martes, 22 de diciembre de 2009

La sospechosa muerte del general Augusto Lutz--22-12-09

La sospechosa muerte del general Augusto Lutz


escrito por Raúl Auth Caviedes

martes, 22 de diciembre de 2009

El procesamiento de seis imputados como autores o colaboradores del crimen del ex presidente Eduardo Frei Montalva por el Juez Alejandro Madrid, ha hecho rememorar las dudosas circunstancias de la muerte del general Augusto Lutz en el Hospital Militar en 1974.

Curiosamente, en los dos casos tuvo actuación relevante el cirujano militar Patricio Silva Garín. Este médico también jugó un rol en el penoso trato dado a José Tohá en ese establecimiento, en donde supuestamente se suicidó. Augusto Lutz Urzúa era un hombre de sobresalientes dotes intelectuales, gran lector que dominaba varios idiomas. Egresado en 1942, había sido primera antigüedad de su curso en la Escuela Militar. Cuando el general Carlos Prats fue jefe del Servicio de Inteligencia Militar durante 1968 y 1969, tuvo a Lutz como su segundo, creándose un fuerte nexo solidario.
Este distinguido oficial había jugado un trascendental rol en el golpe militar en su calidad de director del SIM durante el gobierno del presidente Allende. La información que proporcionó a los conspiradores fue valiosísima para terminar prontamente la resistencia armada de los partidarios de la Unidad Popular. Se le relacionó con la muerte del joven periodista norteamericano, Charles Horman, cuya suerte se decidió por su cabal conocimiento de la participación de los militares estadounidenses en el golpe de Estado. Lutz, en conjunto con personeros de la embajada de EEUU, habrían acordado su eliminación, según el agente de seguridad de la FACH, Rafael González. Su hija Olga desmiente esta participación y relata que el mes y medio que Lutz se mantuvo en el SIM, después del golpe, afectó negativamente a su padre; narra que en ese período envejeció. Hubo un momento en que en que le manifestó a su esposa: “Mamita (así la llamaba), no doy más. Retirémonos”.
El diputado socialista durante la Unidad Popular, Eric Schnake, relató en España a Olga Lutz, la experiencia que había tenido con su padre. Esta narración nos revela el espíritu democrático y los propósitos diametralmente opuestos que sostenía Augusto Lutz en relación a la conducta seguida por el jefe de la Junta Militar, el general Pinochet. Schnake, detenido el 12 de septiembre de 1973, había sido cruelmente torturado en los Servicios de Inteligencia de la Armada, Aviación y Carabineros. Después fue trasladado a la Academia de Guerra del Ejército. Allí el trato se modificó por completo. Le retiraron la capucha que le impedía ver desde hacía más un mes y recibió una comida aceptable. Pronto fue visitado por el coronel Manuel Rodríguez, quien le manifestó que venía enviado por el general Lutz, para sostener con él conversaciones acerca de la situación política chilena y su futuro. Schnake, con cierta reticencia y desconfianza, aceptó y mantuvo varias entrevistas con ese oficial. Después de algunas semanas, Rodríguez, por orden del general Lutz, le propuso que redactara un informe dando su opinión sobre aquellos partidos democráticos de izquierda que se podrían tener en cuenta en el momento de restablecerse la democracia en el país.
Tiempo después, fue visitado por el propio general Lutz, quien, después de saludarlo amablemente, le expresó: “Muy interesante su informe señor Schnake”. Luego conversaron largo rato sobre las posibles alternativas de la futura situación política chilena. Schnake le manifestó a Lutz su sorpresa que le fuese solicitada su opinión, después de haber sufrido tantos vejámenes en los otros sitios en donde había permanecido recluido. Lutz le contestó que dentro de las Fuerzas Armadas existía una corriente fascista, representada por el general Gustavo Leigh, pero consideraba que el Ejército era muchísimo más democrático, y que él, como Secretario General de la Junta Militar, podría ejercer muchísima influencia en el futuro sistema de gobierno, con una posible apertura democrática en Chile. Le expresó que su idea era realizar un gobierno de transición con todos los partidos políticos, excluidos aquellos de izquierda calificados como no democráticos.
