jueves, 13 de noviembre de 2008

La Tragedia de la Escuela Domingo Santa María de Iquique








Escuela Santa María de Iquique: 3000 muertos; la rebelión quedó sofocada




por Luis E. Recabarren S. (Chile)




sábado, 20 de enero de 2007




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La Voz del Obrero. Taltal, 11/enero/1908.

La más pura crueldad, el más refinado salvajismo acaban de emplear los guardianes de la sociedad burguesa para dominar y reducir un hermoso movimiento obrero que estallaba en el norte de Chile; en la provincia de Tarapacá, con el objeto de exigir de los capitalistas solamente el cumplimiento de promesas anteriores sobre el mejoramiento de la condición económica en que viven las familias obreras en aquella región del país.

No somos nosotros quienes nos encargamos de ponderar o de engrandecer el crimen burgués, son sus propios autores; es la pluma del mismo individuo (si puede llamarse individuo una bestia sedienta de sangre), que ordenó la masacre, la que relata con toda impudicia, con toda relajación, los detalles de cómo llevó a cabo su cobarde hazaña de hacer funcionar dos ametralladoras sobre el edificio ocupado por la masa principal de los huelguistas y en donde estaba radicado el "comité general de la huelga"

Conste que en Iquique todos los edificios son de madera y material liviano, de modo que las balas de las ametralladoras han hecho peor efecto que en una plaza, pues en el edificio los obreros han sido masacrados a montones.

Con fundamento podemos suponer que el número de muertos, en 30 segundos que funcionaron las ametralladoras, puede ser superior a 500, (ese es el tiempo que confiesan en el parte) ¡cuántos serán los heridos! Cada ametralladora dispara mil balas de 9 milímetros por minuto.

El parte que el general Silva Renard ha pasado a las autoridades superiores sobre su valiente hazaña, publicado íntegro en La Vanguardia de ayer, es la expresión más genuina de la moral burguesa, es la revelación clara, evidente de la falta de inteligencia de las llamadas clases superiores de la sociedad, es el exponente desnudo, es la expresión salvaje, bárbara de los sentimientos y de las costumbres que todavía dominan en el ambiente burgués de Chile.

Los huelguistas no habían cometido ningún acto condenable aún. Estaban en huelga concentrados en varios locales esperando la resolución de los patrones acerca de sus peticiones.

El comité de huelga estaba, en los momentos de la masacre, redactando un memorial para dirigirlo al presidente de la República, en el que exponía la miserable situación en que viven, a causa de la crisis económica creada por la depreciación de la moneda y por el excesivo abuso de los capitalistas ingleses.

Las autoridades, que no pudieron conseguir que los orgullosos capitalistas ingleses aceptaran un medio de arreglo con los huelguistas, resolvieron desalojar a éstos de los locales que ocupaban, sobre todo el de la Escuela Santa María situado en el centro de la ciudad obligándolos a reconcentrarse en el Club Hípico o a regresar a los establecimientos de donde procedían, localizados entre 60 y 120 kilómetros de distancia, para todos los cuales hay vías férreas.

