lunes, 8 de agosto de 2016

LA VISIÓN DEL GENOCIDA CRIMINAL Hermógenes Pérez de Arce

JUEVES, 7 DE JULIO DE 2016

La Rendición Incondicional No Sirvió


          El 10 de diciembre de 2004 el general Cheyre, a la sazón comandante en jefe del Ejército, emitió su famoso “Nunca Más” y
le echó a su institución todas las culpas de lo sucedido en Chile, pues proclamó lo siguiente:

          “El Ejército de Chile tomó la dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le caben en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado”.

          Obviamente el aplauso de los totalitarios que habían intentado tomarse el poder por las armas fue atronador. Quien hacía de cabeza de los militares se echaba toda la culpa y de todo lo malo. Los marxistas, que habían puesto a diez mil hombres en armas para tomarse el poder y establecer una dictadura a la cubana y que habían ingresado clandestinamente a más de diez mil extranjeros en apoyo a esa tarea, llevando a los líderes democráticos chilenos al pánico y a pedir el auxilio de las fuerzas armadas para evitar el golpe marxista –contemplado tentativamente para el 19 de septiembre de 1973 en el Plan Zeta— resultaba ahora que eran inocentes, pues “todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado” eran responsabilidad de los militares. La “vuelta de chaqueta”, tan típica chilena, que encabezó la DC, se hizo general y terminó con la derecha abrazando el “No” a Pinochet, pidiendo perdón y llegando al gobierno encabezada por un sujeto que la tachaba de ”cómplice pasiva” de los “atropellos a los derechos humanos”.

          Pasaron los años y, en vista de la rendición incondicional, la izquierda decidió tomar venganza y sistemáticamente persiguió ante la justicia –que ya estaba en sus manos--  a los uniformados, pasando por sobre todas las leyes, aprovechando la mayoría que había ido construyendo en el Poder Judicial. Pero había una gran excepción: al general Juan Emilio Cheyre no lo tocaban. Los comunistas publicaban denuncias en su contra, con la esperanza de que los jueces de izquierda lo persiguieran como a tantos otros, sólo sobre la base de numerosos testigos ad hoc, pero los “abogados de DD. HH.” sentían que tenían una deuda con él y no se prestaron para perseguirlo. Y así el general Cheyre alcanzó nombramientos y dignidades que son inimaginables para cualquier militar en retiro víctima de la prevaricación judicial de la izquierda. Hasta que una denuncia completamente ilegal en su contra –por haberse limitado a entregar a un convento, cumpliendo órdenes, a un niño huérfano cuyos padres de extrema izquierda murieron intentando atravesar la cordillera— lo obligó a renunciar a su designación como Presidente del Servicio Electoral.

          Es que los pactos con el Diablo nunca son eternos. Sobre todo que ahora la izquierda judicial se ha descargado contra el general Cheyre y le ha pagado su “Nunca Más” y su confesión de todas las culpas como si hubiera sido sólo un militar más, poniéndolo en prisión por hechos amnistiados, prescritos y en los cuales no le cupo la menor responsabilidad.

          Yo he estudiado esos hechos y escribí un libro al respecto, “La Verdad del Juicio a Pinochet”, que publiqué en 2001 con motivo de la persecución ilegal desatada por el inefable Juanito Guzmán, que era de derecha pero “se dio vuelta la chaqueta” y cobró nombradía mundial procesando a Pinochet por cosas de las cuales no tenía la menor idea y de las cuales, por tanto, no era en absoluto responsable.

          El general Cheyre era un teniente que oficiaba de ayudante del comandante del regimiento “Arica” de La Serena cuando, sin conocimiento de ese comandante ni del general Sergio Arellano, que había arribado en su helicóptero y se hallaba reunido con él, muy lejos del lugar de los hechos, un oficial de la comitiva del mismo Arellano y otro, amigo suyo, incorporado a la dotación local, sacaron a quince personas de la cárcel, las llevaron al regimiento y las fusilaron sin forma de juicio.