La entrevista concedida por Augusto Lutz a la revista Ercilla, en enero de 1974, un mes después de asumida su nueva responsabilidad en el gobierno, ayuda a tener una visión más acabada del pensamiento y de los errores de apreciación de Lutz sobre los gobernantes de facto, de los cuales se arrepentiría. El periodista describió hallarse ante “un militar entregado por entero a su profesión, disciplinado, de gran lealtad con sus superiores, sentimiento que logra con gran fuerza entre sus subalternos. El ambiente que se palpa a su alrededor es de un gran respeto y también de un profundo afecto, nacido de las experiencias comunes”. Aseguraba Lutz que el propósito de las FFAA era: “lograr reconstruir, levantar al país, aportando nuestra organización, orden y disciplina que tanta falta hacía”. Entre otras consideraciones, expuso en dicha oportunidad: “Me alegro de poder corroborar que el pronunciamiento fue para salvar a todos los chilenos, y no para beneficiar a unos pocos. En cuanto a sí es posible que esto pueda ocurrir, lo estimo casi imposible, pues en todas las reuniones en que he tenido la ocasión de estar presente con los miembros de la Junta, me he podido dar cuenta que las clases desposeídas, los parientes pobres de nuestra sociedad, tienen sus mejores defensores en los cuatro miembros de la Junta, quienes, ante cualquier iniciativa que se les presente, ya sea relacionada con salarios, con reforma agraria, etcétera, siempre están preocupados de que las clases más necesitadas salgan favorecidas Si pudiera haber alguna preferencia, ella tendería a beneficiar a los más necesitados, a los más desposeídos, que, a la vez, son los más numerosos. Los que a pesar de ello, sigan creyendo que el movimiento fue para el beneficio de unos pocos, tendrán que atenerse a las consecuencias posteriores. La Junta de Gobierno es la que está en estos momentos fijando las políticas que se van a seguir en las diferentes actividades de la vida nacional. Por lo tanto, las personas que están cooperando en la labor de la Junta en los diversos Ministerios, en las industrias, en el agro, en distintas actividades de la vida nacional, lo hacen sin otro norte que lograr la reconstrucción del país en el más breve plazo, al margen de sus ideas políticas o de otros intereses partidistas”.
Junto con otros generales, como Bonilla, Palacios, Arellano, Viveros, compartían la misma creencia religiosa y los valores del humanismo cristiano, afines a los del cardenal Silva Henríquez. Los días domingos, siempre se veía a Lutz y Bonilla charlando, acompañados de sus esposas, a la salida de misa de la Iglesia de Avenida El Bosque de la Comuna de Providencia
Lutz se encargó en los primeros meses del gobierno militar de llevar las tensas relaciones con la Iglesia Católica, sirviendo de puente conciliador entre el régimen y el cardenal Silva Henríquez, cuya conducta de desaprobación de lo que estaba sucediendo en Chile, tanto irritaba al General Pinochet. ¡Este don Raúl!- decía repetidamente cuando las relaciones empeoraban por las detenciones de religiosos- ¡Le suelto un sacerdote, y ya le tienen otro preso!. Se había opuesto firmemente a la intervención de la Universidad Católica, tan insistentemente solicitada por los gremialistas de Jaime Guzmán y firmemente resistida por la jerarquía eclesiástica, dado el carácter pontificio de esa casa de estudios superiores. Veía con desasosiego que ese plantel universitario católico se estaba constituyendo en un cerrado nido de los ideólogos del gobierno, que no respetaban los principios del humanismo cristiano.
Prontamente, Augusto Lutz se constituyó en un fuerte critico del coronel Manuel Contreras, con quien había sostenido un violento enfrentamiento verbal por el arresto del marido de una profesora de su hijo. Había llamado telefónicamente a Contreras para pedirle información sobre el caso. Éste le había respondido en forma cortante: “No tiene acceso a esa información, general. Sólo el Presidente” Ante esa respuesta, Lutz se encolerizó, y pretendió imponer su mayor grado y prestigio en la institución, gritándole: “!Qué te has creído! ¡Cómo te atreves a decirle eso a un general de la República! ¡Ya vas a ver!”. Y agregó “En este momento usted debe estar de pie, cuadrándose ante mí”. Sus posteriores protestas a nivel más alto resultaron inútiles, con la consiguiente indignación y frustración de Lutz. Veía en Contreras un poder maligno, que con su comportamiento despiadado, con violaciones flagrantes de los derechos humanos, no sólo enlodaba el prestigio del Ejército sino que también desprestigiaba al régimen de las FFAA, tanto en el plano nacional como internacional
Paulatinamente, se fue desilusionando al observar que el gobierno estaba cayendo en manos de un grupo político-económico de derecha, que salvaguardaba fundamentalmente sus propios intereses, sin preocuparse de los más necesitados. Y, lo más importante, Pinochet había implantado una política sistemática de violación de los derechos humanos más fundamentales. Era una política del terror para que la población amilanada aceptara cualquier medida del gobierno militar, por muy dura que ella fuera.