La autoridad, con el criterio cretino que ella siempre juzga estos conflictos, juzgó -así lo dice el parte- un peligro para la sociedad, que estaba poseída de un gran pánico, la presencia de siete mil trabajadores en huelga, reunidos día y noche en un local central. En virtud de esto acordó notificar a los huelguistas el desalojo del local. Estos, que pacíficamente esperaban la solución del conflicto, opinaron que no había motivos para obligarlos a retirarse, y no se retiraron.
Entonces se resolvió la masacre. Los manubrios de las ametralladoras giraron sobre sus ejes. Las bocas de los cañones abocadas sobre el edificio arrojaron un torbellino de balas durante ¡30 segundos! Y, después ¡silencio! La obra burguesa estaba realizada. La augusta majestad de la ley, hecha respetar por el imperio de la fuerza bruta se eleva imponente entre el humo de la pólvora y el vaho de la sangre que poblaba la atmósfera en aquel instante fatídico...
¡Qué hermoso este real exponente de la delicada cultura y civilización burguesas!
El espíritu rebelde de esa masa fue sorprendido, las frentes un momento antes altivas de los trabajadores se inclinaron sobre los pechos, quizás no por abatimiento o cobardía, sino por vergüenza de formar parte de una sociedad que todavía conserva en su seno el espíritu vandálico, agresor, despótico, grosero, infame del salvaje ignorante de las edades primitivas. Los obreros poseídos del terror natural, por la extrema crueldad burguesa empleada contra ellos, ahogados, locos de dolor, se dejaron conducir por entre callejones de soldados armados -hermanos suyos también- adonde los burgueses quisieron.
El parte oficial del asesino Silva Renard dice que después de este bombardeo se desalojó el local y los obreros fueron conducidos al Hipódromo, unos embarcados, en los trenes otros. Pero ese parte no dice lo que seguidamente se hizo después que funcionaron las ametralladoras del “Esmeralda”. Yo creo ver que después de esta hazaña, aprovechando la confusión naturalmente producida, el dolor y la indignación que ha embargado los ánimos, ha ordenado el desalojo del local cargando a la bayoneta y con la caballería dispersando a los que huían.
Nada de esto dice el parte, pero suponemos que la obra se ha completado de esta manera, y los distintos telegramas publicados por los diarios dejan entrever ese procedimiento.
Estos sucesos ocurrían el sábado 21. Según algunas noticias publicadas el domingo 22 los obreros han intentado entrar al centro de la ciudad, asaltar los cuarteles, pero han sido rechazados, y nuevamente victimados, sin resultado alguno provechoso para los huelguistas.

La rebelión quedó sofocada.

Los carros de la basura recogen los cadáveres y los heridos.

Muchos sobrevivientes son arrastrados a la prisión.

La sociedad burguesa canta gloria. Ha triunfado, Reconoce que la petición de los obreros era muy justa, pero debían de esperar sumisamente hasta que a ellos, -los capitalistas-, ¡les plugiera resolver! Los hambrientos debían esperar que los ahítos de festines terminaran sus orgías para recoger los huesos.

El movimiento de Iquique - que todavía nos tiene conmovidos- de una intensidad que quizás aún no está del todo dominada, cuyo epílogo sangriento hemos relatado y comentado, tiene una larga historia, como todas las luchas obreras, y como todas llenas de martirios con un interminable cortejo de dolores.
Es interesante que aprovechemos esta oportunidad para bosquejar rápidamente los antecedentes, condiciones del trabajo y cómo se fomenta la fortuna en las regiones del salitre.
En 1904 y 1905 el salitre se vendía a razón de 6 ó 7 libras esterlinas la tonelada. Los ingleses solamente venden en moneda de oro. Los derechos aduaneros de exportación también los pagan al gobierno de Chile en moneda de oro. Mientras tanto los trabajadores y toda clase de empleados ganan sus sueldos en moneda de papel, cuyo equivalente en oro es demasiado variable como se verá más adelante. En este mismo período cada “un peso chileno” tenía un valor de 32 a 35 centavos oro, como máximum. De modo que cuando un obrero ganaba cinco pesos diarios, ganaba solamente entre $ 1.60 y $ 1.75 oro.


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La Tragedia de la Escuela Domingo Santa María de Iquique (I parte)

por Mario Zolezzi Velásquez (Chile)

sábado, 03 de marzo de 2007
Nota de la Redacción: Desgraciadamente este artículo científico llegó a PiensaChile sin las notas que indica. Hemos hecho búsqueda del artículo en otras fuentes o datos de su autor, sin lograr tener resultados hasta hoy. Si algún lector pudiera ayudarnos a encontrar tan valiosa información complementaria, le estaríamos muy agradecidos.
Introducción:

1907 se transformó en un año crítico. Gobernaba el país Pedro Montt. La moneda se depreció considerablemente, que llegó a valer apenas 8 peniques. Los artículos de primera necesidad y otras mercaderías alcanzaron subidos precios. Un gran malestar se produjo en los trabajadores. Se estimó necesario estabilizar el valor de la moneda. El Congreso por Ley de Agosto de ese año autorizó la contratación de un empréstito para completar el fondo de conversión del desvalorizado papel moneda y su reemplazo por moneda de oro.


La industria salitrera estaba sujeta a una nueva combinación, con la finalidad de establecer la limitación de la producción para obtener un mejor precio para el nitrato de sodio. La situación de la industria era floreciente. Se estaban construyendo nuevos establecimientos salitreros, en su mayor parte ubicados en la provincia de Antofagasta. El estado obtenía abundantísimos recursos generados por la Renta del Salitre.

