Masacre en la madrugada de la villa
Cinco jóvenes fueron acribillados en una verdadera cacería humana, al parecer como respuesta de un jefe narco de la Villa 21 a un asalto que sufrió su hermana. Los vecinos aseguran que no hubo tiroteo: fueron disparos a mansalva de un solo sector.
Por Emilio Ruchansky
María Solange Carreño estaba aterrada. Se había mandado una macana grande y tenía que abandonar los pasillos de la Villa 21 en Parque Patricios o guardarse por un buen tiempo. Al menos eso le aconsejaban sus vecinos. Dos semanas atrás, ella y los chicos con lo que solía fumar paco asaltaron a una mujer que lucía zapatillas caras y ropa de marca. La dejaron semidesnuda. Al otro día se enteraron de que su víctima ocasional se llamaba Raquel y era una de las hermanitas del Saltita, un importante transa de cocaína de la villa. La represalia tardó en llegar, pero llegó.
Fue ayer por la madrugada, en lo que una fuente policial describió como una especie de “cacería humana”. Los sicarios de Saltita salieron en busca de “los fisuras”, nombre con el que se designa a los paqueros, y los fusilaron. Primero ubicaron a dos chicos en Iriarte y Lavardén, alrededor de las 2, hora en la que se arman las rondas de paco en los pasillos de la villa. Los acribillaron. Uno tenía 25 años, vestía un saco negro y apareció con un tiro en el pecho. A cien metros, yacía el otro cadáver: un sujeto de contextura robusta y tez trigueña, de unos 40 años, con un balazo en la zona costal.
A las 5, y a sólo 200 metros de este lugar, dispararon sobre otro grupo de al menos cinco personas. Sólo sobrevivieron Carreño y Jonathan Romero, de 18 y 22 años respectivamente. Ambos están internados en la sala de terapia intensiva del Hospital José Penna. Las tres víctimas fatales del segundo ataque fallecieron en distintas circunstancias. Un chico de 18, su apellido sería Barboza, murió allí mismo. Una chica logró huir dos cuadras y llegó hasta el cruce de Iriarte y Zavaleta, la policía encontró su cuerpo varias horas después en medio de un jardín de cascotes, boca abajo y con un tiro en el pecho.
El tercero era Eduardo Scala, de 21, y fue derivado al hospital, pero “murió en el quirófano, cuando estaba siendo preparado para la operación”, explicó la directora del Penna, Angela Toscano. Había llegado hasta allí con cuatro heridas de balas en el tórax.
“Romero tiene dos balazos, uno en la ingle y otro en el pie, que le produjo una fractura, y la chica (Carreño), que se encuentra estable en terapia intensiva, arribó al hospital con una herida de bala en la región lumbar con salida por el abdomen”, detalló Toscano. La directora del hospital contó además que a la joven “se le practicó una nefrectomía, que es la extirpación del riñón”. Anoche, Carreño se encontraba mejor y estaba a punto de ser traslada a una clínica privada.
La versión, que apunta como responsable indirecto a Saltita, fue confirmada a PáginaI12 en off the record por tres referentes barriales de la Villa 21. La hipótesis de la Policía Federal, hasta anoche, era la de “un enfrentamiento entre bandas” dentro de la villa bordeada por las calles Luna, Zavaleta, Amancio Alcorta e Iriarte, detrás de la cancha de Huracán. Con el correr de la tarde, a la versión oficial se le agregó un supuesto “ajuste de cuentas” por una vieja disputa por el liderazgo de la zona o por la venta de drogas.
“A estos chicos los conocíamos todos, no eran ‘una banda’ ni nada por estilo. Robaban adentro de la villa para comprar paco y ya habían tenido problemas con los paraguayos, por ejemplo. Siempre estaban cambiando de parada dentro de la villa porque le robaban a gente que ellos conocían y después los andaban buscando”, relató uno de los referentes consultados, que maneja un comedor comunitario a solo dos cuadras de la manzana 19.
Según explicó este hombre, a los sicarios de Saltita se los conoce como “Burros”, porque son los que transportan la cocaína fuera de la villa.
“Andan con ametralladoras de mano y deben ser casi 20 personas”, dijo otra de las fuentes al referirse a los Burros. El miedo que infunde Saltita es tal que anoche en la comisaría 32ª esperaron en vano que se acercaran familiares de las víctimas o posibles testigos. “Fue una demostración de fuerza, algo totalmente innecesario, porque estos chicos eran rateros, no más. Si hubiera sido una pelea entre narcos habría más muertos todavía”, concluyó otro de los referentes.
Los chicos no esperaban semejante reprimenda, coincidieron las fuentes consultadas, aunque ya habían empezado a escapar y creían que no los iban a descubrir. Sin embargo, dijo uno de los referentes, Raquel (hermana de Saltita) “los conocía”. Este transa oriundo de Salta tendría dos hermanos presos, uno trabajando con él y dos hermanas. En la villa nadie se mete con él ni con su familia, aunque tal vez esta ola de asesinatos despierte los ánimos de venganza.
“Más que el paco o la cocaína, el problema de esta villa es que nunca antes hubo tantas armas. Si los burros de Saltita no anduvieran con fierros, esto no hubiera pasado de una paliza”, comentó el referente que tiene el comedor comunitario. Por ahora, los integrantes de la comisaría 32ª investigan la masacre bajo la carátula de “homicidio, abuso de armas y lesiones” y a las órdenes del fiscal de Pompeya, Adrián Jiménez.
Anoche, los investigadores insistían, también off the record, en que “no se había podido encontrar ningún punto claro en común con el que se puedan unir a las víctimas, pero igualmente se sospecha que fueron atacadas durante una ajuste de cuentas entre bandas antagónicas”. Los únicos dos testigos del hecho están heridos y de su testimonio (o de su valentía para darlo) depende el futuro de esta investigación.
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