sábado, 5 de noviembre de 2011

Asesinaron al comandante de las FARC Alfonso Cano 2011/11/05/





!ABAJO¡ EL ESTADO COLONIALISTA GENOCIDA ECOCIDA=FASCISTA EURO-U$A-CH$LENO - LEY DE AMNISTIA PRESOS SOCIOPOLITICOS MAPUCES=BICENTENARIO DD.HH:CONTRA GENOCIDIO, ECOCIDIO,CRIMENES DE LESA HUMANIDAD, TERRORISMO DE ESTADO=OPERACIÓN CONDOR GBI ETC.






http://memoriaoralancestralautobiogrf.blogspot.com/2011/01/abajo-el-estado-colonialista-genocida.html

El joint venture de Espina y Uribe (14-09-08) TERRORISMO MEDIATICO


http://memoriaoralancestralautobiog.blogspot.com/2008/11/el-joint-venture-de-espina-y-uribe-14.html


ALFONSO CANO, JEFE DE LA GUERRILLA COLOMBIANA, MUERTO EN TOLIMA DURANTE UN OPERATIVO MILITAR





Cómo mataron al comandante de las FARC








Infiltraron sus filas, intervinieron sus radios, les cerraron el paso a los envíos de comida y, una vez que estaba cercado, lo atacaron al estilo norteamericano en Medio Oriente, con fuertes bombardeos. Cautela de los organismos de DD.HH.







Por Katalina Vásquez Guzmán





Desde Medellín







A punto de morir, Alfonso Cano extravió sus gafas negras. Su marco redondo y vidrios intactos fueron hallados en el primer campamento guerrillero bombardeado por el ejército durante Odiseo, la operación que el viernes, después de horas de fuego y sangre, obtuvo su fin: la muerte del número uno de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Dos ametralladoras, dólares, euros y una billetera quedaron por los suelos bajo plásticos negros alzados con palos de madera, donde dormía la disminuida cuadrilla rebelde huyendo de los bombazos.



Fotos de los lentes a salvo junto al rostro pálido del cuerpo sin vida, los ojos abiertos, la boca torcida se repiten desde el viernes en las pantallas colombianas. Junto a la imagen del cadáver los diarios titularon: “Sacaron a Cano de su madriguera”. Primero, según contó el gobierno victorioso, le cercaron el paso en su trinchera de siempre, la cordillera central, región del Tolima, donde hace más de cuarenta años nació esta guerrilla, la más vieja del mundo. También infiltraron sus filas, pincharon sus radios, cerraron el paso a la comida, lo cercaron a Alfonso Cano y, después, al estilo gringo en el Medio Oriente, le tiraron bombas y más bombas.



El viernes a las 8.30 a.m. comenzó la última fase. Primero, cayó alias Pacho Chino, líder del bloque occidental al que Cano –uno de los marxistas más radicales del secretariado de las FARC– tuvo que acudir por refugio al pisarle los talones en el centro del país. Pacho Chino fue capturado y más tarde se supo que otros guerrilleros habían sido “dados de baja”: alias Yenifer, su enfermera, y su radiocomunicador, alias El Zorro. En la noche del viernes, con los ojos del mundo puestos sobre Colombia, el gobierno confirmó la muerte de Alfonso Cano.




Enterándose, el presidente lloró de emoción. “Le han dado al país una noticia que sin duda cambiará nuestro país para bien”, precisó Juan Manuel Santos ya en la zona de los combates, la provincia de Cauca, al sur del país. Hasta allí llegó el sábado con traje informal, gorra del ejército, remera blanca, sin parar de sonreír y abrazar a sus comandantes. Fuerza Aérea, Ejército, policía e “inteligencia de muchas fuentes” fueron necesarias durante más de un año para acabar con el líder de las FARC en las montañas de Cauca. Entre sus altas cordilleras y colinas húmedas, Cano huía de los militares desde febrero de este año cuando, según el mismo Santos anunció, empezaron a respirarle en la nuca. “Nuestras fuerzas armadas fueron planeando lenta, pero seguramente, lo que ayer (el viernes) ejecutaron de forma impecable”, anotó el primer mandatario flamante, sacando pecho junto a su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, de traje y corbata y zapatos brillantes.