En noviembre de ese año laboraban en los distritos salitreros de Tarapacá y Antofagasta cerca de 40.000 operarios, de los cuales 13.000 eran extranjeros: bolivianos y peruanos en su mayor parte. La provincia de Tarapacá, según el censo de población levantado el 28 de noviembre de 1907, tenía 110.000 habitantes. En Iquique vivían en la economía tarapaqueña una preponderante participación e influencia. La depreciación monetaria produjo malestar en Iquique y las salitreras. Era inevitable que se generarán movimientos huelguísticos, como único recurso para lograr mejoras económicas y así hacer frente a la carestía de la vida. El encargado de negocios de Gran Bretaña, que visitó los distritos salitreros poco antes de Diciembre, dio a conocer en un despacho al Ministerio de Relaciones Exteriores de su Majestad, que probablemente esta situación daría origen a conflictos laborales en las salitreras.

I.- Estalla la Huelga
El 4 de diciembre los trabajadores de la Empresa de los ferrocarriles Salitreros se declararon en huelga, la cual finalizó al accederse a su demanda de pagarles sus salarios al cambio de 16 peniques. El 9 de diciembre las cuadrillas de las casas salitreras del puerto paralizaron sus labores reclamando también se les pagara al cambio de 16 peniques. Su petición fue rechazada, pues los patrones sostuvieron que ya anteriormente habían obtenido aumentos en sus salarios.

Parecía que era solamente una huelga más decretada por esos trabajadores. Pero pronto recibió respaldo en la pampa, el que vino del cantón de Alto San Antonio. La huelga se hizo presente en la Oficina San Lorenzo el 10. El Cónsul Británico afirma que los obreros que allí laboraban recibieron la visita de una comisión de los huelguistas iquiqueños. Una columna de pampinos de ese centro salitrero se dirigió a la vecina Oficina Santa Lucía, que paralizó sus faenas. El movimiento halló luego apoyo en otras Oficinas del señalado distrito. El 13 de diciembre llegaba a Iquique el crucero Blanco Encalada, enviado por el gobierno para quedar de estación en el puerto. Por el 14 de diciembre los trabajadores de unas 30 oficinas habían parado sus labores y gradualmente empezaban a congregarse en diferentes puntos sobre la red ferroviaria salitrera y comenzaban lentamente su movimiento en dirección a Iquique.

Los operarios ahora venían al puerto para que sus dirigentes trataran con las autoridades y salitreros sus demandas. Este nuevo procedimiento obedecía al deseo de que se escucharan debidamente sus aspiraciones, en vista del fracaso de sus peticiones anteriores ante las autoridades. El 14 la alcaldía decreto la suspensión hasta nueva orden de los espectáculos públicos y la clausura de las cantinas. El 15 llegó temprano a la ciudad una numerosa cantidad de pampinos, procedentes del cantón de Alto San Antonio. Los huelguistas fueron alojados en el hipódromo, donde la autoridad hizo colocar fondos de café, pipas de agua y buena cantidad de pan fresco para satisfacer sus necesidades tras el agotador viaje desde la pampa a la costa. El Intendente de la Provincia era el abogado Julio Guzmán García, que subrogaba al titular, Carlos Eastman, que se encontraba en Santiago. La jefatura de la División Militar la desempeñaba en forma interina el Coronel Agustín Almarza. El General Roberto Silva Renard, titular, también se encontraba en la capital.

Los dirigentes de los pampinos se entrevistaron con la primera autoridad interina, a quien le informaron sus demandas. Guzmán García les expresó que la autoridad tenía el deber de escuchar con atención y de poner lo que estuviera de su parte para satisfacer de una manera conveniente las presentes dificultades. Les hizo ver su satisfacción por el orden mostrado por los obreros a su arribo a la ciudad. El Comité Directivo de los Calicheros le manifestó que el orden no sería alterado en ningún caso. El Intendente les manifestó que el clima pacífico favorecería el estudio de su petición, pero les advirtió que serían reprimidas con energía las manifestaciones contra el orden, las personas y la propiedad. Les insinuó presentaran un pliego de peticiones para conversar con los representantes de las compañías salitreras sobre éste y buscar el mejor arreglo dentro de los derechos de los obreros y de los intereses comunes. El mandatario provincial en una nueva conversación les propuso una tregua de 8 días para permitir que todos los salitreros se pudieran reunir y estudiar sus demandas, buscando una solución armónica, debiendo regresar a la pampa a reanudar sus faenas. Sólo quedaría en la ciudad una comisión para las negociaciones. De no llegarse a un arreglo, quedarían en libertad de reiniciar el movimiento. Los pampinos contestaron que no regresarían a sus Oficinas hasta no recibir una contestación definitiva a sus peticiones.

