lunes, 25 de mayo de 2009

Sri Lanka: el león que mató al tigre - 24 de mayo de 2009

Domingo 24 de mayo de 2009

Por Raúl Sohr / La Nación

OJO CON EL MUNDO

Sri Lanka: el león que mató al tigre

Así el ejército regular srilankés consiguió, luego de una larga campaña y numerosas batallas, cercar al último núcleo de los TLET y esta semana lo aniquiló. Sus principales líderes se suicidaron o fueron ejecutados. Prabhakaran tenía un tiro en el centro de su frente lo que hace suponer que no fue ultimado en combate.



La guerra civil en Sri Lanka, antiguamente Ceilán, concluyó en forma insólita. Rara vez un conflicto entre fuerzas regulares e irregulares culmina en una sangrienta batalla final. A lo largo de la historia las fuerzas insurgentes que no triunfan, y esa es la abrumadora mayoría, concluyen sus campañas diluyéndose en forma gradual. Lo ocurrido fue que sectores de la minoría tamil, que representa un 15% de la población de 20 millones de habitantes, tomaron las armas para enfrentar al ejército de la mayoría cingalesa. Pero en los últimos años abandonaron el principio fundamental de la guerra de guerrillas: la capacidad de dispersarse. Los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (TLET) buscaron interpretar el malestar del norte del país, poblado por tamiles, e intentaron crear un Estado alternativo con su respectivo sistema de justicia, salud, educación y policía. En el plano militar fue el primer movimiento insurgente en utilizar en forma bastante regular cierta capacidad aérea. Así el tigre tamil buscó vencer al león cingalés, el león es el símbolo de la república democrática socialista de Sri Lanka.
Es una regla de la guerra que el bando más débil debe eludir las batallas frontales. El ejército de Colombo logró movilizar 50.000 efectivos equipados al más alto nivel. Las fuerzas oficialistas eran abastecidas por Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Pakistán. Cabría suponer por este alineamiento que el TLET recibía el apoyo de India. En efecto tuvo respaldo desde el inicio de su campaña en 1972. Los tamiles tienen estrechos lazos con el continente, donde Sri Lanka es llamada también la "lágrima de la India", apelación comprensible si se observa un mapa pero que tras los trágicos sucesos cobra un sentido político. EL TLET se sintió traicionado por Nueva Delhi y en 1991 fue responsable del asesinato del Primer Ministro indio Rajiv Gandhi. En ese momento India cortó todo vínculo con los insurgentes. Quedó claro desde entonces el carácter imprevisible de Velupillai Prabhakaran, el despótico líder del movimiento. Éste tenía conciencia que había cometido un error garrafal al asesinar a Gandhi y que sin el apoyo de India sus fuerzas quedaban huérfanas a nivel internacional. En consecuencia, privilegió los aspectos militares antes que los políticos de su lucha. Así lanzó una serie de brutales atentados suicidas, entre los que destaca el de 1996 que provocó 91 muertos y 1.400 heridos en Colombo. Con una concepción de martirologio desesperanzado creó una unidad destinada a los atentados denominada los "tigres negros", en que participaron mujeres y niños. Como suele ocurrir en las sectas, Prabhakaran padeció al mismo tiempo de paranoia y sueños de grandeza. La primera enfermedad lo llevó a grandes purgas y ejecuciones precedidas de torturas de los sospechosos. En 2004 el TLET sufrió una gran escisión liderada por el número tres de su jerarquía, el coronel Karuna. Los delirios de poder lo llevaron a ignorar una correlación de fuerzas que le era completamente adversa.
Así el ejército regular srilankés consiguió, luego de una larga campaña y numerosas batallas, cercar al último núcleo de los TLET y esta semana lo aniquiló. Sus principales líderes se suicidaron o fueron ejecutados. Prabhakaran tenía un tiro en el centro de su frente lo que hace suponer que no fue ultimado en combate. Viene al caso contrastar a los tigres tamiles con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que los superan en mucho en antigüedad. Pese a que el Ejército colombiano ha aumentado sus efectivos y ha recibido más de cuatro mil millones de dólares en ayuda de Estados Unidos, está lejos de acabar con los insurgentes. Aunque ha conseguido asestarles serios golpes, los irregulares mantienen una considerable capacidad de combate. En definitiva, las organizaciones insurgentes triunfan o mueren según la eficacia de sus estrategias y el aspecto central, en el largo plazo, es político antes que militar. En este sentido en Sri Lanka queda atrás el nefasto Prabhakaran, pero con él no desaparecen las reivindicaciones de los tamiles por la inclusión y contra la discriminación. La victoria militar de Colombo sólo será permanente si cumple con la promesa recién formulada por el Presidente Mahinda Rajapaksa, que: "Ahora debemos vivir como iguales en este país libre". //LND

http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20090523/pags/20090523184405.html
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