martes, 7 de octubre de 2008

TENIENTE Francisco Vidal, vocero del gobierno

El orden

TENIENTE Francisco Vidal, vocero del gobierno

La derecha siempre ha sido partidaria del orden: lo necesita para garantizar el fetiche de la propiedad privada frente al ataque de los desposeídos o de quienes, desde tiempos milenarios, luchan por la igualdad entre los hombres.

Los chilenos siempre han preferido a los personajes autoritarios como Portales, Manuel Montt, Andrés Bello y, en época más reciente, Carlos Ibáñez, Augusto Pinochet y Ricardo Lagos. Les gustan los mandones y gritones. No han tenido la misma suerte los rebeldes: los hermanos Carrera, Francisco Bilbao, Miguel Enríquez y otros, que ponían en peligro el amado orden en busca de un mundo mejor.

Gabriela Mistral, en una prosa famosa, alaba al casi extinguido ciervo huemul, que hace parte de nuestro escudo nacional. Pero no nos agrada el huemul, grácil y pacífico, sino el degustador de cadáveres: el cóndor. Incluso esa gran ave andina ha sido transformada en una caricatura, Condorito.

En la guerra de Arauco, Chile era el Flandes indiano, pero nuestros antepasados -los primeros habitantes del país-, siempre triunfaron con guerras desordenadas contra el hipercentralizado ejército peninsular. Los jesuitas constituían una orden estrictamente jerárquica, una especie de ejército vasco; sin embargo, cuando fueron expulsados por Carlos III, desde el exilio inspiraron nuestra independencia: del orden pasaron a la rebelión. Poco se ha estudiado el aporte de los cronistas y teólogos de la orden ignaciana en las ideas avanzadas de la Independencia.

Ingenuamente yo creía que la Izquierda chilena representaba la rebelión, la lucha por la igualdad, la búsqueda de mundos mejores. Sus militantes eran los inconformistas, los constructores de utopías, los incómodos con el orden actual. Pero confieso que me equivoqué rotundamente: hoy son los gendarmes del orden, los conservadores que quieren que nada cambie, aquellos que creen que su poder es permanente y prácticamente hereditario. La igualdad fue sacrificada al orden neoliberal.

La forma de conservar este orden precario no ha sido nunca la razón, sino la fuerza. Portales desterró y fusiló a sus rivales; Bulnes, ese huasamaco de vientre abultado, persiguió y aniquiló a Francisco Bilbao, Santiago Arcos y a los artesanos de la Sociedad de la Igualdad. Así, suma y sigue: Manuel Montt no dejó títere con cabeza y se dio el lujo de aniquilar a cuanta persona no pensara como él. Su hijo Pedro y el ministro Rafael Sotomayor, mataron por matar en la escuela Santa María de Iquique. Ni hablar de la brutalidad de Carlos Ibáñez y de Pinochet. Este es el orden de la famosa ave carroñera, de que hablaba Gabriela Mistral.

El actual vocero del gobierno, Francisco Vidal, vuelve a emplear las famosas palabras "orden" y "disciplina". Cuando lo vi en la televisión, me pareció que asomaban los bototos militares de su época de cadete(*). Hablaba con tono parecido al instructor del pésimo reality Pelotón.
¿Cuántos ministros en nuestra historia han repetido estas consignas, que se parecen más a los mandatos del superior de una orden religiosa inquisidora que al diálogo propio de la igualdad y la amistad cívica?

La derecha quiso convertir a la presidenta Bachelet en una especie de "machota" gritona, tratando de despojarla de su femineidad y simpatía. Desgraciadamente, por las circunstancias y presiones de los partidos de la Concertación, poco a poco la carismática y bella Michelle ha terminado repitiendo las sempiternas monsergas de los patrones de fundos. Hoy tiene un gabinete que se supone que es de hierro, seguramente para aplicar la represión contra los que están incómodos con este injusto Chile. Después de la reunión en Cerro Castillo, aparecieron frases que no son propias de la presidenta: "Quiero un gobierno ordenado, eficiente y trabajador...".
¿Acaso Andrés Zaldívar, Belisario Velasco, y otros, eran unos holgazanes desordenados?

Emmanuel Mounier escribía sobre el "desorden establecido", para referirse al capitalismo. Es que hay un orden que sólo conduce al desorden, como lo hemos comprobado en estos tiempos. Si el orden se basa en una Constitución espúrea, termina por convertirse, para usar la idea del filósofo francés, en un desorden inaceptable. Si el orden es pura fuerza y no participación y convicción, eso carece de sentido en una democracia.

El otro término en boga es disciplina: la hay militar, conventual, estatal, partidaria, de casta, de tótem y, también, aquella que pervive por el silencio condescendiente de militantes, dirigentes y de los ciudadanos. Cuentan que en la Grecia heroica el pueblo reunido en el ágora debía limitarse a aplaudir o a pifiar al rey. Algo así pasa en Chile: o aplauden a Lagos o después lo pifian.

No sé si hay algo más ordenado que los cementerios, posiblemente sólo les aventajan las pirámides. Si se visita Père Lachaise, en París, La Recoleta, en Buenos Aires, el Cementerio General, en Santiago, y otros, encontraremos a muchos rebeldes que vociferaron y denunciaron injusticias que hoy están callados y ordenados en sus tumbas. A esta disposición casi perfecta se le llama el "orden de los cementerios". Pareciera que Dios fue cadete, como el ministro Vidal, pues en las misas de difuntos los oficiantes repiten que el alma será recibida por los arcángeles, una especie de coroneles del dios de los ejércitos, y por los mártires, que son los gladiadores devorados por fieras salvajes.

Este es el orden chileno, más fuerza que razón, más fraude electoral -como la intervención estatal, el cohecho y el sistema binominal- que verdadero diálogo y entendimiento democrático. Somos ordenados de puro miedo al cambio y a perder el poder. Es un orden negativo, nacido del terror y no de la creación de nuevos mundos. Por eso la oligarquía siempre ha odiado a los rebeldes, a los incómodos, a los "locos", a los inquietos, a los creadores. Es triste comprobar que un gobierno dirigido por una mujer, en quien mucha gente depositó sus esperanzas, se esté transformando en un grupo de mandones, cuyo estilo conocemos a través de nuestra historia: represión y tecnocracia

RAFAEL LUIS GUMUCIO RIVAS

(*) El ministro Vidal fue recientemente investido como teniente de reserva del ejército con derecho a usar uniforme. El mismo grado ostentan el magnate Andrónico Luksic y otros empresarios y políticos admiradores de las prácticas castrenses.

(Publicado en "Punto Final" Nº 656, 25 de enero, 2008)


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