El día de ¿qué raza?
América ya había sido descubierta hacía 30.000 años por sus primeros pobladores y el "crisol de razas" no fue fruto de la integración sino de la escasez de mujeres blancas.
Hace casi un siglo que en la Argentina se celebra el Día de la Raza, una de las efemérides emblemáticas de la liturgia escolar. Fue instituido por el presidente Hipólito Yrigoyen en 1917, por decreto. Su fecha corresponde al avistamiento de una de las islas Bahamas por Rodrigo de Triana, vigía de la nave "La Pinta" de Cristóbal Colón, quien parece que le birló el premio instituido diciendo que él la había visto primero.
La fecha ha sido siempre interpretada como un inicio, pero qué es lo que comienza varía mucho según el opinante, yendo de la civilización de los indígenas y la salvación de sus almas a la ruina de su cultura y su esclavitud. A los que afirman que los castellanos trajeron nuevos animales y plantas, otros les contestan que se llevaron el oro y la plata viejos. A que trajeron la escritura se retruca que también la viruela. En el medio se ubican los progresistas que enfatizan que fue el comienzo de una nueva "raza", la iberoamericana o latinoamericana, innovación que merece un festejo anual.
El tema no parece haber sido debidamente discutido en el ámbito que más importa, el escolar (los turistas del fin de semana largo no se preocupan por estas minucias ideológicas), de modo que daré aquí un puntapié inicial.
El Día de la Raza no puede festejar el descubrimiento de América porque ésta fue descubierta hace unos 30.000 años por sus primeros pobladores, que vinieron a través de Alaska o tal vez desde la Polinesia. Tampoco corresponde al descubrimiento de América por los europeos, porque los vikingos dirigidos por Leif Eriksson (hijo de Erik "el Rojo") llegaron a Canadá en el siglo XI. En todo caso, es el día en que comenzó la conquista europea de América, cosa muy diferente.
El concepto de raza, de infame memoria por el genocidio nazi, es hoy rechazado por los científicos. Los estudios genéticos muestran que todos los seres humanos descendemos de un antepasado común africano. Las migraciones hacia los restantes continentes de pequeños grupos, que luego se multiplicaron, hicieron predo minar ciertos rasgos físicos, por azar o por mejor adaptación al ambiente. La piel negra, por ejemplo, abundante en melamina, intercepta los rayos ultravioletas que en las regiones de alta insolación dañan la dermis y producen cáncer de piel. Las diferencias genéticas entre grupos humanos diversos no son mayores que las que hay dentro de un mismo grupo, aunque una ínfima porción de ellas, como el color de la piel, el cabello y los ojos, resulte muy notoria. Los antropólogos usan en cambio el concepto de etnia, grupo humano que comparte una misma cultura, en particular un lenguaje.
A diferencia de los conquistadores bereberes de la península ibérica que permitieron a los cristianos practicar libremente su religión (bueno es recordarlo en tiempos en que se pinta a todos los musulmanes como sanguinarios fanáticos), los conquistadores castellanos impusieron la suya. También impusieron sus leyes, en particular una apropiación privada de la tierra y sus productos, que los indígenas no podían comprender.
En este marco no vale la pena discutir la verdad o falsedad de la "leyenda negra" que los reinos europeos competidores de España se ocuparon de difundir ya que, aunque hubiera sido con la mejor de las intenciones, la conquista y la colonización europeas destruyeron la base de sustentación de las culturas indígenas, sumiéndolas en la indigencia. La cultura europea que introdujeron, como puede leerse todavía hoy en cualquier tratado de economía o simplemente verse en la televisión, está más preocupada por la máxima generación de bienes supernumerarios que por la satisfacción de las necesidades esenciales de todos sus integrantes.
En la época de la colonización uno de los requisitos para venir a América era la "limpieza de sangre", no ser descendiente de judíos ni de moros (a pesar de que los monarcas ibéricos tenían antepasados árabes). Posteriormente, prejuicio que perduró hasta mediados del siglo XIX, el requisito de "limpieza de sangre" frecuentemente agregó en la práctica la prohibición de tener sangre indígena. El "crisol de razas" que tanto se menciona, el gran mestizaje inicial entre españoles e indígenas (que, justo es reconocerlo, no se produjo en las colonias británicas), no fue el fruto de la voluntad de integración sino de los instintos biológicos y de la escasez inicial de mujeres blancas. Aunque las leyes de Indias no lo prohibían, los españoles rara vez se casaban con mujeres indígenas, salvo que se tratara de princesas, y el concubinato era la práctica generalizada. La "raza" iberoamericana no fue el fruto de la tolerancia sino de la lujuria.
Reconozcamos, como contrapeso de la balanza, que -aunque se dieron genocidios de instigación privada, como el de los onas patagónicos- no hubo una política estatal de segregación étnica como el de las reservas indígenas estadounidenses.
Por varios siglos España se benefició de las riquezas que obtenía de sus colonias americanas, tan grandes que generaron una nueva y muy remunerativa actividad, la piratería que vivía de las migajas que arrebataban de éstas. España pagó, sin embargo, un alto precio por este "regalo del cielo". Como era más fácil vivir de la intermediación comercial con América que producir allí o en España los bienes de consumo y suntuarios, cuando se acabaron el oro y la plata los españoles se habían quedado sin industrias. Se convirtieron así, durante siglos, en el furgón de cola de una Europa tecnificada y pujante a la que hoy tratan frenéticamente de alcanzar.
Como claramente establecen los considerandos del decreto del 4 de octubre de 1917 por el que Yrigoyen instituyó el Día de la Raza, no lo hizo para ensalzar una inexistente "raza" iberoamericana sino en celebración de España y su "descubrimiento" de América. A mi juicio, el feriado debería ser eliminado por constituir un triple anacronismo: porque el concepto de raza ha sido desterrado de los diccionarios científicos, porque no hubo tal descubrimiento y porque ensalza una cultura por encima de muchas otras que pueden ser mejores o peores que la europea según el ángulo desde el cual se elija mirar.
CARLOS E. SOLIVÉREZ (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Física y diplomado en Ciencias Sociales. csoliverez@gmail.com
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