de renseignement clandestin international [Senado de Bélgica: Investigación parlamentaria sobre la existencia en Bélgica de una red clandestina internacional de inteligencia]. Informe presentado por los señores Erdman y Hasquein a nombre de la comisión investigadora. Bruselas, 1º de octubre de 1991.
[13] Agencia internacional de prensa Associated Press, 11 de noviembre de 1990.
[14] Muller, Gladio, p.30.
[15] Diario francés Le Monde del 13 de noviembre de 1990 («Les suites de l’affaire "Gladio" Le président de la République, M. Cossiga, est prêt à donner "toute information opportune"»). Ver también el semanario suizo Wochenzeitung del 14 de diciembre de 1990.
[16] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’affaire Gladio: Les réseaux secrets américains au coeur du terrorisme en Europe (Editions Albin Michel, Paris, 1994), p.140.
[17] Diario francés Le Monde del 14 de noviembre de 1990. Agencia de prensa internacional Reuters, 12 de noviembre de 1990. Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990 «Nato’s secret network ’also operated in France’».
[18] Gentile, Gladio, p.141.
[19] Diario británico The Guardian del 14 de noviembre de 1990.
[20] Richard Norton Taylor, «Secret Italian unit ‘trained in Britain’» en el diario británico The Guardian del 17 de noviembre de 1990.
[21] Whitehall es la avenida londinense donde se encuentran las sedes de los principales ministerios. Generalmente se menciona para referirse al Foreign Office [el ministerio británico de Relaciones Exteriores].
[22] Hugh O’Shaughnessy, Gladio: «Europe’s best kept secret». Se suponía que estos agentes se quedarían tras las líneas enemigas si el Ejército Rojo invadía Europa occidental. Pero esa red, instaurada con las mejores intenciones, degeneró en algunos países convirtiéndose en instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
[23] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990. El texto íntegro de la carta de Lubber al parlamento se publicó en neerlandés en el diario NRC Handelsblatt, edición del 14 de noviembre de 1990 bajo el título «Brief premier Lubbers “geheime organisatie” ». También aparece con la identificación Kamerstuk N°21895 en los archivos del parlamento de Holanda.
[24] internacional de prensa Associated Press, 14 novembre 1990.
[25] La retranscripción íntegra se publicó en el Luxemburger Wort el 15 de noviembre de 1990.
[26] Diario británico The Guardian, 10 de noviembre de 1990.
[27] Diario portugués Diario De Noticias, 17 de noviembre de 1990.
[28] Joao Paulo Guerra, «‘Gladio’ actuou em Portugal» en el diario portugués O Jornal, 16 de noviembre de 1990.
[29] «Calvo Sotelo asegura que España no fue informada, cuando entró en la OTAN, de la existencia de Gladio. Moran sostiene que no oyó hablar de la red clandestina mientras fue ministro de Exteriores», diario español El País, 21 de noviembre de 1990.
[30] Diario danés Berlingske Tidende, 25 de noviembre de 1990.
[31] Agencia internacional de prensa Associated Press, 14 de noviembre de 1990.
[32] Serdar Celik, «Turkey’s Killing Machine: The Contra Guerrilla Force», Kurdistan Report, febrero-marzo de 1994. La fuente es una entrevista con el jefe del Estado Mayor Dogan Gures publicada en el diario turco Milliyet el 5 de septiembre de 1992.
[33] Lucy Komisar, «Turkey’s terrorists: A CIA legacy lives on» en The Progressive, abril de 1997.
[34] Ibid.
[35] Hugh Pope, «Turkey Promoted Death Squads and Drug Trafficking. Prime Minister’s Probe of 1996 Car Crash Scandal Excoriates Rival Mrs Ciller» en el diario estadounidense Wall Street Journal, 26 de enero de 1998.
[36] En 1990, los países miembros de la Unión Europea eran Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Gran Bretaña, Grecia, España y Portugal.
[37] Debates del Parlamento Europeo, 22 de noviembre de 1990. Retranscripciones oficiales.
[38] Ibid.
[39] Ibid.
[40] Ibid.
[41] Ibid.
[42] Resolución del Parlamento Europeo sobre el caso Gladio, 22 de noviembre de 1990.
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