BERLIN NO QUIERE QUE SE MUESTRE EL ICONO NAZI QUE ESTA EN PODER DEL GOBIERNO URUGUAYO
Un litigio con Alemania que hereda Mujica
Un águila con una esvástica ornamentaba la popa del acorazado Graf Spee, hundido en 1939 y rescatado en el Río de la Plata en 2006. Esa pieza se encuentra en un depósito de fusileros navales y un empresario la reclama.
Por Gustavo Veiga
Un águila de bronce de 400 kilos, 2 metros de alto por 2,80 de ancho con las alas desplegadas y una esvástica que cuelga de sus garras, puede resultar un lastre para el gobierno de José “Pepe” Mujica. Semejante pieza era el principal ornamento de popa del acorazado Graf Spee, hundido en el Río de la Plata el 17 de diciembre de 1939. Desde que la rescataron de las aguas, el 10 de febrero de 2006, se transformó en motivo de un sordo litigio entre los gobiernos de Uruguay y Alemania. Con el perjuicio adicional de que un empresario oriental, el propietario de los derechos de búsqueda de la célebre nave, analiza demandar a ambos Estados porque la pieza se encuentra retenida en un depósito de los fusileros navales (Fusna), una fuerza militar que recibió varias denuncias por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura uruguaya.
Personaje clave en esta historia es el relacionista público Alfredo Etchegaray, quien reclama lo que invirtió en tiempo y dinero para recuperar el pesado símbolo nazi. Según el diario El País de Montevideo, aquél declaró a fines de enero pasado: “Tengo un contrato y lo lógico es que se subaste la pieza o que Alemania, que no tiene derecho a opinar porque vendió el Graf Spee hace mucho tiempo, proponga una compensación, o haga un museo en el Cerro, en el Buceo o en Punta Brava”.
La historia del rastreo de distintas piezas del acorazado en las profundidades del estuario donde lo hundió su capitán, Hans Langsdorff, decoró las páginas de los medios en los últimos años. Pero la intervención en el asunto del ex embajador alemán en Uruguay, Volker Anding, reactualizó el tema. Una vez que el águila quedó liberada después de que le sacaran los 150 tornillos que la amuraban al casco del barco, el conflicto se activó. Al tiempo, el diplomático solicitó que se impidiera la venta de la mole de bronce mediante una carta que entregó en el Ministerio de Relaciones Exteriores uruguayo, cuando a su frente estaba el canciller Reinaldo Gargano. Su petición se basaba en que el Graf Spee era una nave de guerra y, por lo tanto, patrimonio del Estado alemán.
Etchegaray siempre dijo que tiene en su poder un documento de origen británico que permite refutar la posición de Anding. Cuenta que lo obtuvo en la Oficina del Registro Público del Reino Unido (Public Records Office) y que menciona cómo el régimen de Adolf Hitler le vendió en 1940 a un empresario uruguayo, Julio Vega Helguera, los restos del Graf Spee a cambio de 14 mil libras esterlinas. El País corrobora el hecho en un artículo propio del 2 de marzo de aquel año.
Además de aquellas pruebas a considerar, el gobierno de Mujica –quien asumirá la presidencia el 1º de marzo– puede ajustarse al decreto-ley 14.343 del 21 de marzo de 1975, más conocido como de “Barcos Hundidos”, que señala en su artículo 15: “Las embarcaciones, objetos o restos de cualquier naturaleza, tanto nacionales o extranjeras, así como las cargas y enseres pertenecientes a los mismos, que se hubieren hundido, semihundido o varado en aguas de jurisdicción nacional o en un bien público del Estado, con anterioridad al 31 de diciembre de 1973 y cuya extracción, remoción o demolición no fuera comenzada antes de los cuatro meses después de publicada esta ley, serán considerados automáticamente abandonados a favor del Estado, cesando de hecho en su bandera, si fuese extranjera, todo lo que se documentará, a medida que se formen los expedientes respectivos, de acuerdo al artículo 8”.
Como fuere, Etchegaray –citado por el periódico– afirma que le envió la información sobre el Graf Spee a Mujica. “No quiero hacerlo, pero me obligan a iniciar acciones legales por incumplimiento de contrato. Y además, a valuar si no corresponden acciones por daños y perjuicios por injerencia del gobierno alemán”. El águila que descansa en el Fusna guardada en una caja, según se le dé un valor comercial o se lo considere patrimonio histórico, podría valer entre 2 y 8 millones de dólares, de acuerdo con las cifras publicadas sobre el tema.
El gobierno de Angela Merkel, por intermedio de su ex embajador en Montevideo, había pedido que la pieza no se exhibiera por la esvástica que tiene en su parte inferior. Un hecho contradictorio con la política de divulgación que lleva la Alemania unificada sobre los crímenes del nazismo. Pero el objetivo de Anding se logró a medias. Apenas fue rescatada del Río de la Plata, hace tres años, el público la pudo ver en un hotel montevideano, aunque con la cruz gamada tapada. Por entonces, los escasos sobrevivientes del barco y hasta la comunidad judía, se expresaron sobre el polémico icono nazi. Los primeros a favor de no remover el pasado y dejar al Graf Spee bien hundido donde está y la segunda para exteriorizar su temor de que el águila no cayera en manos de grupos hitlerianos. Una exposición que se iba a realizar en la Municipalidad de Montevideo resultó cancelada, como hubo resistencia a otra en 2007 por el centenario de Punta del Este. En ella se iban a exhibir piezas del acorazado.
Fructuoso Pittaluga, un funcionario de la cancillería uruguaya, confirmó el año pasado la pretensión germana. “El gobierno alemán está preocupado con la utilización que se le va a dar al águila”. Etchegaray, quien se define a sí mismo como “un exitoso empresario”, hace memoria y afirma que 17 museos alemanes “están llenos de piezas que no quieren devolver, en especial a Egipto, como la cabeza de Nefertiti y las puertas de Babilonia”. Pero la última palabra en el litigio por el águila y la esvástica del Graf Spee la tendrá el gobierno de Mujica si su futuro no lo define antes el presidente Tabaré Vázquez.
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