En su calidad de eminencia gris del régimen, Jaime Guzmán instó a Pinochet que se quedara en el poder por tiempo indefinido. Dicha influencia quedó en evidencia en un acto solemne efectuado en la sala de plenarios del edificio Diego Portales, el 11 de octubre de 1973. A este acto asistieron embajadores y autoridades del Poder Judicial. El discurso fue redactado por el propio Guzmán, siendo el único orador Augusto Pinochet. Su texto fue: “Reconstruir es siempre más arduo que destruir. Por ello, sabemos que nuestra misión no tendrá la transitoriedad que desearíamos, y es así como no damos plazos ni fijamos fechas. Sólo cuando el país haya alcanzado la paz social necesaria para el verdadero progreso y desarrollo económico a que tiene derecho, y Chile no muestre caras con reflejos de odio, será cuando nuestra misión habrá terminado.... Afianzadas las metas anteriores (cambio profundo de la mentalidad de los chilenos), Las Fuerzas Armadas y de Orden darán paso al restablecimiento de nuestra democracia, la que deberá renacer purificada de sus vicios y malos hábitos que terminaron por destruir nuestras instituciones. Una nueva Constitución Política de la República debe permitir la evolución dinámica que el mundo actual reclama, y aleje para siempre la politiquería, el sectarismo y la demagogia de la vida nacional, que ella sea la expresión suprema de la nueva institucionalidad y bajo esos moldes se proyecte el destino de Chile”.Otra demostración del manejo que los grupos económicos y políticos de extrema derecha, a través de Guzmán, ejercían sobre Pinochet fue la Declaración de Principios de marzo de 1974. En ella se evidenciaba claramente que Jaime Guzmán había convencido a Pinochet que debía permanecer en el poder por un extenso tiempo para permitir introducir en el país un marco institucional y una mentalidad de acuerdo con los principios largamente anhelados de la derecha chilena. Este documento, redactado por Guzmán, expresaba:“Las Fuerzas Armadas y de Orden no fijan plazos a su gestión de Gobierno, porque la tarea de reconstruir moral, institucional y materialmente al país, requiere de una acción profunda y prolongada. En definitiva, resulta imperioso cambiar la mentalidad de los chilenos. El actual Gobierno ha sido categórico para declarar que no pretende limitarse a ser un Gobierno de mera administración que signifique un paréntesis entre dos Gobiernos partidistas similares o, en otras palabras, que no se trata de una “tregua” de reordenamiento para devolver el poder a los mismos políticos que tanta responsabilidad tuvieron por acción u omisión, en la virtual destrucción del país. El Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, aspira a iniciar una nueva etapa en el destino nacional, abriendo el paso a nuevas generaciones de chilenos formadas en una escuela de sanos hábitos cívicos” Pese a la fuerte defensa del golpe militar, tanto nacional como internacional, que hizo la DC, el mismo 11 de marzo de 1974, la dictadura puso una definitiva lápida a sus pretensiones de aprovecharlo a su favor. Un convencido Pinochet, junto con leer la Declaración de Principios, expresó con voz resonante: “Algunos señores políticos tomaron una actitud favorable al gobierno, pero vieron en la liberación de Chile por las Fuerzas Armadas y Carabineros la posibilidad que se les devolviera la conducción del Estado en breve tiempo. Hoy han reaccionado en contrario al darse cuenta cuán equivocados estaban, y yo me pregunto ¿o son patriotas o son mercaderes?”.De lo anterior se aprecia la gran habilidad y poder de convencimiento que tuvo Guzmán sobre Pinochet. Supo llevarlo desde el complejo de inferioridad que experimentaba ante los generales Mahn y Prats hacia la megalomanía, para que se sintiera iluminado y capaz de grandes misiones. El líder gremialista solía decir “La ciencia política enseña reiteradamente que el poder de influencia es mucho mayor que el poder de mando... pues se obtiene que el mando haga lo que más le gusta que haga”. Justamente esto es lo que sucedía en la relación entre este maquiavélico político y el intelectualmente limitado militar.En mayo de 1974, Lutz junto con Bonilla, Palacios y otros sostuvieron conversaciones con otros generales para intentar frenar la declarada intención de Pinochet de proclamarse Jefe Supremo del Estado. Consideraban que iba en contra de la legalidad y del respeto a la tradición