          Como en ese momento estaban teniendo lugar juicios de guerra contra los presos y quienes los conducían se horrorizaron de la ejecución sumaria e ilegal, los autores de la misma pusieron una nota en los expedientes justificando el asesinato masivo. Pero con los años toda esa documentación –que hasta después de 1990 existía— desapareció; y la izquierda lo aprovechó para culpar a Arellano y Pinochet de las muertes –y de otras de las que eran igualmente ajenos— y se forjó la historia falsa de la “Caravana de la Muerte” que todos conocemos y que hoy día los medios están aprovechando de repetir, con motivo de la prisión de Cheyre, que no tuvo tampoco la menor responsabilidad. Pero eso ante la actual “Justicia” chilena carece de importancia.

          La rendición incondicional no les ha servido de nada a él ni a otros que se adhirieron. A los responsables directos de los fusilamientos ilegales, que les dijeron a los jueces de izquierda lo que éstos querían oír, es decir, que actuaban por órdenes de los generales Arellano y Pinochet, esto les sirvió por muchos años para quedar libres de la persecución judicial ilegal, pero al final la izquierda, que es muy malagradecida, les dio el zarpazo y han terminado todos también en Punta Peuco, aunque sean nonagenarios y estén enfermos e inválidos.

          Ni la traición ni la rendición incondicional sirvieron de nada. La izquierda nunca ha tenido palabra, como lo demuestran los “pactos de caballeros” que hace con la derecha para nombrar ministros de la Suprema y que no cumple: la derecha vota por el izquierdista y queda nombrado; pero cuando la izquierda debería cumplir no lo hace y el favorecido por la derecha no es nombrado. Por eso tenemos el Poder Judicial de izquierda que tenemos. Y por eso la historia la escribe la extrema izquierda, antes totalitaria, hoy “democrática”. La misma que agredió a la democracia por las armas y, derrotada, hoy es oficialmente ”agredida”, porque se autodescribe como “víctima”, aunque quiso ser victimaria y declaró la guerra armada a la "democracia burguesa" para hacerse del poder matando a quienes se le opusieran.

          Pero esa izquierda le debe mucho al general Cheyre y sería el colmo que, en lo que resta del proceso, lo siguiera tratando como a un militar más y prevaricara con él del mismo modo en que lo ha hecho con el resto de sus camaradas..

sábado, 6 de agosto de 2016

La muerte Weichafe socio político cultural militar secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Miguel Enríquez Espinosa, ocurrida el 5 de octubre de 1974 en un enfrentamiento con la Dina.

Derechos humanos 857
Reconstituyen la muerte de Miguel Enríquez



La muerte de un héroe




MIGUEL Enríquez Espinosa, secretario general del MIR.

Con gran expectación periodística y durante más de cuatro horas el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, reconstituyó en la casa de calle Santa Fe 725, comuna de San Miguel, la muerte del secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Miguel Enríquez Espinosa, ocurrida el 5 de octubre de 1974 en un enfrentamiento con la Dina. La diligencia forma parte del proceso que se inició luego de una querella presentada por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (Afep), el año 2013. 




