Cheyre vuelve a alzar la voz en DD.HH.: "La clase política no ha asumido su responsabilidad"
Detalla por primera vez sus conversaciones con Lagos, Bachelet y parlamentarios, cuando "dije que el Ejército no actuaba como poder fáctico". Pero, acota, "con la misma fuerza hice presente cosas injustas, como no conceder beneficios a gente que los merecía".
"Estas instituciones que no tienen el derecho a expresar opiniones con huelgas, ni menos sacando tanques a la calle, ni todo lo que muchos hubiesen querido que yo hiciera, deben ser entendidas por esa clase política que incluso las llevó a actuar en los hechos del pasado", advierte.
Por Alvaro Valenzuela
No lo dice, pero se nota molesto.
A Juan Emilio Cheyre, el general del nunca más, el primer comandante en jefe que asumió la «responsabilidad institucional" del Ejército en las violaciones a los derechos humanos, no le gusta el debate de las últimas semanas. "Yo no voy a entrar en eso de si el indulto a los lautaristas fue bien o mal entregado", advierte con firmeza. Menos le satisfacen las interpretaciones que se han hecho de su actuación o las versiones que lo hacen aparecer pidiéndoles en esos tiempos «gestos" y transacciones a los políticos y a Ricardo Lagos.
Por eso, porque cree que las cosas se han confundido, es que, por una vez, sale a aclarar exactamente qué pasó y qué hizo él en esos días. Lo hace previniendo que no habla a nombre de nadie y que no ha variado un ápice su postura. "Nunca fui, ni menos pretendo ser, representante de un sector o vocero de grupo alguno: las responsabilidades personales son tales y las institucionales las reconocí en ejercicio del cargo que ostenté", enfatiza.
Luego, premunido de sus detallados apuntes de la época (ver recuadro), revela un episodio clave para entender las cosas: la primera audiencia con Lagos -y con su ministra de Defensa, Michelle Bachelet- inmediatamente después de asumir la Comandancia en Jefe:
-Allí planteé que los DD.HH. eran un tema de Estado y de carácter político, y también dije que el Ejército no era un actor que exigiera la aplicación de determinadas leyes o que actuara como un poder fáctico. Y que, al ser un tema político y de la sociedad, sólo correspondía evaluarlo, asumirlo y resolverlo por la clase política, los poderes públicos y la sociedad. En cambio, sí era mi deber hacer dentro del Ejército todo lo que ayudara a cerrar las heridas.
"Mi propósito de siempre -precisa Cheyre- ha sido la paz social y la superación del drama que Chile vivió". Todo esto, agrega, implica el pleno respeto a quienes sufrieron violaciones a sus derechos, al tiempo que no ejercer presiones a sector alguno, en la idea de "recuperar la confianza, la credibilidad, el respeto y el cariño a un Ejército de todos los chilenos".
Independiente de ello, también consideró su tarea "representar con veracidad y fundamento el drama humano de quienes formaron parte de una institución y que en su actuar se involucraron en la comisión de hechos de los cuales han respondido ante los tribunales".
El punto, dice, es que él nunca presionó planteando fórmulas concretas para este tema ni pidiéndolas como retribución a los gestos del «nunca más". Es que "lo peor que le puede pasar a un Ejército que está volviendo a la normalidad después de un período de excepcionalidad es ser percibido como una institución que usa su fuerza para bien de los intereses de gente que pertenece o perteneció a sus filas". Esa actitud de no pedir algo a cambio, admite, "es un desprendimiento muy fuerte, porque parece como el abandono de la propia gente".
-Precisamente así fue interpretado por quienes criticaron su gestión
-No es un abandono. El primer bien a cautelar por un comandante en Jefe es la institución, lo que no quiere decir que las personas no importen, pero ahí está el deber de la clase política: estas instituciones que no tienen el derecho a expresar opiniones de forma violenta, ni con huelgas, ni menos sacando tanques a la calle, ni todo aquello que muchos hubiesen querido que yo hiciera, deben ser entendidas por esa clase política que incluso las llevó a actuar en los hechos del pasado.
Las dos horas con Baeza y los parlamentarios...
-La crítica era «por qué el Ejército hace gestos sin pedir cosas a cambio"...
