domingo, 21 de septiembre de 2008

“El Papa no tiene un proyecto de Iglesia” Leonardo Boff, fundador Teología de la Liberación


Domingo 21 de septiembre de 2008

Por Libio Pérez / La Nación Domingo


Leonardo Boff, fundador de la Teología de la Liberación

“El Papa no tiene un proyecto de Iglesia”


Fue censurado por Joseph Ratzinger, se casó luego de dejar los hábitos y, con sus plegarias ecológicas, imprimió en el país un cuestionamiento frontal a la legislación chilena sobre derechos de agua.



Vino a Chile por unos pocos días, pero su paso levantó polvareda, como ha sucedido antes con sus reflexiones, sus escritos y su práctica política. El ex sacerdote brasileño Leonardo Boff, uno de los principales fundadores de la Teología de la Liberación, estuvo en Aysén en el lanzamiento de la carta pastoral "Danos hoy el agua de cada día", del obispo Luis Infanti.

Cuando llegó a Santiago, la Conferencia Episcopal obligó a los organizadores de un encuentro con Boff a descartar el uso de la sede de la Confederación de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre). Y entonces Boff tuvo que hablar ante más de mil personas en un patio de la Universidad Arcis.

Allí, ante un auditorio mayoritariamente conformado por monjas y sacerdotes, explicó sus reflexiones ecológicas, que hoy forman parte de la misma teología que comenzó a elaborar en los años sesenta junto al peruano Gustavo Gutiérrez y que en pocos años se esparció por toda América Latina.

Boff sabe de censuras. Sus libros en especial "La Iglesia, carisma y poder" lo llevaron ante la silla de los acusados de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Santa Inquisición, que encabezaba entonces Joseph Ratzinger, hoy el Papa Benedicto XVI. Roma le impuso un año de silencio.

Otra vez estuvo a punto de ser silenciado en 1992, antes de la Cumbre de la Tierra. Cansado, dejó los hábitos de sacerdote franciscano. Con 70 años de edad, ha escrito más de un centenar de libros, recorre el mundo dictando conferencias, participa de debates políticos con los campesinos de Brasil y se refugia junto a su esposa en su casa de Petrópolis.

-¿Cómo aprecia el tiempo que lleva Joseph Ratzinger como Papa?

-Ratzinger no tiene un proyecto de Iglesia, él se siente continuador de Juan Pablo II; esto es, constituir una Iglesia fuerte, institucional, hacia adentro. En el fondo, una Iglesia que tiene miedo, que no se abre. Una Iglesia conservadora que ha optado por volver a evangelizar Europa para dar un rostro cristiano a la globalización. Pero desde América Latina, optar por Europa es optar por los ricos y no por los pobres. Es una cultura sin futuro, sin vitalidad, y por eso no es llamativo lo que hace el Papa. Parece más un profesor que un profeta. La Iglesia está dividida hoy en un sector institucional, más obediente, y las comunidades de base, las pastorales, en el Tercer Mundo.

-En Chile, la Iglesia Católica se ha resistido a la Ley del Divorcio, a cualquier forma de aborto, e incluso a la distribución de la píldora de emergencia.

-Esa es la política oficial de la Iglesia, dictada desde Roma. Pero la Iglesia no puede imponer su pensamiento a una sociedad democrática. Podrá hacerlo a sus fieles, pero no a toda la población. Cuando Ratzinger fue a Brasil, hace poco, le dijo al Presidente Lula que como el 80% de los brasileños se declaran católicos por qué no declaraba al Estado como católico. Lula le respondió que el Estado es laico y que su propuesta era inconstitucional. Ahí terminó la discusión.

-¿Por qué vino a Chile a apoyar al obispo Luis Infanti, su carta sobre el agua y la oposición a las represas de Aysén?

-Vine a la Patagonia para apoyar el grito de la Tierra. La misma lógica que explota a personas, clases y pueblos, explota el ecosistema. He leído con alegría la carta del obispo Infanti porque sigue la metodología de trabajo de la Teología de la Liberación; esto es, ver, juzgar, actuar. El texto es muy detallado en su análisis, con cifras y datos. Reflexiona sobre las consecuencias de los proyectos de las grandes empresas y su ética. El obispo, desde una dimensión ética y pastoral, interviene y convoca a la ciudadanía a reflexionar, y lamenta que el Estado chileno no tenga una política energética definida, porque eso permite que vengan grandes empresas a hacer sus negocios sin contrapesos. Es una señal de que la Iglesia quiere aportar a soluciones positivas. Es una defensa del agua, el agua es vida y la vida no es una mercancía. La vida no puede estar en el mercado.

-En Chile, el agua, aunque declarado bien público, está en manos de empresas privadas.

-Leí la ley chilena antes de venir, recogí datos, y quedé escandalizado cómo se ha privatizado: sólo una empresa eléctrica es propietaria de más del 80% de los derechos de agua. Es impresionante el impulso privatizador de los recursos naturales de Chile. Es una locura si pensamos que el 3% de toda el agua del mundo es dulce, y de esa agua sólo el 0,7 es accesible al consumo humano, del que a su vez el 70% es para la industria y el riego. Queda muy poco para el consumo humano directo. La FAO dice que si no la cuidamos, en 2025 dos tercios de la humanidad no tendrá agua. Por eso es importante la carta del obispo Infanti. Tenemos una responsabilidad colectiva ante la privatización del agua, que dentro de poco será el bien más preciado de la Tierra, incluso más que el petróleo. Quien controla el agua controla la vida, y quien controla la vida tiene el poder. La ciudadanía tiene que reclamar el agua como un bien público y rescatarla de las grandes compañías, renacionalizando si es necesario.

