Transitando los caminos de la historia - Nota 175 - Parte 1
Perdón por el genocidio de los pueblos originarios
Entrevista con el historiador Osvaldo Bayer
Escribe: Jesús Chirino
Nuevamente Osvaldo Bayer ha visitado Villa María. La Asamblea “Todos por la Justicia” le entregó una plaqueta en reconocimiento a su dilatada y coherente trayectoria, un día después la Universidad Nacional de Córdoba le otorgó el doctorado Honoris Causa. El historiador ha recibido numerosos galardones, de diferentes instituciones. En el 2007 el INADI lo premió por sus buenas prácticas contra la discriminación y a favor de la valoración de la diversidad. Entre otras cosas, se celebró su “actividad militante respecto a la defensa y reconocimiento de las comunidades aborígenes”. Dialogamos con él sobre esta problemática y la historia.
Seducido por la historia
Recuerda que en su niñez ya se relacionaba con la historia por influencia de su padre que era un gran lector “y un gran amigo de la historia, siempre cuando almorzábamos o cenábamos él nos hablaba algo de historia, eso me trajo la curiosidad, desde muy chico, ya desde los siete años comencé a leer libros de historia, uno leía todo lo que era de aquel tiempo, por ejemplo a Juan Manuel Gálvez con su historia de Rosas”. Su interés también lo llevaba a leer apasionantes novelas de autores como Alejandro Dumas o Salgari que, aclara, “siempre una parte histórica tenían”. A la par de esto realizaba sus estudios en la escuela, allí “iba aprendiendo con la historia de Grosso. Siempre fue lo que más me interesó, me acuerdo que en casa comprábamos el diario La Prensa que traía fichas históricas y yo las recortaba a todas. Todavía tengo en mi casa las fichas históricas que se editaban en aquellos tiempos”. Repasa sus recuerdos y señala que también en su adolescencia le interesaba la historia, “se notaba por las notas altas que he sacado, comparado con lo que sacaba en matemáticas o en dibujo, por ejemplo”.
En su recorrido universitario se propuso estudiar filosofía, pero consideró que antes de “conocer el alma” tenía “que conocer el cuerpo”. Cursó con éxito primer año de medicina y luego ingresó a filosofía, “pero fue en el primer gobierno de Perón, inmediatamente después de la revolución de Ramírez y Farrell que estaban muy bien con la Iglesia y se había entregado esa Facultad de Filosofía a la Iglesia Católica. La verdad que yo no quería estudiar solamente lo que nos enseñaban que era Santo Tomás de Aquino, entonces decidí irme a estudiar filosofía a Alemania. Yo tenía una gran curiosidad por ver cómo era esa Alemania de posguerra (el hambre que sufrí en esa Alemania de posguerra), cuando llegue empecé a estudiar filosofía”.
Entonces notó que le hacía falta “estudiar la historia del hombre” y se inscribió en esa carrera. Ahora, luego de toda una vida dedicada a la historia dice “y me quedé en historia y ya no tomé filosofía… poco después comenzaría con mis investigaciones”.
El valor de las historias locales
Luego regresaría a la Argentina y en algún momento toma le decisión de escribir libros de historia con un estilo que, sin perder profundidad, todos pudieran entender. Hablando de las historias de las pequeñas ciudades y pueblos, Bayer dice “para mí la historia comienza ahí, en los pueblos, en la región. Siempre me ha gustado, me ha entusiasmado conocer la historia de los pueblos, tanto es así que una vez ofrecí, en el diario en que trabajaba, que me dieran un auto y un fotógrafo para ir por los pueblitos totalmente desconocidos, esos que no los conoce nadie que apenas, algunos, figuran en el mapa y conocerlos para hablar de su historia y de los sueños de cada pueblito en ese momento. Así que siempre he tenido una tendencia a eso y realmente estoy muy agradecido a los historiadores regionales, los aplaudo, me parece que eso es ir al corazón de la existencia del ser humano: cómo se originaron los pueblos, cómo vivieron esas primeras familias”.
Roca con “r” de racismo
Entre todos los trabajos que ha realizado Bayer se encuentran aquellos relacionados con los pueblos originarios y la figura de Julio Argentino Roca. Sobre esta figura dice que empezó “a descubrir que se ha tapado todo, que se lo ha puesto como si fuera un héroe nacional y que realmente fue un genocida. Hay que leer sus comunicados, hay que leer todo lo que ha hecho. Dicen que Roca trajo el progreso, pero hay que preguntarse el progreso para quién. Realmente es increíble el racismo de ese hombre que en todos sus comunicados, a los pueblos originarios los llama los salvajes, los bárbaros. Cuando habla en sus discursos repite los salvajes, los bárbaros”. Podría creerse que era esa la única manera en que antiguamente se referían a los pueblos originarios. Entonces Bayer nos recuerda que “San Martín siempre habló de nuestros paisanos los indios” y siguen las citas de próceres como “Manuel Belgrano que tiene cosas increíbles sobre los pueblos originarios, lo mismo Castelli o Moreno quien hace su tesis doctoral defendiendo los pueblos originarios”
¿Por qué tanta diferencia en la forma de verlos, qué interés había de por medio? Bayer responde, “evidentemente fue el interés por la tierra”. También nos entrega pistas para entender cómo se fue configurando una imagen distorsionada de los pueblos originarios, “antes de la campaña del desierto hay toda una campaña de los diarios de Buenos Aires. Uno de ellos es Estanislao Zeballos que empieza con una campaña completamente racista contra los pueblos originarios”.
¿Pero, ésta fue la única manera de ver los pueblos originarios? Bayer responde con otro nombre de la historia, Alsina: “contra la denominada Campaña del Desierto de Roca está el proyecto anterior de Alsina que realmente era mucho más humano. La zanja de Alsina, que ahora nos parece de una imaginación increíble”. Hacer una zanja a lo ancho del país. Ese proyecto había una concepción diferente del indio. Bayer señala que Alsina sostenía que no podía enseñársele “a los indios, el derecho a la propiedad porque ellos no tienen un sentido de la propiedad todo pertenece a la comunidad. Ellos ven un animal y necesitan comer y toman ese animal. No saben que esa vaca pertenece al señor Martínez de Hoz, al señor Smith o al señor Wilson. Entonces hagamos lo siguiente, una zanja a lo ancho de todo el país de cinco metros de ancho por tres de fondo, de manera que cuando ellos vienen con la caballada pueden saltar y venir a nuestras pampas pero cuando se quieren llevar nuestras vacas no pueden porque la vaca tiene el tranco corto y no puede saltar esa zanja y si la empujan se caen. Entonces así van aprendiendo que no pueden llevarse las vacas”.
Entonces no había una sola manera de ver al “indio” pero Alsina muere y Roca “termina con ese proyecto de la zanja y señala que hay que exterminarlos directamente”. Y así se hizo. Bayer también recuerda los comunicados de Juan Manuel de Rosas, que aconsejaba “a los estancieros no matar a los indios”, les recomendaba llevarlos a sus estancias como peones al igual que él mismo hacía y afirmaba “son los más trabajadores y nunca se fijan en el horario para trabajar”. Aunque el mismo Rosa reconoció haber matado tres mil indios “en su primera campaña al sur en la que llegó hasta la isla Choel Choel”.
(Continuará el próximo domingo)
eldiariocba
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