-Esa reflexión la hice en aquella reunión que ha sido aludida en estos días, donde estuvieron el senador Larraín, el padre Alfonso Baeza y otros parlamentarios, en mayo de 2002, a raíz de la situación de los lautaristas. Allí planteé tres grandes puntos. Lo primero que les dije: este tema es un asunto político y por tanto no hay nada que hablar conmigo, porque yo no soy un actor político, independiente de que concuerdo plenamente con el objetivo de la paz social. Segundo, recuerdo haber usado el concepto «moneda de cambio" precisamente para descartarlo: me parecía que aquí no podíamos confundir una situación con la otra, porque eso implica una transacción y una institución como el Ejército no puede entrar en transacciones de «tanto me das, tanto te exijo". Ahora, eso obliga a que los problemas y dramas de quien no está entrando a la transacción sean evaluados por quien debe hacerlo: la clase política, el Poder Judicial. Y lo tercero es que cada situación tenía elementos similares, pero debían ser -tengo anotada la expresión exacta- «analizadas en su mérito".
-¿Es efectivo que la ministra Bachelet le pidió recibir a los políticos y a Baeza?
-No, a mí siempre las reuniones me las pidieron directamente; nunca me gatilló una reunión la ministra de Defensa. Lo que sí, siempre le informé. Esa fue una audiencia formal. Y aquí tengo anotado exactamente lo que les dije a ellos: la petición excede al ámbito de mi competencia. Incide exclusivamente en lo político y no compete ni depende del Ejército.
-O sea, le fueron a pedir «permiso" para avanzar en lo de los lautaristas y Ud. les dijo «no me corresponde pronunciarme".
-Pero sí compartí la vocación de un Chile que encontrara la paz social. Y les hice largamente, porque la reunión duró más de dos horas, una exposición detallada del drama de la gente vinculada al Ejército. Ahí les dije que no se los hacía presente para generar una moneda de cambio, sino para que esa situación fuera analizada en su mérito y cuando correspondiera por los mismos políticos que debían analizar la otra, para encontrar las soluciones que correspondiera. Lo que vemos hoy es que ese gran debate parece que todavía está pendiente.
"Los únicos que no han encontrado una reinserción..."
-¿Ud. cree que la clase política eludió responsabilidades?
-Es duro decir eso. Lo diría de otra manera: no ha asumido una responsabilidad. Mi impresión, porque cuando Ud. conversa esto todos le encuentran la razón, es que la clase política delegó en el Poder Judicial este tema; el Poder Judicial estima a su vez que le cae un problema que no es puramente judicial y de hecho hay interpretaciones de diferente tipo, y entonces ¿qué tenemos? Tenemos un pequeño núcleo del cual es fácil olvidarse y respecto del cual el resto se hacen los ciegos.
-¿No ha habido reciprocidad para con la gente de las instituciones armadas?
-No me corresponde a mí hablar de reciprocidad, pero los únicos que no han encontrado una reinserción en la sociedad de la normalidad son aquellos que están en ese sector.
-Pero los implicados en casos de DD.HH. son un grupo acotado, al que ya no lo apoyan las armas. Entonces, ¿qué gana la sociedad con hacerles un gesto, si ya no son ningún riesgo?
-Esa es una actitud de taparse los ojos. Porque además fíjese que en general son actores de segundo y tercer nivel. Y a mí en lo personal me duele que la responsabilidad institucional no haya sido comprendida en ese sentido. Nunca se pretendió exculparlos, pero sí pone un contexto: esa gente tenía muy poca libertad de acción. Yo no estoy justificando sus actos, pero le pongo un ejemplo: quien pertenece al movimiento Lautaro, voluntariamente se hizo parte de éste; los integrantes de las FF.AA. fueron actores involucrados en una organización del Estado y actuaron dentro del marco de una tarea a la que fueron enviados por sus instituciones. Hoy ese marco y el contexto en que cometieron esos hechos no existe; la lógica del enfrentamiento pasó, el terrorismo de Estado terminó, los organismos que lo practicaron se disolvieron, se dictó una ordenanza de educación en DD.HH. en las instituciones, entonces ya no hay un peligro para la sociedad en estos temas.