-¿Cuál es la conexión entre la Teología de la Liberación y la ecología humana y social?

-La Teología de la Liberación supone opresión. La Tierra está oprimida ecológicamente; los ecosistemas, devastados. Gran parte de la humanidad sufre la contaminación del aire y el calentamiento global. Hay opresión a la Tierra, el planeta está crucificado y hay que bajarlo de la cruz. Es lo mismo que decíamos del pueblo: está crucificado, hay que bajarlo de la cruz y resucitarlo. Ahí está el nexo; los oprimidos no son sólo los seres humanos, sino toda la comunidad de vida. La forma de salvar a la Tierra es trabajar desde la ecología, sea ésta ambiental, social o humana. La Tierra, Gaia, como la define la astrofísica, es un súper organismo vivo, que tiene un equilibrio sutil. Ese equilibrio se ha roto con el calentamiento global y vamos hacia el desastre.

-¿Hay tiempo para frenar el desastre?

-Son dos las interrogantes abiertas: si acaso tenemos el tiempo para tomar medidas y si hay sabiduría para hacerlo. Hay dos documentos que han impresionado a las grandes empresas: "La verdad incómoda", de Al Gore, y el relato del economista británico Nicholas Stern. Ellos vienen del mundo de la política y la economía, ya no son sólo los ecologistas los que alertan sobre la devastación. La ecología se está imponiendo como una cultura, sea por miedo o por conciencia.


http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20080920/pags/20080920192809.html
25 September, 2008


Leonardo Boff y Sabiduría Mapuche

Fuente: Adital


Dos miradas contradictorias con respecto a la Tierra se enfrentan hoy día. Una la ve como un gran objeto, desprovisto de espíritu, a disposición del ser humano, que puede disponer de sus recursos a su buen entender. Esta mirada permitió el proyecto científico-técnico de conquista y dominación de la Tierra, que está en la base del actual calentamiento planetario. La otra, la considera como un superorganismo vivo, la Gaia de los modernos, o la Pachamama de los pueblos originarios andinos. Gaia se autorregula y articula todos sus componentes de forma que es la permanente productora y reproductora de todo tipo de vida.


Esta segunda mirada fue predominante en la historia de la humanidad y fue la responsable del equilibrio que se estableció entre la satisfacción de las necesidades humanas y el mantenimiento del capital natural en su integridad y vitalidad. Hoy crece la conciencia de que la primera mirada -la de la dominación y la devastación- necesita ser limitada y superada, pues de lo contrario puede provocar un inmenso desastre en el sistema vida. La Tierra, sin duda, continuará, pero tal vez sin nuestra presencia. De ahí la urgencia de reconsiderar a los portadores de la segunda mirada -la de la Tierra como Gran Madre y Casa Común-pues ellos son portadores de una sabiduría que nos falta, y de formas de relación con la naturaleza que nos pueden salvar. Nos encontramos así con los pueblos originarios, los indígenas, que, según datos de la ONU, son más de cien millones en todo el mundo, distribuidos por casi todos los países, como los Sami (esquimales) en el extremo norte, o los Mapuche en el extremo sur.


A principios de septiembre de este año pude conversar largamente con los mapuche que viven en la Patagonia argentina y chilena. Son muchos; solamente en el sur de Chile hay más de quinientos mil. Viven en estas regiones andinas desde hace cerca de 15 000 años. Resistieron a todas las conquistas. Casi fueron exterminados en la parte argentina por el feroz general Roca, y en el lado chileno son muy discriminados. A los que hoy ocupan tierras que eran suyas se les aplican las leyes contra terroristas de la constitución de Pinochet.


Hablando con sus líderes (lonko) y sabios (machis), pronto salta a la vista la extraordinaria cosmología que han elaborado. Todo está pensado en términos de cuatro. Según C.G. Jung, el número cuatro constituye uno de los arquetipos centrales de la totalidad. Se sienten tan vinculados a la Tierra que se llaman "mapu-che": seres (che) que son uno con la Tierra (mapu). Por eso se sienten agua, piedra, flor, montañas, insectos, sol, luna, todos hermanados entre sí. Aprendieron a descodificar y comprender el idioma de la Madre Tierra (Ñeku Mapu): el soplo del viento, el piar del pájaro, el susurro de las hojas, los movimientos de las aguas y principalmente los estados del sol y de la luna. De todo saben sacar lecciones. Su mayor ideal es vivir y alimentar una profunda armonía con todos los elementos, con las energías positivas y negativas, con el cielo y con la tierra. Se sienten los cuidadores de la naturaleza. La comunidad sube al monte más alto y toda la tierra que avista hasta encontrarse con el cielo le es asignada para cuidarla. Se sienten perturbados cuando otros no mapuche penetran en esas tierras para introducir cultivos, pues entienden que así se vuelve más difícil cumplir su misión de cuidar.


Desarrollaron sofisticados métodos de curación. Toda enfermedad representa una quiebra del equilibrio con las energías de la Tierra y del universo. La curación implica reconstruir el equilibrio de suerte que el enfermo se sienta nuevamente insertado en el todo. Los mapuche se enorgullecen de sus conocimientos. No aceptan que sean considerados folklore, ni visión ancestral. Insten en que es un saber tan serio e importante como nuestro saber científico-técnico, sólo que diferente. En la búsqueda de regeneración de la Tierra, los mapuche pueden inspirarnos.


Fuente: Adital


http://www.mapuexpress.net/?act=publications&id=1608

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