democrática chilena. A su juicio, con ello, el régimen se estaba desnaturalizando al comprometer a las FFAA en una gestión ajena a su quehacer profesional, inmiscuyéndose en el terreno político a favor de una tendencia que ellos no compartían. Según Olga Lutz, su padre cometió el error de comentar con el general César Benavides que Pinochet no debía hacerse nombrar jefe de Estado, pese a las advertencias de su esposa que no confiara en él. El 24 de junio, Lutz y Bonilla, en reunión de generales, tomaron la voz cantante planteando sus inquietudes sobre la pérdida del sentido original de la rebelión militar. Consideraban que se estaba violando el compromiso asumido el 11 de septiembre, establecido en el bando N° 5 que decía: “Las Fuerzas Armadas y de Orden han asumido el deber moral que la Patria les impone de destituir al Gobierno que, aunque inicialmente legítimo, ha caído en la ilegitimidad flagrante, y han debido asumir el Poder por el solo lapso en que las circunstancias lo exijan. Fuera de esta oposición a la decisión de Pinochet de nombrarse Presidente, ambos generales hicieron fuertes críticas al coronel Manuel Contreras y al accionar de la DINA, que era la columna básica de la dictadura para afirmarse en el poder. Vista en perspectiva, esta valiente acción encabezada por Lutz y Bonilla aparece como quijotesca, pues Pinochet había sido seducido por los intereses de la derecha que consideraban esencial que se perpetuara a la cabeza del régimen para conseguir un cambio radical y duradero de la sociedad chilena acorde a su ideología. Nada lograrían los generales en oponerse en oponerse al dictador que se sentía un líder mundial del anticomunismo y salvador de la Patria. Lejos se encontraba de la imagen que ellos tenían de Pinochet de ser un oportunista, que, con grandes reticencias y temores, se había plegado a última hora a la rebelión militar. Y ahora, instado por los políticos más reaccionarios, pretendía, a sangre y fuego, constituirse en una especie de soberano absoluto, tipo siglo XIX. Prestando oídos sordos a estas quejas, en esos días se publicaba el decreto 521 que consagraba la existencia de la DINA y el 527 que nombraba a Pinochet como Jefe Supremo de la Nación. Además se procedía a la quema de los registros electorales.Aquella reunión del 24 de junio de 1974 trajo adversas consecuencias para Bonilla y Lutz. El primero fue desplazado desde el Ministerio del Interior al de Defensa, de escasa trascendencia, pues los principales asuntos eran manejados por el Comandante en Jefe. Por su parte, Lutz fue designado a la V División en Punta Arenas el 10 de julio de ese año. Un lugar de destino muy poco apetecido en el Alto Mando, pues generalmente implicaba una marginación. Este traslado a mediados de año era inusual en el Ejército. Era costumbre que las nuevas destinaciones se realizaran a finales de año, para evitar los problemas que ocasionaba el cambio de casa y de colegio de los hijos.El horrendo asesinato del general Prats y su esposa en Buenos Aires, a fines de septiembre de 1974, impactó profundamente a Lutz. Su hija, Olga, narra que estaba con su padre cuando la radio dio la noticia de la muerte del matrimonio. Relata que se puso pálido y, con una mezcla de tristeza e indignación, expresó “Esto no puede ser”. Piensa su hija que, en ese momento, su progenitor creyó que el coronel Manuel Contreras y el mismo Pinochet podían estar detrás del asesinato. Esta idea se reforzaría ante la negativa del gobierno chileno de no hacerse parte de la investigación de la trágica muerte del matrimonio Prats-Cuthbert y del entierro semiclandestino realizado en Santiago, por presión de las autoridades militares.Después de asistir en Santiago a la Junta de generales de octubre de 1974, Lutz quedó sumamente perturbado y amargado. Había concurrido a la reunión con una grabadora escondida en la guerrera registrando la conocida frase de Pinochet: ¡Señores, la DINA soy yo! ¿Alguien más quiere pedir la palabra?, seguida de un fuerte golpe en la mesa. Comunicó a su familia que ya no soportaba más lo que acontecía dentro el Alto Mando que aceptaba sumisamente todo lo que Pinochet pretendía. Ante lo cual había decidido que, al año siguiente, se iría irrevocablemente del Ejército.En Punta Arenas, durante la segunda semana de noviembre, tras concurrir a una comida con otros miembros de las Fuerzas Armadas, enfermó. Al día siguiente, fue