ENTREVISTA CON AMADEU RECASENS I BRUNET, EXPERTO EN SEGURIDAD
“La represión no resuelve nada”
El ex director de la Escuela de Policía de Catalunya asegura que las políticas de mano dura “no solucionan el problema” del delito. Dice que los medios construyen miedos como “herramientas de sumisión” y advierte que la crisis global generará mayor sensación de inseguridad.
Por Irina Hauser
Amadeu Recasens i Brunet es un científico social catalán experto en temas de seguridad. Vino al país para mantener reuniones en las secretarías de Seguridad Interior y de Política Criminal y aterrizó justo en medio de la polémica desatada a partir del crimen del ingeniero Barrenechea. Se encontró con el gobernador Daniel Scioli pidiendo bajar la edad de imputabilidad y hasta oyó a la Presidenta clamar por más cárcel para los delincuentes. Frente a eso, sostiene que “las respuestas represivas crean una apariencia momentánea pero no solucionan el problema”, sino que propician que “se siga reproduciendo”. Y advierte: “Quienes tienen la responsabilidad de generar políticas públicas no pueden responder así”. Los medios de comunicación, dice, colaboran con “la construcción del miedo”, una poderosa “herramienta de sumisión”. Sus pronósticos no son alentadores. Con la crisis global, anticipa, van a aumentar la criminalidad y la percepción de inseguridad.
–Cada vez que reaparece el debate sobre la inseguridad, la respuesta es represiva. ¿Sirve?
–Es una respuesta, no una solución. ¿Alguien ha hecho un análisis de políticas públicas sobre cuál es el problema? Se actúa de manera inmediata y reactiva frente a algo que tal vez no se conoce. Como cuando uno le da una aspirina a un enfermo que tiene fiebre. Trata el síntoma, pero no la enfermedad. Históricamente hubo en todas partes políticas de mano dura. ¿Han solucionado algo? No. La respuesta represiva puede crear cierta apariencia momentánea, pero como no ataca el problema de fondo, que suele ser social, económico, una construcción de miedos, no resuelve nada. Quienes tienen la responsabilidad de diseñar políticas públicas no pueden responder así. Las políticas se deben basar en criterios, no en reacciones espontáneas cuando hay más robos o una manifestación.
–¿Las medidas duras agravan la situación?
–Claro. Cuando el problema resurge, la respuesta es más represión. Aunque detengas a más personas, se va a seguir reproduciendo.
–Aquí, en los últimos años, el delito baja (según las estadísticas), pero la sensación de inseguridad aumenta.
–Puede pasar que baje la criminalidad en términos absolutos, pero suben tipos de criminalidad que causan más alarma social, como los que confrontan a la víctima con el agresor. Es más grave desde el punto de vista de la percepción que te tiren del bolso y salgan corriendo que te roben en tu ausencia. Y puede pasar que bajen todos los delitos, pero la gente tenga la percepción de que suben.
–¿Cómo se explica eso?
–Hay gran responsabilidad de los medios, cuando tienen la política de exacerbar el miedo. Otra posibilidad es que la gente transfiera a temas de seguridad miedos generales. Cuando hay una crisis económica, la gente tiene más miedo: a perder el empleo, a no llegar a fin de mes, y todo eso se va transfiriendo a algo que puede identificar, que es la seguridad. Es un círculo vicioso: cuanta más percepción se genera de que hay inseguridad, más atención le ponen los medios y más repercute en la opinión pública.
–¿Qué intereses están en juego?
–Es un clásico de la derecha. Se vio con las últimas políticas sobre terrorismo, aunque ya desde la época de Thatcher y Reagan primaron las políticas de ley y orden. No importan las causas, sino los resultados. El discurso es: vamos a atacar los hechos, que es lo que la gente quiere. Las políticas progresistas tienden a mirar las causas.
–¿Conoce experiencias exitosas basadas en analizar las causas?
–Cuando Nueva York aplicaba tolerancia cero, California usaba políticas para prevenir en lugar de reprimir. En ambos casos bajó el delito, pero está probado que con las respuestas represivas el problema vuelve. También ha habido políticas preventivas en Inglaterra, Francia, España. Tampoco son la panacea. A veces generan fracasos importantes. Para evitar el hecho hay que contar con información y con la complicidad de los ciudadanos.