Mientras tanto en Zapiga el 15 de diciembre se realizó un importante meeting, al cual asistieron los representantes de varias Oficinas del cantón del Norte. Allí hablo el dirigente Luis Olea. Se acordó pedir al Presidente Pedro Montt "que en vista de la situación calamitosa creada para el trabajador con motivo de la depreciación del cambio, S.E. desligue todas las energías propias del primer magistrado de Chile... en resguardo y beneficio del pueblo oprimido".
Para dar más comodidad a los operarios del salitre, se les fijó un nuevo lugar para que se cobijaran: la escuela fiscal "Santa María". Allí se les daba el rancho, compuesto de desayuno, almuerzo y comida.

Los trabajadores el 16 de diciembre presentaron sus demandas en un Memorial:
Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $ 50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.

Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques.

Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.

Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chupadores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.

En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.

Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.

Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampa el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.

Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.

Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato. Este acuerdo una vez aceptado se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.

Los patrones se comprometieron a dar pronto respuesta. Estos se hallaban frente a un movimiento que cada vez tomaba más impulso en la pampa. Esta huelga era la culminación del malestar de los trabajadores por los abusos que se cometían desde hace tantos años en la pampa. El 16 de diciembre, como adhesión al movimiento de los pampinos, pararon sus actividades varios sectores obreros de la ciudad, la cual quedo paralizada.

Patrullas militares circulaban por las calles en prevención de desórdenes. La extensión del movimiento en el mismo Iquique produjo gran inquietud en el Cuerpo Consular, cuyo decano era el cónsul británico. Ese mismo día dirigió una nota al Intendente comunicándole el ofrecimiento de su "contingente para conservar el orden público" y enseguida le preguntaba si contaba con los elementos para resguardar la vida y propiedad de los extranjeros. Guzmán García el mismo día 16 le contestó que contaba con los elementos necesarios para dicho fin y para tranquilizarlo le informaba la llegada de refuerzos militares que había solicitado para afrontar cualquier emergencia.

El 17 de diciembre el cónsul británico protestaba en nota al Intendente por un incidente provocado por los huelguistas en el cantón de Lagunas, que afectaba propiedad británica. Le insistía en ella si deseaba ahora modificar de alguna manera las garantías que tuvo a bien darle al cuerpo consular, que había fuerza suficiente a su disposición para garantizar la vida y propiedad de los extranjeros en la provincia. El mandatario provincial ese día contestó que castigaría con toda energía cualquier acto subversivo o atentado contra las personas y propiedades que hagan los huelguistas; y le anunciaba el arribo del Regimiento "Rancagua", por eso le daba seguridad de garantizar vida y propiedad de nacionales y extranjeros.

Justamente el 17 llegó desde Arica el crucero "Blanco Encalada" conduciendo una fuerza del Regimiento "Rancagua". Al día siguiente echaban anclas en la bahía el crucero "Esmeralda" que traía tropas del Regimiento de Artillería de Costa, de Valparaíso. Los trabajadores del salitre mantenían gran disciplina y no causaban ningún desorden.

"El Tarapacá", en su edición del 18 destacó:"... la actitud de absoluto orden adoptada por los huelguistas... “ Agregaba: "Sus manifestaciones se han reducido a meeting, desfiles y discursos dentro del terreno de la moderación." Sobre la situación en la pampa informaba: "en las numerosas oficinas que permanecen paralizadas el orden se mantiene inalterable". Proseguían llegando a la ciudad nuevas columnas de obreros de las salitreras. La presencia pampina iba en aumento.