examinado por el médico del Servicio de Sanidad del Ejército, el doctor Cerda, quien diagnosticó una gastritis, indicó régimen alimentario y dejó una receta. Sin embargo, durante ese día se produjo una hemorragia digestiva, que obligó a su hospitalización. Extrañamente, el facultativo tratante decidió operarlo de inmediato, tomando una decisión muy discutible en aquellos años. En general, la experticia de los médicos militares, salvo excepciones, no era la mejor Era sabido por los cirujanos con experiencia en estos casos, que la operación de urgencia en las hemorragias digestivas, constituía una excepción, sólo debía efectuarse cuando el sangramiento fuese masivo y se contase con un equipo experimentado para hacerlo. Según los datos que proporcionaron posteriormente los familiares, esta circunstancia de extrema urgencia quirúrgica no se daba en el general Lutz. La conducta que cabía era estabilizar sus signos vitales, transfundiendo sangre y sueros y observar su evolución. Existía también la opción de trasladarlo a Santiago, en donde se disponía de mayores recursos. En Punta Arenas se carecía de ellos como consta que, para operarlo, se debió solicitar elementos indispensables a Concepción y a Río Gallegos, vecina localidad argentina. Resultó particularmente raro que el doctor Cerda le haya negado el pase para trasladarlo en avión a Santiago cuando la esposa le manifestó ese deseo.A la salida de la intervención quirúrgica, el cirujano le comunicó a la esposa que la operación había sido un éxito. “Le he salvado la vida a mi general”, fueron sus palabras. Le explicó que le había suturado unas várices sangrantes del esófago. Este diagnóstico aparecía sumamente extraño, dado que no existía ningún factor que explicara una hipertensión portal que pudiese motivar la existencia de dichas várices. No había antecedentes de enfermedad del hígado ni de alcoholismo. Desde un perspectiva médica la conducta del doctor Cerda aparece como imprudente y desacertada al no derivar el caso a un profesional con más experiencia en cirugía digestiva de urgencia.Los familiares del general, residentes en Santiago, cuando conocieron la noticia de la enfermedad, intentaron que el Ejército proporcionara un avión para su traslado a Santiago, pero recibieron una negativa de parte del Ministro del Interior, general César Benavides, quien adujo que contaba con información que se trataba de algo sin importancia. Ante este rechazo, lograron que el subdirector del Hospital Militar, el cirujano Patricio Silva Garín, y un médico anestesista del mismo establecimiento los acompañaran en el vuelo regular de LAN. Cuando llegaron a Punta Arenas, Lutz ya se encontraba operado. El doctor Silva, al examinar al paciente recién intervenido, se mostró preocupado. Su hija Olga, dice haberle escuchado, detrás de la puerta “A mi general lo charquearon” Se decidió el traslado inmediato a Santiago, consiguiendo cupo en el avión de LAN, que regresaba a la capital en una hora más. Durante el vuelo, presentó una nueva hemorragia digestiva. Al llegar a Santiago, fue rápidamente llevado al Hospital Militar, en donde fue nuevamente operado, esta vez con el diagnóstico de ulcera gástrica. Después de la intervención, que duró dos horas, el doctor Silva, le explicó a la familia que había ubicado la arteria sangrante en el estómago y que el paciente por el momento permanecería en la Unidad de Tratamiento Intensivo. Para tranquilizarlos les agregó que era un organismo joven, en buenas condiciones generales, y que ahora vendría su recuperación. Tres días más tarde, Silva les dio alentadoras noticias sobre la favorable evolución del paciente. Extrañamente, ese mismo día, una radioemisora dio una inconcebible noticia: “El general Lutz, intendente de Magallanes, falleció en el Hospital Militar, donde había ingresado días antes”. La familia, desesperada se comunicó con el doctor Silva, quien se manifestó indignado y les recordó que momentos antes les había dicho que el general mostraba una notoria recuperación. Dos días mas tarde, en un canal de televisión, se reiteró la misma falsa noticia del fallecimiento. Esto era sumamente extraño pues, en aquellos días, la Dirección Nacional de Comunicaciones, censuraba rigurosamente cualquier información política o relacionada con las Fuerzas Armadas. Un funcionario de la emisora que había dado primeramente el anuncio, le confidenció al