Los dos políticos, los analistas, los ex secuestrados, los ex presidentes, todos opinaban con tono victorioso: el mayor golpe a las FARC, el comienzo del fin de la guerrilla. Semana, la revista más importante del país, anotó que el homicidio del líder guerrillero “podría significar el comienzo del fin de medio siglo de violencia subversiva”. Otros no están tan seguros. Desde ONG y organizaciones defensoras de derechos humanos advierten que la paz en Colombia y el fin de las FARC están lejos de alcanzarse si es que no se acude a la negociación. La vía armada, aun si se propician fuertes golpes, no es el camino para el fin del conflicto, opinó Diego Martínez, de la ONG Colombianos por la Paz.



Por su parte, el secretario de las FARC salió a pronunciarse la noche de ayer. Vía Internet aseguraron que “no será ésta la primera vez que los oprimidos y explotados de Colombia lloran a uno de sus grandes dirigentes”. En su comunicado desde las montañas de Colombia también dijeron que “la paz en Colombia no nacerá de ninguna desmovilización guerrillera, sino de la abolición definitiva de las causas que dan nacimiento al alzamiento. Hay una política trazada y ésa es la que se continuará”. La entrega de armas es el llamado de muchos después de la muerte de Cano, quienes ven en una guerrilla debilitada sin el último bastión ideológico fuerte en su interior. Alias Timochenko y alias Iván Márquez serían los más posicionados para sucederlo al frente del grupo insurgente después de que alias Tirofijo murió este año, y alias Monojojoy fue también “abatido” por el ejército en 2011.



Según opiniones, ningún integrante del secretariado de hoy tendría la misma ascendencia de Cano, antropólogo, ex militante de la Juventud Comunista, que abandonó a su mujer y a sus hijos en la Bogotá de los años setenta para “subirse al monte” a empuñar las armas. “Ha caído el más ferviente convencido de la necesidad de la solución política y la paz”, dicen los rebeldes en su comunicación de anoche, mientras el cuerpo de Cano llegaba desde Cauca a la fría capital. A las siete de la noche, el aeropuerto militar de Bogotá Catam era un hervidero de periodistas del país y el mundo que, una vez más, querían registrar el cadáver de Alfonso Cano. Ya sin barba, sin gafas, sin vida, aún se reconocía a leguas el líder veterano que, junto a sus lentes olvidados, dejó la billetera, sus armas, siete computadoras, 24 discos duros y 39 memorias usb que, como su cuerpo, volaron a la capital. Sus gafas, que por años lo identificaron como el intelectual de la guerrilla, también estaban viajando, limpias y buenas, como siguiendo a su dueño, su inolvidable dueño.



El significado del asesinato de Alfonso Cano



Después de más de 30 años de lucha guerrillera, el máximo jefe de las Farc-EP ha sido asesinado. Murió combatiendo, como un guerrillero raso más, mientras que quienes lo mandaron a asesinar, la élite dorada, jamás subieron al monte ni han puesto a uno sólo de sus hijos al frente de la batalla. Este era un desenlace que se veía venir, ya que desde el 2008 Cano se enfrentaba a una presión militar impresionante: 6.000 tropas de élite contrainsurgentes a su caza, cerco militar en el sur del Tolima y Cauca, bombardeos indiscriminados en toda esa región. Y finalmente lo “cazaron”, no en Tolima como esperaban, sino en Cauca. El procedimiento fue típico: inteligencia militar (con apoyo decisivo de la CIA), bombardeos, desembarcos desde helicópteros y orden de asesinar, no de capturar.




Este procedimiento, en flagrante violación del derecho internacional humanitario, está en plena concordancia con el componente de la guerra sucia del Estado colombiano llamado “Plan Burbuja”, según el cual hay que golpear a los mandos guerrilleros para provocar un proceso doble: por una parte, estimular las deserciones, por otra, producir un fenómeno de “bandolerización” por la pérdida de los mandos político-militares y desestructuración de la cadena de mando (lo último implica que lo que realmente preocupa a la oligarquía no es ni la violencia ni la seguridad de los ciudadanos, sino conservar el poder a toda costa).



