Domingo 19 de octubre de 2008
Por Josefa Ruiz-Tagle / La Nación Domingo
Carta abierta a Arellano Stark
La historia es ésta: en octubre de 1973, durante 12 días, Arellano viajó por Chile con Sergio Arredondo, Pedro Espinoza, Marcelo Moren Brito y Armando Fernández Larios, entre otros, con la misión de "agilizar y uniformar criterios sobre la ‘administración de justicia’ para los prisioneros políticos".
Me contaron cuando niña que mi papá, Eugenio Ruiz-Tagle, había muerto fusilado. La idea que tenía yo de un "fusilamiento" era cinematográfica: un pelotón de soldados disparando al unísono sobre un hombre con los ojos vendados. Soldados sin rostro, que de uno a uno eran inocentes y sólo sumados se volvían asesinos.
Pero no fue así. La realidad fue mucho más terrible. Después de un mes de torturas, en la cárcel de Antofagasta y en la base área Cerro Moreno, llegó Arellano Stark con sus secuaces y se llevó a mi padre al desierto, junto a otros doce hombres, para asesinarlos con corvos.
A los 12 años encontré unos documentos. Mi abuela vio su cuerpo mutilado. Le faltaba un ojo. Le habían arrancado la nariz. Tenía profundas quemaduras en la cara. El cuello quebrado. Tajos y heridas de bala.
Arrancadas las uñas de las manos y los pies. Empecé a imaginar entonces los posibles rostros de sus torturadores y asesinos. Y a hacer preguntas: "¿Quién lo mató?" "¿Quién estuvo ahí, en Antofagasta?" Así fue como me enteré de la existencia de Sergio Arellano Stark.
La historia es ésta: en octubre de 1973, durante 12 días, Arellano viajó por Chile con Sergio Arredondo, Pedro Espinoza, Marcelo Moren Brito y Armando Fernández Larios, entre otros, con la misión de "agilizar y uniformar criterios sobre la ‘administración de justicia’ para los prisioneros políticos". Y en cada ciudad en que aterrizaron desplegaron una maquinaria de tortura y muerte.
Eso lo supo mi familia hace 35 años. Desde 1985 lo sabe también el mundo entero, gracias a la investigación de Patricia Verdugo publicada en el libro "Los zarpazos del puma". Pero el líder de esta Caravana de la Muerte "no sabía nada".
Según él, los culpables de la masacre eran "conscriptos que se nos fueron de las manos, muchachos de 19 ó 20 años" (Arellano en entrevista con "Ercilla", 1999). Y algunos creyeron sus mentiras descaradas.
Pero hoy la justicia ha dictado su sentencia: culpable. Más vale tarde que nunca. Ni perdón ni olvido. Y si a alguno esto le parece nada más que un viejo eslogan, le cuento por qué a mí me hace sentido:
- Porque la justicia no perdona: da al criminal lo que el criminal se merece de acuerdo a la ley. Y si no, no es justicia.
- Porque no hay motivos para perdonar. Ni siquiera Dios, el padre, según el dogma católico, perdona a aquellos que no han hecho penitencia ni se han manifestado arrepentidos.
- Porque un país que olvida resplandece como una mente sin recuerdos: vacío, autómata, muerto, sin pasión ni identidad.
- Porque recordar a las víctimas de la violencia es un imperativo ético, una forma de trabajar para que no vuelvan a perderse la legalidad, la cordura y el respeto. Sin hablar de la compasión también perdida.
- Porque de la verdad y la justicia depende la dignidad de la memoria de las víctimas.
Hoy se cumplen 35 años de la muerte de mi padre. Por primera vez, Arellano fue condenado irrevocablemente a seis años de presidio efectivo, por el homicidio de cuatro jóvenes socialistas.
Es poco, es cierto, pero es un comienzo. Las causas por los crímenes del norte están a punto de cerrarse. No sería extraño que Arellano, quien además de criminal despiadado es tremendamente cobarde, simule una "grave enfermedad" para eludir la cárcel.
En Punta Peuco o el Hospital Militar, sin embargo, nada lo salvará de convivir con su siniestra conciencia.
http://www.lnd.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20081018/pags/20081018224601.html
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Domingo 19 de octubre de 2008
/ La Nación Domingo
El llanto de los torturadores
Está claro que no todos tienen la misma versión de lo que ocurrió durante la dictadura. Hace unos meses surgió CREN (Cruzada por la Reconciliación Nacional), un grupo de militares y ex militares que pretenden crear "conciencia en la sociedad chilena" sobre "la injusta situación que afecta a los soldados, marinos, aviadores y carabineros del 73, cobardemente atacados por los revolucionarios de ayer y deslealmente abandonados por parte importante de una sociedad que una vez más vuelve la espalda a quienes le debe la vida".
Así reza un documento de 16 páginas, titulado "Nuestra verdad" y fechado el 2 de julio pasado, en el que dan su visión de la crisis institucional y de los años de tortura y desapariciones posteriores. Para ellos, los militares encarcelados por los crímenes de lesa humanidad son "presos políticos", aunque en esa clasificación también colocan al mayor Patricio Cereceda, condenado a 5 años de cárcel por su responsabilidad en la muerte de 45 soldados en Antuco, en 2005.
En su sitio web y sus documentos recuerdan los cumpleaños de personajes como Miguel Krassnoff, Marcelo Moren Brito y Manuel Contreras; aseguran que el verdadero propósito de sus "adversarios de ayer" (donde incluyen a la Concertación) es "encubrir la vergüenza de su propia derrota y separar a las Fuerzas Armadas del pueblo chileno", y señalan que los derechos humanos "son derechos sólo para los terroristas, asesinos y secuestradores, siempre que sean de izquierdas".
También reproducen las columnas de personajes como Hermógenes Pérez de Arce, Sergio Melnick y Joaquín Fermandois, y explican cómo fueron entrenados en la Escuela de las Américas para combatir al "enemigo interno".
Y, por cierto, tampoco se quedan fuera del carro municipal y, para la elección del próximo domingo, potencian a los que llaman "nuestros candidatos", que van por las comunas de Temuco, Valparaíso, Las Condes, Providencia, Vitacura, Quillota y Lo Barnechea.
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