El Ministro del Interior, Rafael 2º Sotomayor, antiguo vecino de Iquique, y conocido abogado defensor de los intereses salitreros de Matías Granja, autorizaba al Intendente para aumentar la policía y en caso necesario, armar al Cuerpo de Bomberos para ayudar a la seguridad de la ciudad. En Santiago, el encargado de negocios de Gran Bretaña, el día 18 manifestó al subsecretario de Relaciones Exteriores que el gobierno de Su Majestad estaba preocupado por el giro que estaban tomando estos acontecimientos. El cónsul en Iquique había informado al encargado de negocios que las autoridades locales no podían o no querían tomar medidas convenientes para imponer el orden y le solicitaba que pidiera al gobierno de Chile la necesidad de tomar inmediatas medidas para remediar la situación. El diplomático luego se entrevistó con el Ministro Sotomayor, a quien le solicitó las últimas noticias para darlas a conocer a su gobierno. El Ministro le dio cuenta del envío de tropas y buques de guerra para reforzar a la guarnición de Iquique.

El 19 de diciembre llegaron el Intendente Eastman y el general Roberto Silva Renard en el crucero "Zenteno", en la cual venía el Regimiento "O'higgins" para reforzar a la guarnición local. Eastman expresó al pueblo desde la Intendencia: "Vengo de la capital y traigo la palabra y los deseos del Excmo. Presidente de la República, que son los de solucionar estas dificultades en la forma más favorable para vosotros, consultando con equidad los intereses de los industriales salitreros". Agregó: "Mi viaje obedece a este propósito, de volveros a ver de nuevo en vuestras faenas, contentos y tranquilos." A la llegada de Eastman a Iquique, los huelguistas estaban agrupados en un Comité Central Unido, como resultado de la fusión del Directorio de los Obreros iquiqueños en huelga con el comité de los pampinos, lo que vino a reforzar el movimiento ante la autoridad. Su presidente era José Briggs; Luís Olea se desempeñaba como vicepresidente. Los obreros miraron con recelo el arribo del general Silva Renard, señaló el diario "El Comercio", de Lima, en su edición el 22 de diciembre.

El Intendente se abocó a la delicada tarea de reunirse en forma separada con ambas partes para procurar que se llegase a un arreglo del conflicto. Escuchó las demandas de los huelguistas. Luego conversó con los salitreros, quienes expresaron su buena disposición para estudiar y resolver detenidamente la petición de los trabajadores, pero que le era imposible discutirla bajo la presión de la gran masa de huelguistas reunidas en la ciudad, y que bajo estas circunstancias aceptar total o parcialmente su petición "perderían el prestigio moral, el sentimiento de respeto, que es la única fuerza del patrón respecto del obrero".

La situación de la huelga preocupó a "El Mercurio", de Santiago. El 20 de diciembre comentó sobre "La Huelga del Norte": "A pesar del carácter pacífico de este movimiento, y de la conducta mesurada de los huelguistas, los antecedentes expuestos nos inducen a mirar lo que ocurre en Iquique como hechos de excepcional gravedad . La lección puede, no obstante, ser oportuna para que se le prevenga su repetición, antes de que las raíces de esta escabrosa cuestión social sean más profundas, o que se repitan con caracteres de otro orden de acontecimientos tan perturbadores de la industria y tan perjudiciales para la existencia de los gremios de trabajadores."

El 20 la actividad comercial e industrial continuó paralizada. "La misma actitud tranquila de los días anteriores asumieron ayer (20) los numerosos trabajadores pampinos que se encuentran en este puerto", comentaba el "Tarapacá", en su edición del 21 de diciembre. A la ciudad arribaron nuevos contingentes de trabajadores de las salitreras. De Caleta Buena llegó un vaporcito remolcando 2 lanchas repletas de obreros.

Ese día Eastman continuó las gestiones para solucionar la huelga. El Intendente hizo saber al comité de los trabajadores que los patrones estaban dispuestos a negociar con la condición que los pampinos volviesen a sus respectivas Oficinas, dejando en la ciudad una comisión para dicho fin. El Comité contestó que era muy difícil aceptar esa exigencia, por lo que propuso para que fructificara esa exigencia patronal, se aumentaran los jornales en un 60% durante un mes, tiempo estimado para que ambas partes arribaran a un arreglo final.