"El «ni perdón ni olvido" en el fondo es venganza"
-Cuando Ud. planteaba esto a los actores públicos, ¿lo comprendían?
-Siempre y de modo transversal. Había múltiples análisis y fórmulas que no evadieran las responsabilidades o condujeran a impunidad, pero sí definieran una voluntad de reconciliación y paz social. Muchos sólo lo hicieron en reuniones que no se transformaron en hechos. Algunos han sido muy consecuentes en bien de los que más sufrieron, es decir, las víctimas, pero reconociendo la otra parte del drama. Destaco las claras posiciones, entre otros, de Edgardo Boeninger, Hernán Larraín, Gabriel Valdés, la importante visión de Enrique Silva Cimma, el aporte jurídico de Clara Szczaranski. También se destacan los profundos, veraces y propositivos conceptos expresados en la Escuela Militar durante el seminario "Ejército y Derechos Humanos", por Ricardo Núñez, José Zalaquett, Andrés Allamand y Jorge Burgos, entre otros, ante un público en que estaban las organizaciones de DD.HH. e incluso víctimas con las pancartas de sus familiares.
-¿Y el Presidente Lagos tuvo la voluntad de enfrentar el tema?
-Estimo que sí. Se comprueba con diversas iniciativas fallidas que, en lo general, no renunciaban ni a la verdad ni a la justicia, pero incluían la no eternización y la definición por quien correspondiera del perdón.
-¿Por qué esas fallaron?
-No tengo todos los antecedentes. Distingo: falta de voluntad política para enfrentar un tema de indudable complejidad ética y jurídica; existencia de grupos de presión que hacen prevalecer por sobre "la verdad y justicia", el "ni perdón ni olvido" que en el fondo es venganza; un sistema judicial que ve estos temas como fuertemente políticos y no meramente jurídicos; una indudable tardanza en encontrar la verdad de lo sucedido, y la tendencia de la sociedad y la clase política de todos los sectores a no asumir su co-responsabilidad en el origen del tema y como tal evadir la solución del mismo. Finalmente, un Poder Judicial que según sus propias interpretaciones evade el fondo con ficciones jurídicas como el secuestro permanente, asunto que escapa a toda racionalidad y que a mi juicio agravia a las víctimas, por cuanto es un evidente hecho que sus deudos no se encuentran vivos, y a los responsables que, podrán tener otras culpas, pero evidentemente no mantienen a esas personas secuestradas por décadas: una falacia que elude enfrentar la verdad.
-El proyecto rechazado en el Senado para darles beneficios a los militares ¿era una buena solución?
-No me compete interpretar votaciones políticas. Distingo que fue un mal momento para tratar un tema de fondo y permitió a algunos eludirlo y reinterpretar posiciones que antes habían sostenido.
-En estos días también se ha recordado el único indulto dado por Lagos a un militar (Manuel Contreras Donaire) y se ha dicho que fue un «gesto para darle piso a Cheyre"...
-Nunca recibí ni pedí gestos. Al contrario: se me critica por haber actuado en pura conciencia y por el recto deber. Lo que me interesaba era resguardar al Ejército como una institución básica de la República, democrática, respetuosa y querida por todos los chilenos. Y por lo tanto nadie necesitaba pagarme gestos. Lo que sí, con la misma fuerza hice presente las cosas ilógicas, antinaturales, injustas, como por ejemplo no conceder beneficios penitenciarios a gente que los merecía y que tienen archivadas las peticiones por meses, arguyendo el tema del «peligro para la sociedad" o que no tienen una escuela en la cárcel en circunstancias de que son personas con su educación terminada, o que no se considera su situación de enfermedad en circunstancias de que para otros sí se lo considera. Pero nunca fui abogado de esa gente... Ahora, uno presupone que las partes que deben ver el todo, lo vean.
Los cuadernos del general
Militar disciplinado, Cheyre apuntaba en su agenda cada reunión que sostenía cuando estaba al mando del Ejército, detallando los puntos tratados. Esos cuadernos, todo un material histórico, registran su primer encuentro como comandante en Jefe con Lagos y la entonces ministra Bachelet, en marzo de 2002, así como la cita con monseñor Baeza y los parlamentarios, dos meses después.
http://www.lasegunda.com/detalle_impreso/index.asp?idnoticia=0216112007301S0340014
Detalla por primera vez sus conversaciones con Lagos, Bachelet y parlamentarios, cuando "dije que el Ejército no actuaba como poder fáctico". Pero, acota, "con la misma fuerza hice presente cosas injustas, como no conceder beneficios a gente que los merecía".