La muerte de Cano es un golpe militar indudable a la insurgencia, que por primera vez sufre la baja de su líder máximo. No solamente es un golpe por el enorme aprecio que le tenían los insurgentes, sino por el genio político-militar que demostró en su período al mando. En el 2008 los medios, con su normal ignorancia de los temas del conflicto, especulaban sobre el supuesto conflicto en las Farc-EP entre el ala “militar” supuestamente liderada por el Mono Jojoy, y el ala “política”, supuestamente liderada por Cano, al que se le mostraba como un ideólogo dogmático sin experiencia militar significativa. Sin embargo, la realidad demostró lo espurio de los supuestos en los que se sustentaron estas tesis. Cano demostró una visión militar superior a lo esperado por los opinólogos, logrando una reorientación estratégica de las Farc-EP que las llevaron a recuperar mucho del terreno perdido desde la implementación del Plan Colombia, adoptando una postura de ofensiva estratégica en vastas zonas del país que se aprecia en los contundentes golpes dados por la guerrilla en el período 2009-2011. También en lo organizativo, Cano supo descentralizar la organización para, por una parte, facilitar el trabajo político de masas y por otra, para absorber mejor los golpes del Plan Burbuja sin que se resintiera el conjunto de la organización.



Las Farc-EP con estructuras más descentralizadas y flexibles, asimilarán con toda probabilidad este nuevo golpe y recompondrán las estructuras de mando para llenar este vacío. Es muy probable que el mecanismo de sucesión de mando previamente establecido (Cano estaba bien consciente de que su asesinato era inminente) ya esté andando y que el sucesor sea Iván Márquez.



Pero lo que está claro es que la resistencia de las Farc-EP a este embate no depende solamente de lo militar sino, fundamentalmente de lo político, y en esto Cano también supo abanderar una orientación política que lo demostraron como algo distinto a ese personaje obscuro y ortodoxo descrito por los medios. Logró controlar los enfrentamientos entre estructuras farianas con estructuras del ELN en diversos puntos del país. No solamente eso: también logró un pacto estratégico con esa organización lo cual ha fortalecido a ambos sectores insurgentes. También supo entender el contexto actual de movilización popular, defendiendo un proceso de negociación política al conflicto que permitiera articular las demandas de los diversos sectores populares subordinados. De una u otra manera, buscó formas de que las propuestas de la insurgencia volvieran a instalarse en la mesa como parte del debate político, más allá de temas como el acuerdo humanitario o el proceso de paz, actualizándolas con nuevas lecturas políticas y nuevos análisis de la realidad nacional e internacional. En este sentido, Cano demostró un liderazgo político-militar que permitió un salto estratégico de la organización guerrillera.



¿Morirá todo este trabajo hecho en el último tiempo con Cano? Aún cuando el asesinato de Cano repercutirá en las filas insurgentes, difícilmente ocurrirá tal cosa. El último informe de la Corporación Nuevo Arco Iris (“La Nueva Realidad de las Farc”), publicado en agosto, da cuenta de ello, cuando afirma que aún cuando la muerte de Cano sea inminente, ello difícilmente significaría el fin de la insurgencia o aún un escenario de desplome acelerado. Esta afirmación se sustenta en los hechos por varias razones: primero que nada, porque Cano no tomaba decisiones solo sino como parte de un cuerpo colectivo, el Secretariado Mayor. Se equivoca el establecimiento colombiano cuando cree que las Farc-EP son una organización sustentada en liderazgos carismáticos. El asesinato del Mono Jojoy (una figura de un carisma mucho mayor que el de Cano entre los guerrilleros) en el 2010 así lo demostró –no hubo deserciones en masa y el Bloque Oriental mantiene la presión militar. Lo mismo pudo decirse del fundador de las Farc-EP, Manuel Marulanda, cuya muerte también se especuló produciría un desmoronamiento de la organización –cuando ocurrió en realidad todo lo contrario, un restructuramiento de la organización y un fortalecimiento organizativo. Pero tampoco será ese el escenario porque las orientaciones políticas que han enfrentado el intento de “aislamiento político” de la insurgencia, así como las estructuras que han permitido el reacomodo estratégico de las Farc-EP al nuevo escenario de guerra, dominado por el poderío aéreo del Estado y el perfeccionamiento de la inteligencia militar, ya están instaladas y andando. Y han demostrado ser efectivas [1].