Participaron el ex integrante de la cúpula de la Dina Miguel Krassnoff Marchenko, quien fue trasladado desde el penal de Punta Peuco donde cumple condenas por numerosas violaciones a los derechos humanos, y los ex agentes Teresa Osorio y Rodolfo Concha. Asimismo, prestaron testimonio el ex dirigente del MIR, el médico Humberto Sotomayor, la ex militante Cecilia Jarpa y la cineasta Carmen Castillo, pareja de Miguel Enríquez, que cayó herida ese día estando embarazada. Además de Sotomayor, en el enfrentamiento con la Dina participó José Bordaz Paz (31, ingeniero civil), también dirigente del MIR. Bordaz y Sotomayor lograron huir utilizando la misma vía que luego intentó Miguel Enríquez. Bordaz fue capturado herido el 5 de diciembre y murió en el hospital de la Fach. Sotomayor pudo asilarse y vivió en Europa, Cuba y México.
La presidenta de la Afep, Alicia Lira, dijo que “no es fácil estar cerca del victimario Miguel Krassnoff, verlo como disfrutando el momento”. Por su parte, el magistrado expresó que la reconstitución del enfrentamiento pretendía obtener “otros antecedentes, además de los que ya están en el proceso”.
Peritos de la Brigada de Derechos Humanos y del Laboratorio de Criminalística de la PDI fijaron la dinámica de los disparos que se habrían producido, tanto desde el interior como desde el exterior del inmueble.


LA DINA: MAQUINA DE MATAR 

Cada uno de los participantes entregó en forma separada su versión de los hechos. Carmen Castillo Echeverría viajó desde Francia para participar en la diligencia. Del aeropuerto se dirigió directamente a calle Santa Fe acompañada por su hermano, Cristián, también ex militante del MIR. En conversación con PF relató sus impresiones, como lo que sintió al ver a Miguel Krassnoff. A ella la ubicaron distante varios metros, por lo que no escuchó lo que dijo. “Me mantuve mirándolo, no sentí ninguna emoción: era un momento importante que debía realizarse, porque frente a los criminales, al mal en su definición más profunda, su persona no me interesa; hay muchos asesinos como él”, aseveró.
Agregó que es relevante establecer “la máquina de matar que era la Dina, sus responsables, militares y civiles. Siempre voy a insistir en este punto. No basta para tejer los vínculos de una sociedad, construir memoria como si todo aquello fuera pasado. Hay que hacer justicia hasta encontrar la verdad y establecer la responsabilidad política de todos aquellos que montaron esa máquina de matar.
Los efectos de la dictadura en el sistema económico, político, social chileno los sufren hoy los jóvenes, los pobres, los oprimidos. Entonces Krassnoff para mí es un peón, alguien de esa máquina que tenemos que desmontar”, puntualizó Carmen Castillo.


INJUSTICIA SOCIAL PRODUCTO DE LA DICTADURA

“No podemos quedarnos solo en determinar la responsabilidad de la Dina -prosiguió-. Tenemos que responsabilizar a la clase política, a los poderosos que concibieron el golpe y el terrorismo de Estado y que hoy viven ricos y gobernando un sistema ultraliberal, cruel y feroz”. Añadió que las demandas “de los jóvenes hoy tienen que ver con ese pasado. El sistema de injusticia y desigualdad, la pelea contra las AFP, la lucha del pueblo mapuche, etc., todo es producto de la dictadura militar”.
Aseguró que no tiene dudas respecto a cómo ocurrió la muerte de Miguel Enríquez. En octubre de 2014 publicó un texto en PF Nº 814, en el cual “trabajé mucho, meses, para darle forma a cada detalle de los hechos”. Carmen Castillo sabe exactamente lo que sucedió ese día de octubre. “En la vida, la memoria está cubierta de nieve, sobran muchas cosas, pero hay otras que están incrustadas en ti, en todo tu ser. Yo tengo cicatrices que son parte de mí. No se me habría ocurrido esconderlas: no se me habría ocurrido tener vergüenza; forman parte de mi cuerpo y de mi memoria.
Sabemos perfectamente dónde muere Miguel por el testimonio de la vecina, por fotografías de la sangre en la tierra del patio de esa casa, por los testimonios de las hijas de la vecina, que vieron a Miguel sobre ese muro, con un fusil AK en las manos”, precisó.