"Estas instituciones que no tienen el derecho a expresar opiniones con huelgas, ni menos sacando tanques a la calle, ni todo lo que muchos hubiesen querido que yo hiciera, deben ser entendidas por esa clase política que incluso las llevó a actuar en los hechos del pasado", advierte.
Por Alvaro Valenzuela
No lo dice, pero se nota molesto.
A Juan Emilio Cheyre, el general del nunca más, el primer comandante en jefe que asumió la «responsabilidad institucional" del Ejército en las violaciones a los derechos humanos, no le gusta el debate de las últimas semanas. "Yo no voy a entrar en eso de si el indulto a los lautaristas fue bien o mal entregado", advierte con firmeza. Menos le satisfacen las interpretaciones que se han hecho de su actuación o las versiones que lo hacen aparecer pidiéndoles en esos tiempos «gestos" y transacciones a los políticos y a Ricardo Lagos.
Por eso, porque cree que las cosas se han confundido, es que, por una vez, sale a aclarar exactamente qué pasó y qué hizo él en esos días. Lo hace previniendo que no habla a nombre de nadie y que no ha variado un ápice su postura. "Nunca fui, ni menos pretendo ser, representante de un sector o vocero de grupo alguno: las responsabilidades personales son tales y las institucionales las reconocí en ejercicio del cargo que ostenté", enfatiza.
Luego, premunido de sus detallados apuntes de la época (ver recuadro), revela un episodio clave para entender las cosas: la primera audiencia con Lagos -y con su ministra de Defensa, Michelle Bachelet- inmediatamente después de asumir la Comandancia en Jefe:
-Allí planteé que los DD.HH. eran un tema de Estado y de carácter político, y también dije que el Ejército no era un actor que exigiera la aplicación de determinadas leyes o que actuara como un poder fáctico. Y que, al ser un tema político y de la sociedad, sólo correspondía evaluarlo, asumirlo y resolverlo por la clase política, los poderes públicos y la sociedad. En cambio, sí era mi deber hacer dentro del Ejército todo lo que ayudara a cerrar las heridas.
"Mi propósito de siempre -precisa Cheyre- ha sido la paz social y la superación del drama que Chile vivió". Todo esto, agrega, implica el pleno respeto a quienes sufrieron violaciones a sus derechos, al tiempo que no ejercer presiones a sector alguno, en la idea de "recuperar la confianza, la credibilidad, el respeto y el cariño a un Ejército de todos los chilenos".
Independiente de ello, también consideró su tarea "representar con veracidad y fundamento el drama humano de quienes formaron parte de una institución y que en su actuar se involucraron en la comisión de hechos de los cuales han respondido ante los tribunales".
El punto, dice, es que él nunca presionó planteando fórmulas concretas para este tema ni pidiéndolas como retribución a los gestos del «nunca más". Es que "lo peor que le puede pasar a un Ejército que está volviendo a la normalidad después de un período de excepcionalidad es ser percibido como una institución que usa su fuerza para bien de los intereses de gente que pertenece o perteneció a sus filas". Esa actitud de no pedir algo a cambio, admite, "es un desprendimiento muy fuerte, porque parece como el abandono de la propia gente".
-Precisamente así fue interpretado por quienes criticaron su gestión
-No es un abandono. El primer bien a cautelar por un comandante en Jefe es la institución, lo que no quiere decir que las personas no importen, pero ahí está el deber de la clase política: estas instituciones que no tienen el derecho a expresar opiniones de forma violenta, ni con huelgas, ni menos sacando tanques a la calle, ni todo aquello que muchos hubiesen querido que yo hiciera, deben ser entendidas por esa clase política que incluso las llevó a actuar en los hechos del pasado.
Las dos horas con Baeza y los parlamentarios...
-La crítica era «por qué el Ejército hace gestos sin pedir cosas a cambio"...