En la tarde del 20 corrió el inquietante rumor de una balacera ocurrida en Buenaventura. Una patrulla militar disparó sobre una columna obrera para impedir que se dirigiera a la ciudad. Algunos pampinos resultaron muertos y otros heridos. De esta manera se daba cumplimiento a una orden de Sotomayor al Intendente Guzmán García que decía: "Proceda como en Estado de Sitio cese inmediato oficinas interior prohibición gente ir Iquique ". (cablegrama, Santiago 16 de Diciembre )


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La Tragedia de la Escuela Santa María de Iquique (II Parte)

por Mario Zolezzi Velásquez (Chile)

martes, 06 de marzo de 2007

Nota de la Redacción: Desgraciadamente este artículo científico llegó a PiensaChile sin las notas que indica. Hemos hecho búsqueda del artículo en otras fuentes o datos de su autor, sin lograr tener resultados hasta hoy. Si algún lector pudiera ayudarnos a encontrar tan valiosa información complementaria, le estaríamos muy agradecidos.

II.- El Estado de Sitio:La tensa situación recibió un vuelco total, precipitándose los hechos a una definición: la declaración de Estado de Sitio por el Intendente, proclamada en la noche del 20. Al día siguiente el decreto fue leído públicamente, y fijado en los edictos públicos, mientras la prensa lo publicaba. Luego los diarios dejaron de circular. Se estableció la censura cablegráfica y telegráfica. La Ley Marcial perseguía impedir la llegada de más trabajadores a Iquique, reunir a todos estos en la Escuela Santa María y la plaza contigua para facilitar las medidas que se tomarían posteriormente con los pampinos.

El Cónsul de Su Majestad Británica indica que esa medida se tomó porque el sofocamiento de los disturbios de aquí, impediría el desarrollo de huelgas en la provincia de Antofagasta.(11) La noticia del Estado de Sitio causó gran impresión en los huelguistas. Los salitreros mostraron satisfacción porque, si la llegada de buques y tropas de refuerzo los fortaleció en las negociaciones con los huelguistas, ahora la Ley Marcial significaba el principio del fin del movimiento de los pampinos. Se presagiaban acontecimientos dramáticos. Llego el 21. En la mañana hubo una reunión entre el Intendente y los Salitreros. Estos fueron informados de la propuesta de los huelguistas, y a su vez del ofrecimiento del Gobierno de compensarles hasta la mitad del aumento que acordaban en los salarios por un mes. La proposición del Presidente Montt fue recibida con frialdad por la parte patronal, que resueltamente volvió a insistir en su exigencia que los obreros debían abandonar la ciudad y regresar a las salitreras, porque no podían aceptar su presión, ya que esta entorpecía las negociaciones y constituía una imposición perjudicial para el empleador.

El Intendente les propuso el Arbitraje, que aceptaron, pero se mantuvieron inflexible en su exigencia. John Lockett cuenta que en esa reunión expresaron los salitreros que hacer concesiones en aquellos momentos sería tomado por los huelguistas como signo de debilidad y sin duda conduciría a promover después más extravagantes demandas con probablemente desastrosos resultados. Sobre el arbitraje propuesto por Eastman, los patrones indicaron estar de acuerdo, pero hicieron ver que bajo ninguna circunstancia estarían de acuerdo en la demanda de los trabajadores para que sus salarios fueran pagados al cambio de 18 peniques.(12)

La primera autoridad provincial extendió una invitación para que el Comité de los huelguistas asistiera a una reunión a la Intendencia a discutir la proposición patronal. El comité declinó reunirse, comunicando que todas las conversaciones se harían mediante notas o comisiones. Los dirigentes temieron ser víctimas de una trampa para detenerlos bajo el imperio de la ley marcial, con el evidente propósito de descabezar el movimiento. El ministro Sotomayor había mandado un cablegrama con carácter de estrictamente retendente, en el cual expresaba que Sería muy conveniente aprehender cabecillas trasladando a los buques de guerra.