Digamos que con la muerte de Cano la insurgencia pierde un valioso dirigente, pero ni pierde la razón de ser ni su norte como organización. La orientación de Cano, ha sido parte de una orientación colectiva que demuestra el dinamismo de la insurgencia de cara a una ofensiva militar sin precedentes por parte del Estado, así como el carácter orgánico de la guerrilla colombiana. Si bien Cano es el máximo dirigente asesinado, varios otros líderes han sido abatidos en el último tiempo gracias al Plan Burbuja y el efecto esperado por parte del Estado (desplome, desmoralización, bandolerización y deserciones masivas) no ha ocurrido. Y no ocurrirá porque las fuerzas que alimentan al conflicto siguen ahí, y la insurgencia conserva fuertes raíces en la Colombia rural pese a la campaña de exterminio y desplazamiento masivo del Estado colombiano, que llaman “consolidación territorial”. Y porque la insurgencia en Colombia es una insurgencia de carácter orgánico, no basada en caudillos carismáticos. Los movimientos insurgentes de carácter orgánico como las Farc-EP han sabido sobrevivir y aún fortalecerse después de la muerte de sus dirigentes, como ocurrió con el PKK tras el arresto de Abdullah Ocalan, o con el FSLN tras el asesinato de Carlos Fonseca, o con las guerrillas africanas PAIGC o Frelimo, tras el asesinato de sus respectivos dirigentes Eduardo Mondlane y Amilcar Cabral. Y su martirio en ocasiones logra fortalecer la moral y redoblar la resolución de lucha de los rebeldes, con lo cual podría haber un efecto boomerang.



Santos, sobre el cadáver del adversario abatido profiere vivas a Colombia, sin dejar en duda su concepción de país donde el poder se reafirma con ofrendas de sangre. Dice que el “crimen” no paga (confundiendo rebelión con crimen), mientras el país se asfixia en la corrupción promovida por familias cuyas fortunas han sido amasadas mediante el asesinato, el desplazamiento, el robo de tierras y la entrega de los recursos naturales mediante pactos fraudulentos. Los medios reproducen partes triunfalistas en que, ahora sí, se nos vuelve a decir, que estamos en el fin del fin, no en el fin inmediato, sino que en la recta final, etc. Mientras hasta hace unas semanas se quejaban de una guerrilla envalentonada y un ejército desmoralizado, hoy día afirman que la guerrilla está desmoralizada y que este golpe desmiente la tesis “maliciosa” de la desmoralización castrense. En realidad, esta victoria, por las razones más arriba expuestas es pírrica, y difícilmente alterará el curso del conflicto según se ha delineado en el curso del presente año o mejorará sustantivamente la moral de la tropa cuya baja se encuentra, como hemos afirmado en otra ocasión, en la naturaleza misma de esta guerra sucia tan degrada. Antes bien, este nuevo triunfalismo (mucho menos pronunciado que el triunfalismo tras la muerte de Raúl Reyes) podría jugar en contra de esa moral cuando el fin del fin no llegue.