-Esa reflexión la hice en aquella reunión que ha sido aludida en estos días, donde estuvieron el senador Larraín, el padre Alfonso Baeza y otros parlamentarios, en mayo de 2002, a raíz de la situación de los lautaristas. Allí planteé tres grandes puntos. Lo primero que les dije: este tema es un asunto político y por tanto no hay nada que hablar conmigo, porque yo no soy un actor político, independiente de que concuerdo plenamente con el objetivo de la paz social. Segundo, recuerdo haber usado el concepto «moneda de cambio" precisamente para descartarlo: me parecía que aquí no podíamos confundir una situación con la otra, porque eso implica una transacción y una institución como el Ejército no puede entrar en transacciones de «tanto me das, tanto te exijo". Ahora, eso obliga a que los problemas y dramas de quien no está entrando a la transacción sean evaluados por quien debe hacerlo: la clase política, el Poder Judicial. Y lo tercero es que cada situación tenía elementos similares, pero debían ser -tengo anotada la expresión exacta- «analizadas en su mérito".
-¿Es efectivo que la ministra Bachelet le pidió recibir a los políticos y a Baeza?
-No, a mí siempre las reuniones me las pidieron directamente; nunca me gatilló una reunión la ministra de Defensa. Lo que sí, siempre le informé. Esa fue una audiencia formal. Y aquí tengo anotado exactamente lo que les dije a ellos: la petición excede al ámbito de mi competencia. Incide exclusivamente en lo político y no compete ni depende del Ejército.
-O sea, le fueron a pedir «permiso" para avanzar en lo de los lautaristas y Ud. les dijo «no me corresponde pronunciarme".
-Pero sí compartí la vocación de un Chile que encontrara la paz social. Y les hice largamente, porque la reunión duró más de dos horas, una exposición detallada del drama de la gente vinculada al Ejército. Ahí les dije que no se los hacía presente para generar una moneda de cambio, sino para que esa situación fuera analizada en su mérito y cuando correspondiera por los mismos políticos que debían analizar la otra, para encontrar las soluciones que correspondiera. Lo que vemos hoy es que ese gran debate parece que todavía está pendiente.
"Los únicos que no han encontrado una reinserción..."
-¿Ud. cree que la clase política eludió responsabilidades?
-Es duro decir eso. Lo diría de otra manera: no ha asumido una responsabilidad. Mi impresión, porque cuando Ud. conversa esto todos le encuentran la razón, es que la clase política delegó en el Poder Judicial este tema; el Poder Judicial estima a su vez que le cae un problema que no es puramente judicial y de hecho hay interpretaciones de diferente tipo, y entonces ¿qué tenemos? Tenemos un pequeño núcleo del cual es fácil olvidarse y respecto del cual el resto se hacen los ciegos.
-¿No ha habido reciprocidad para con la gente de las instituciones armadas?
-No me corresponde a mí hablar de reciprocidad, pero los únicos que no han encontrado una reinserción en la sociedad de la normalidad son aquellos que están en ese sector.
-Pero los implicados en casos de DD.HH. son un grupo acotado, al que ya no lo apoyan las armas. Entonces, ¿qué gana la sociedad con hacerles un gesto, si ya no son ningún riesgo?
-Esa es una actitud de taparse los ojos. Porque además fíjese que en general son actores de segundo y tercer nivel. Y a mí en lo personal me duele que la responsabilidad institucional no haya sido comprendida en ese sentido. Nunca se pretendió exculparlos, pero sí pone un contexto: esa gente tenía muy poca libertad de acción. Yo no estoy justificando sus actos, pero le pongo un ejemplo: quien pertenece al movimiento Lautaro, voluntariamente se hizo parte de éste; los integrantes de las FF.AA. fueron actores involucrados en una organización del Estado y actuaron dentro del marco de una tarea a la que fueron enviados por sus instituciones. Hoy ese marco y el contexto en que cometieron esos hechos no existe; la lógica del enfrentamiento pasó, el terrorismo de Estado terminó, los organismos que lo practicaron se disolvieron, se dictó una ordenanza de educación en DD.HH. en las instituciones, entonces ya no hay un peligro para la sociedad en estos temas.