Desde el jueves al sábado 21 numerosas familias se refugiaron en los buques mercantes fondeados en la bahía, mientras otras tomaban el vapor rumbo a Arica. En la ciudad corrían gravísimos rumores que se referían a saqueos e incendios. La policía sostuvo que tenía evidencias de un plan de los huelguistas para realizar esos terribles actos vandálicos en la noche del 21. "El Tarapacá", 24 de Diciembre, informa que los huelguistas tenían pensado realizar los desmanes en la noche del día sábado según se sabía positivamente en la Intendencia. Las compañías de bomberos estaban acuarteladas para actuar en caso de emergencia. La Casa Lockett BROS obtuvo carabinas para defender a sus empleados y edificios.(14) Eastman fracasó en su intento de convencer a los huelguistas, por intermedio del conocido dirigente obrero Abdón Díaz, para que regresaran a sus Oficinas, a la espera del arbitraje.

III.- La Matanza:La autoridad máxima de Tarapacá resolvió actuar para reprimir la huelga inclusive utilizando las armas, Pedro Montt había telegrafiado su autorización plena para adoptar todas las medidas que requiera la cesación inmediata de la huelga.(15) Sotomayor por su parte envió el siguiente cablegrama: Para alejar de esa gente de pampa convendría hacerles regresar respectiva Oficina custodiada cada peonada por piquete tropas cuyo jefe debe llevar orden terminante de hacer fuego contra los que pretendan regresar.(16) Eastman a la una y media de la tarde dictó el decisivo decreto: En bien del orden y salubridad pública, concéntrese a la gente venida de la pampa en el club Sport ( Hipódromo ), en el camino de Cubancha. Esta disposición buscaba desalojar a los pampinos del interior de la ciudad, reunirlos en las afueras, y forzar su regreso a las salitreras.

El general de brigada Roberto Silva Renard, luego de recibir el referido decreto, tomo rápidamente medidas para darle inmediato cumplimiento. Movilizó tropas bajo su mando desde la Plaza Prat hasta la Plaza Manuel Montt y calles adyacentes. El jefe militar señala que la escuela Santa María, se hallaba repleta de huelguistas, que el directorio de estos estaba instalado en la azotea con frente a la plaza y en medio de banderas de los diversos gremios y naciones. Agregaba Desde adentro hacia el centro de la plaza, rebozaba una turba de huelguistas que no cabía su entrada y frente.

Calculó que en el interior de la escuela habrían 5.000 personas y afuera 2.000, añadiendo que: Aglomerados así oían los discursos y arengas de sus oradores que se sucedían sin cesar en medio de los toques de cornetas, vivas y gritos de la multitud..(17)

Como los pampinos se negaron a acatar la orden de evacuar el local escolar y la plaza para dirigirse al hipódromo, que fue comunicada por el coronel Almarza, el general hizo avanzar 2 ametralladoras bajadas del crucero Esmeralda y las hizo colocar frente de la escuela y lista para disparar sobre la azotea donde se encontraba el directorio. Un piquete del Regimiento O'higgins se ubicó a la izquierda de las ametralladoras para hacer fuego por encima de la muchedumbre aglomerada al lado afuera, manifiesta en su parte oficial.

Los capitanes de navío A. Wilson y M. Aguirre fracasaron en su intento de convencerlos. El mismo general también intentó persuadirlos. Expresa al respecto: Les supliqué con toda clase de razones evitasen al Ejército y Marina el uso de las armas para hacer cumplir la orden. Confiesa: Todo fue inútil. Durante media hora les hablé en todos los tonos sin obtener otra cosa que declamaciones sobre las injusticias de que eran víctimas como trabajadores y siempre defraudados en sus jornales por patrones y capitalistas.

Igual gestión realizaron los cónsules de Bolivia y Perú.

El último escribió a su gobierno: Mis palabras fueron inútiles y tuve que retirarme después de más de una hora de conferencia, entre los vivas y frases de gratitud de esa pobre gente que pronto iba a ser diezmada por la metralla del ejército, como víctimas de su obcecación y terquedad.(18) Los trabajadores peruanos no quisieron aprovechar la autorización que les otorgó el comité en presencia del cónsul de su país para abandonar el lugar declarando éstos que seguirían junto al resto de sus compañeros de trabajo.

Esto era una emocionante muestra de la solidaridad que existía entre los pampinos, pese a las diferencias que podrían haber entre los obreros nacionales y peruanos por el agudo problema de Tacna y Arica.