Pero no sería correcto afirmar que nada cambiará en el nuevo escenario post-Cano; es indudable que este golpe tendrá efectos. El periodista Alfredo Molano advirtió que esta victoria militar puede convertirse en una derrota política. Tal cosa no parece ser descabellada porque quedan claras las intenciones de “paz y diálogo” de Santos, quien ha posado como el presidente de los “derechos humanos”, abierto a la “negociación”. Será mucho más difícil sostener tal cosa para socialdemócratas como Medófilo Medina, Pacho Galán, León Valencia u otros que se han mareado con la “voluntad de paz” del gobierno, después de esta acción, pues ¿cómo hablar de paz mientras se asesina al interlocutor? Pongamos el caso irlandés como ejemplo: el Estado británico estuvo dispuesto a dialogar con la insurgencia (el IRA) y por ello, aunque tenían localizados plenamente a los líderes políticos del movimiento, no los asesinaron para permitir ese espacio de negociación. Tal cosa no ocurre en Colombia, precisamente porque la voluntad de paz o de diálogo no existe. Lo que se busca es el exterminio de los posibles negociadores para lograr la desmovilización. Es decir, la paz de los cementerios, o pacificación sin ninguna transformación política en el país. El resultado de esta política lo conocemos bien en Guatemala o El Salvador. Y eso no es lo que la mayoría del pueblo quiere para Colombia.



El gobierno cierra las puertas al diálogo ¿cómo reaccionará la insurgencia? Es difícil predecirlo, pero sea lo que sea, es posible ver un período de agudización e intensificación del conflicto por delante pues no parece ser una opción cruzarse de brazos o seguir reiterando llamados al diálogo y la paz que caen en oídos sordos. Si el gobierno demuestra su voluntad de profundizar la vía militar, entonces es ella la que se profundizará, y sabemos lo que esa vía tiene para ofrecer a Colombia en el marco de la guerra sucia.



El gobierno no entiende el carácter orgánico de la insurgencia, pero sí entiende el carácter social más que militar del conflicto. Por eso es que en estos momentos en que repunta la lucha popular, con los estudiantes, obreros petroleros, trabajadores del transporte, campesinos movilizados, el gobierno se apresta para profundizar la guerra sucia, buscando ampliar el fuero militar, estigmatizando y criminalizando la protesta social, reforzando el aparato paramilitar. Saben ellos que el escenario donde se define el combate no es en el campo de batalla sino que en los campos y calles de Colombia, donde las masas vuelven a desafiar al sistema y a articular su proyecto emancipador. Aunque con los resultados de las últimas elecciones locales, producidas con más de un 50% de abstención, se fortalece de manera superestructural la “Unidad Nacional” y el santismo barre con toda oposición institucional, esa institucionalidad está cada vez más aislada, es cada vez más vulnerable ante un pueblo al que no se le ha dejado más opción que luchar. Santos aprueba TLCs que hambrearán a las muchedumbres y las someterán en una situación aún más desesperada que la actual. Sus “locomotoras del desarrollo” arrollan y destruyen las comunidades que quedan a su paso. El gobierno de Santos responde a las protestas de este pueblo de manera militar, con una represión inusitada, pues no saben responder de otra manera. Y con ello cierra todas las puertas a una solución al conflicto social que no sea la vía revolucionaria (que no guerrerista-militarista).



Que no se engañe Santos con sus pírricas victorias militares: su mundo anacrónico de dogmatismo neoliberal, entreguismo pro-imperialista, de exacerbado conservadurismo, es un mundo en retroceso. Los tiempos actuales son tiempos de lucha, de revoluciones, donde las masas vuelven a adquirir protagonismo. Santos radicaliza el conflicto social y armado, que no es solamente bombardeos contra la insurgencia, sino una estrategia militar contra el conjunto del pueblo –ese es el significado del asesinato de Cano. Pero en la medida en que se radicaliza el conflicto, las masas colombianas pueden dar a la oligarquía una buena sorpresa, precisamente en el momento en que se creen invencibles y precisamente por donde no lo esperan.



NOTAS



[1] Un balance del conflicto y la apuesta por la guerra sucia de Santos, la he hecho en un artículo previo “Santos: Luz Verde para la Guerra Sucia en Colombia”.



Por José Antonio Gutiérrez D.



5 de noviembre, 2011



Publicado en http://www.noticiasdelarebelion.info/



http://www.noticiasdelarebelion.info/





*



*



*