–¿Qué conclusiones sacó de su experiencia en España?
–Generar una relación de confianza y cooperación entre las instituciones y los ciudadanos mejora automáticamente la seguridad. Consigues saber dónde hay lugares conflictivos y el miedo va desapareciendo.
–¿Qué se hace en un país donde la policía históricamente participa del delito, las cárceles enseñan a delinquir y las fuerzas de seguridad tienen una amplia trayectoria en violar derechos humanos?
–El mando político es el que debe decidir qué es lo que la policía debe hacer y no dejar que lo defina la propia corporación. Pero antes hay que establecer políticas públicas sobre seguridad y modificar la formación profesional de la policía.
–¿En Argentina están contemplados esos aspectos?
–Falta bastante profesionalismo. Esto quiere decir formación, sueldos razonables. Si a un policía no le pagas un salario digno, este señor se va a conseguir los medios de vida de otro modo. Si no le das formación, va a aprender de manera silvestre. Luego, el corporativismo de la policía es como el colesterol, puede ser bueno o malo. Puede servir para generar valores y rechazar la corrupción y la tortura, o lo contrario.
–¿Qué utilidad pueden tener las purgas policiales?
–Sólo logran mandar a la calle a miles de tipos que saben disparar.
–Habrá escuchado los últimos discursos de funcionarios que responsabilizan del delito a los jueces por excarcelar “demasiado”.
–Me parece un debate infantil. Como los debates más tontos de pareja, donde se culpa al otro. El sistema de justicia criminal necesita que funcionen bien la Justicia, la policía y la cárcel como un todo. Si uno de los tres falla, el mecanismo no funciona. Imagínese que tenemos la policía más garantista, que el detenido tiene un juez impecable, pero termina en una prisión degradante. De nada habrá servido todo lo demás.
–Aquí los menores de 16 años pueden ser privados de su libertad y hay menores de 18 condenados a perpetua, pese a que según la Convención sobre Derechos del Niño no se los debería juzgar como adultos. ¿Es legal bajar aún más la edad de imputabilidad?
–Bajar la edad depende de una ley, que debería respetar las convenciones sobre el niño. Pero, ¿ésa es la respuesta? Al ingeniero lo mataron unos jóvenes, entonces hay que meter a los jóvenes en la cárcel. Según leí, aquí acaban de condenar a militares de la represión, pero como tienen ochenta y pico de años no van a prisión. ¿Y? El día que los ancianos jubilados se pongan a robar por las calles, ¿vamos a aumentar la edad de carcelación? El problema es por qué delinquen los menores. Qué intereses hay detrás, qué pasa con la escolarización, con las oportunidades de trabajo. Habría que preguntarse: ¿la legislación argentina tiene respuesta para estos temas? Si no tiene, todo lo demás es demagogia.
–La discusión legislativa es poca y el debate pasa por los medios, con un repertorio inspirado en la urgencia de casos emblemáticos.
–En los sistemas capitalistas la lógica de los medios es vender. Los medios tienen grupos detrás, financieros, políticos. Gobiernan a través del miedo. Se está imponiendo en Occidente un estilo en el que el miedo es una herramienta de sumisión de la ciudadanía.
–¿Le sorprendieron las definiciones del gobierno de Cristina Kirchner y del titular de la Corte alrededor de la inseguridad?
–Es esperable. Igual que es esperable que suba la criminalidad porque la crisis global va a afectar a la Argentina. Las crisis sociales generan un clima que lleva a aumentar la criminalidad. Y se va a incrementar la percepción de la inseguridad, porque los delitos que van a aumentar son los del chaval que va a pegar tirones aquí y allá. ¿Qué medidas vamos a tomar? Una, que no me gusta, es esperar que pase y meter más policías. Una falta de imaginación total. Otra es la prevención. A lo mejor hacen falta escuelas públicas u otra cosa. Si la respuesta es represiva, el problema es ¿dónde termina la escalada? El próximo paso, aunque suene brutal, es el ejército. Así se pierde la esencia de la democracia. Atacar las causas, aunque sea a largo plazo, es la opción más inteligente.
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