La tragedia se desató cuando el general de brigada Roberto Silva Renard, agotando las instancias para obtener el acatamiento de la orden oficialista, y tomando en cuenta que no era posible esperar más tiempo sin comprometer el respeto y prestigio de las autoridades y fuerza pública, hizo abrir el fuego a las 3 3/4 horas de la tarde. El jefe militar se refiere que ordenó al piquete del regimiento O'higgins hiciera una descarga hacia la azotea de la escuela, y el piquete de la marinería situada en calle Latorre hacia la puerta de ésta donde estaban los huelguistas más rebeldes y exaltados. A esta descarga se respondió con disparos de revolver y aún de rifles, hiriendo a 6 hombres de sus tropas. Entonces, prosigue, ordene 2 descargas más y fuego a las ametralladoras con puntería fija hacia la azotea donde vociferaba el Comité entre banderas que se agitaban y toques de corneta. Hechas las descargas y este fuego de ametralladoras que no duraría sino 30 segundos la muchedumbre se rindió. Hice evacuar la escuela y todos los huelguistas en número de 6.000 a 7.000 rodeados por las tropas, fueron conducidos por la calle Barros Arana al hipódromo. Esta es la versión oficial.

El cónsul Británico señala que el fuego sobre los pampinos duró un minuto y medio. La gran masa obrera, desalojada violentamente de la plaza y escuela, fue conducida bajo una fuerte escolta militar hacia el sitio fijado por la autoridad.
El cónsul de los Estados Unidos de América informó a su gobierno que la escena después fue indescriptible. En la puerta de la escuela los cadáveres estaban amontonados, y la plaza cubierta de cuerpos.(19)

M.M. Forero, cónsul del Perú indica que inmediatamente me constituí en el local donde se había desarrollado el sangriento drama, con los bomberos de la Compañía Peruana número 10, los que se dedicaron, obedeciendo mis órdenes, a recoger a los desgraciados heridos y transportarlos al Hospital.(20)

El cuerpo médico de la ciudad acudió presuroso a atender a los heridos. Este trabajó con una laboriosidad y constancia digna de todo encomio, informó un diario local. Existe una versión que refiere que durante la operación militar dos marinos se pasaron a los huelguistas, pero estos fueron muertos. El cónsul de su Majestad Británica indica que no pudo obtener información sobre relatos de ejecución de cierto número de soldados en la madrugada del 22 por haberse negado a obedecer la orden de disparar sobre la multitud.(21)

Sobre los muertos y heridos se dan diversas cifras. El general Silva Renard fija ésta en 140. El cónsul peruano habla de 140 muertos y 200 heridos. Un informe de John Lockett señala 200 muertos y 300 heridos. El cónsul británico, de 120 muertos y 230 heridos. El corresponsal de "El Comercio", de Lima, escribe, que se calculaba que dentro y fuera de la escuela hay unos 300 muertos e innumerables heridos. Se dice que entre unos y otros hay muchos peruanos y bolivianos.(22) Leopoldo Castedo da a conocer otras cifras mayores, citando otros autores: Palacios mencionaba 195 huelguistas y 350 heridos... El corresponsal de The Economista informó a Londres de 500 muertos. Venegas Arroyo es el primero, entre los contemporáneos en dar la cifra, después aceptada, de 2.000 muertos, corroborada por Armando Jovet Angevín, padre del historiador y suboficial del Carampangue, que en el primer turno de entrega de cadáveres a él encomendado, contó novecientos.(23) Muchos heridos fallecieron en el Hospital de Beneficencia.
El Vicario Apostólico, Rucker, comenzó a recibir donaciones de empresas salitreras para ayudar a las familias de los trabajadores muertos y heridos el 21. Los dirigentes máximos del movimiento de los pampinos José Briggs y Luis Olea, murieron. Los soldados hicieron fuego sobre el Directorio Central. De pie, serenos, recibieron la descarga. Como heridos del rayo cayeron todos y sobre ellos se desplomó una gran bandera (Nicolás Palacios ).(24) Según el cónsul americano, el vicepresidente ( Luis Olea ) y un director de los huelguistas intentaron asilarse en el consulado de los Estados Unidos. Esos dirigentes se presentaron a las 12 de la mañana del 21, preguntando por la protección de esa nación, la ciudadanía, asilo que fue denegado. R. Hana manifiesta que a las 4 de la tarde ambos fueron muertos.(25)


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