"El «ni perdón ni olvido" en el fondo es venganza"
-Cuando Ud. planteaba esto a los actores públicos, ¿lo comprendían?
-Siempre y de modo transversal. Había múltiples análisis y fórmulas que no evadieran las responsabilidades o condujeran a impunidad, pero sí definieran una voluntad de reconciliación y paz social. Muchos sólo lo hicieron en reuniones que no se transformaron en hechos. Algunos han sido muy consecuentes en bien de los que más sufrieron, es decir, las víctimas, pero reconociendo la otra parte del drama. Destaco las claras posiciones, entre otros, de Edgardo Boeninger, Hernán Larraín, Gabriel Valdés, la importante visión de Enrique Silva Cimma, el aporte jurídico de Clara Szczaranski. También se destacan los profundos, veraces y propositivos conceptos expresados en la Escuela Militar durante el seminario "Ejército y Derechos Humanos", por Ricardo Núñez, José Zalaquett, Andrés Allamand y Jorge Burgos, entre otros, ante un público en que estaban las organizaciones de DD.HH. e incluso víctimas con las pancartas de sus familiares.
-¿Y el Presidente Lagos tuvo la voluntad de enfrentar el tema?
-Estimo que sí. Se comprueba con diversas iniciativas fallidas que, en lo general, no renunciaban ni a la verdad ni a la justicia, pero incluían la no eternización y la definición por quien correspondiera del perdón.
-¿Por qué esas fallaron?
-No tengo todos los antecedentes. Distingo: falta de voluntad política para enfrentar un tema de indudable complejidad ética y jurídica; existencia de grupos de presión que hacen prevalecer por sobre "la verdad y justicia", el "ni perdón ni olvido" que en el fondo es venganza; un sistema judicial que ve estos temas como fuertemente políticos y no meramente jurídicos; una indudable tardanza en encontrar la verdad de lo sucedido, y la tendencia de la sociedad y la clase política de todos los sectores a no asumir su co-responsabilidad en el origen del tema y como tal evadir la solución del mismo. Finalmente, un Poder Judicial que según sus propias interpretaciones evade el fondo con ficciones jurídicas como el secuestro permanente, asunto que escapa a toda racionalidad y que a mi juicio agravia a las víctimas, por cuanto es un evidente hecho que sus deudos no se encuentran vivos, y a los responsables que, podrán tener otras culpas, pero evidentemente no mantienen a esas personas secuestradas por décadas: una falacia que elude enfrentar la verdad.
-El proyecto rechazado en el Senado para darles beneficios a los militares ¿era una buena solución?
-No me compete interpretar votaciones políticas. Distingo que fue un mal momento para tratar un tema de fondo y permitió a algunos eludirlo y reinterpretar posiciones que antes habían sostenido.
-En estos días también se ha recordado el único indulto dado por Lagos a un militar (Manuel Contreras Donaire) y se ha dicho que fue un «gesto para darle piso a Cheyre"...
-Nunca recibí ni pedí gestos. Al contrario: se me critica por haber actuado en pura conciencia y por el recto deber. Lo que me interesaba era resguardar al Ejército como una institución básica de la República, democrática, respetuosa y querida por todos los chilenos. Y por lo tanto nadie necesitaba pagarme gestos. Lo que sí, con la misma fuerza hice presente las cosas ilógicas, antinaturales, injustas, como por ejemplo no conceder beneficios penitenciarios a gente que los merecía y que tienen archivadas las peticiones por meses, arguyendo el tema del «peligro para la sociedad" o que no tienen una escuela en la cárcel en circunstancias de que son personas con su educación terminada, o que no se considera su situación de enfermedad en circunstancias de que para otros sí se lo considera. Pero nunca fui abogado de esa gente... Ahora, uno presupone que las partes que deben ver el todo, lo vean.
Los cuadernos del general
Militar disciplinado, Cheyre apuntaba en su agenda cada reunión que sostenía cuando estaba al mando del Ejército, detallando los puntos tratados. Esos cuadernos, todo un material histórico, registran su primer encuentro como comandante en Jefe con Lagos y la entonces ministra Bachelet, en marzo de 2002, así como la cita con monseñor Baeza y los parlamentarios, dos meses después.
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