LOS HECHOS DEL 5 DE OCTUBRE 

Carmen Castillo estaba molesta con la versión de un canal de televisión: “Es conocido cómo llega la Dina a la casa de Santa Fe. Sabemos que ningún mirista, sobre todo la compañera que se encontraba prisionera en uno de esos autos, habló en la tortura”. Asimismo, “el rol que cumplieron Osvaldo Romo, Krassnoff, Marcelo Moren Brito, quien me abofeteó cuando me vio en el suelo herida. Sabemos quiénes son los que participaron. No tengo dudas, lo que quiero es que estas cosas se pongan al servicio de la reconstrucción histórica de ese día”, manifestó.
Recordó que la Dina llegó después de la una de la tarde a Santa Fe 725. “El tiempo para mí es muy importante porque Miguel Enríquez al final combatió sólo. Desde la una de la tarde hasta la hora que señala la autopsia, las 15:30”.


LA FUERZA DE LA MEMORIA 

“Frente al mal se levantan los hombres de bien, por eso sobreviví”, dice Carmen Castillo. “El vecino se atrevió a exigir que me subieran a la ambulancia que estaba allí. Me llevaron al hospital Barros Luco y quienes me ayudaron fueron la enfermera del servicio de urgencia y un médico de guardia que está vivo; ellos me salvaron la vida (…) El privilegio de estar viva me parece que ha dado a mi vida una fuerza extraordinaria. Luego que se atraviesa el dolor y el horror, nutres tu cerebro con toda la fuerza de la memoria de los vencidos”, añadió. 


“Miguel Enríquez no es ni víctima ni inocente. Es un militante revolucionario, consciente que había que resistir: no para morir, sino para vivir. Ninguno de nosotros tenía relación con la muerte, no existía el culto a la muerte en el MIR”, planteó.
Consultada si fue interrogada por Krassnoff, ella recordó que “luego me llevaron al Hospital Militar, y allí llegó la plana mayor de la Dina: Manuel Contreras, Pedro Espinoza y los otros. Estuvieron todos alrededor mío y supe por ellos que Miguel Enríquez había muerto combatiendo (…) En el Hospital Militar, luego de una operación, recibí la visita, entre otros, de Krassnoff y Moren Brito, Romo, Lawrence, el ‘siquiatra’ Osvaldo Pincetti. A todos los vi”, consigna. “En ese momento -agrega- yo no sabía quiénes eran estas personas, pero por el trabajo paciente del Codepu, de la Vicaría, por las redes del exilio, identifiqué a esas personas”. En este sentido, reconoce la labor de Erika Hennings, Viviana Uribe y Patricia Rojas, quienes “tomaron ese trabajo de recopilar información en plena dictadura, lo que me permitió identificar a los agentes de la Dina”. 


Respecto a la reconstitución de los hechos, señala que “fue un muy buen trabajo de la PDI. Un excelente trabajo para establecer la estructura de la casa; cómo era en aquella época. Fijó claramente dónde estaban los muebles, el recorrido que hacemos en el momento que Miguel da la orden de salir, el momento posterior en el cual lo veo, antes que él intente romper el cerco. Fue para mí muy fuerte, pero al mismo tiempo apaciguador establecer que aquellos recuerdos tan precisos se correspondían con la realidad de casa. Está muy transformada, pero su estructura es la misma”.


Manuel Díaz, hoy de 79 años, fue el vecino que socorrió a Carmen Castillo herida y desangrándose. “Sacaron a Carmen Castillo herida y ahí quedó una media hora”, dice.


“Yo la había visto varias veces en el negocio de la Alicia en la esquina. Cuando la sacaron ella estaba desmayada, inconsciente y quedó allí. La balacera terminó. Había una ambulancia en calle Santa Fe con San Petesburgo y le dije al chofer: ‘usted que tiene ambulancia por qué no la sacamos y llevamos al hospital’. ¿Y la balacera?, me dijo. ‘Es una ambulancia, tendrán que respetarla’, le contesté. La subimos y la llevamos al hospital”, dijo.


CARLOS ANTONIO VERGARA
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 857, 5 de agosto 2016).