periodista Hernán Millas, que había “emanado de una fuente responsable”. Parecía que se daba por hecho en las altas esferas del gobierno que Lutz iba a morir.El enfermo continuó evolucionando favorablemente, al extremo que el doctor Silva, el 19 de noviembre, le comunicó a la familia que al día siguiente podría abandonar la Unidad de Tratamiento Intensivo. No obstante, esa noche se agravó y se diagnosticó una peritonitis. El facultativo, disgustado, constató que, durante ese día, la sonda de drenaje abdominal se había salido de su sitio y que el paso del suero le había sido cortado. Debió ser sometido a una tercera intervención por la peritonitis. Hizo una complicación pulmonar, por lo cual se le colocó un respirador artificial, previa traqueotomía. El doctor Silva, aparentemente alarmado por tantos inconvenientes, ordenó colocar una guardia especial permanente, para impedir que personas no autorizadas pudiesen acercarse al general. Se dispuso de medicamentos de última generación para su tratamiento, no existentes en Chile, que eran enviados desde Panamá. El jefe de gobierno de ese país, el general Omar Torrijos, antiguo amigo de Lutz, se los enviaba a través del embajador de ese país, Joaquín Meza.Hubo un alentador, pero breve período de recuperación. En esos días, relata su hija Olga que Lutz, dado que no podía hablar debido a la traqueotomía, escribió una nota que decía “sáquenme de aquí”. Curiosamente, este mensaje estremecedor se repetiría en el caso del ex presidente Frei Montalva en enero de 1982. El día 23 se produjo un nuevo retroceso. El general cayó en coma, atribuido a una sobredosis de antibióticos, que una enfermera por un desusado e inexplicable error le había administrado, dañando la función de sus riñones. El 26 de noviembre se realizó una junta médica con especialistas de la Universidad Católica, que manifestaron su extrañeza ante tan desfavorable evolución y los inusuales errores en la administración de medicamentos. En la madrugada del 28 de noviembre, Lutz falleció. La información oficial fue: “transcurridos 17 días de la primera intervención quirúrgica, se presentó un cuadro de sepsis originado en infección pleural y peritoneal, lo que produjo un shock irreversible que le ocasionó su fallecimiento”.Los familiares quedaron desolados y con la sensación que la muerte del general había sido provocada en el Hospital Militar. Sus hijos repetían “A nuestro padre lo mataron”. Tanto fue su encono, que la viuda y sus hijos, se negaron a concurrir a los funerales que organizó el Ejército.El escritor y periodista, José Miguel Varas, informó sobre el fallecimiento de Augusto Lutz, en las noticias de radio Moscú, en forma bastante cáustica “El general murió de una úlcera perforada... sin salida de proyectil”. Esto implicaba que en el exterior se conocía la postura francamente disidente del destacado militar ante la política del gobierno de Pinochet.Durante el funeral, el general Oscar Bonilla se vio profundamente apesadumbrado y desolado. No solo había perdido a su mejor amigo, sino que a uno de los generales que compartía su rechazo a que Pinochet acumulara en su persona, los cargos de Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército, lo que, a su juicio, implicaba la instauración de una dictadura sin contrapesos y de duración indefinida. Compartía también la gran desazón de la familia de Lutz, acerca de las dudosas circunstancias que rodeaban su fallecimiento, centrando sus sospechas en una acción de la DINA, dirigida por Manuel Contreras, a la cual ambos se habían valiente y firmemente opuesto. Al poco tiempo, cuando debió operarse de la columna, Bonilla lo hizo en la Clínica Alemana como elemental medida de precaución, pues no confiaba en el hospital de su institución, pese a gozar de todos los beneficios para atenderse allí.María Olga Lutz, en representación de la familia, concurrió donde el general Pinochet para pedirle que ordenara un sumario en el Hospital Militar, para aclarar lo sucedido a su padre en ese establecimiento. El jefe de la Junta, le manifestó que estaba muy afectado por su muerte y que, si eso servía para mitigar su dolor, así se haría. Consecuentemente, el Director General de Sanidad del Ejército, el médico Eduardo Díaz Carrasco, fue nombrado fiscal de la investigación sumaria. Fueron citados y careados todos los participantes en la atención del general Lutz. Enfermeras, médicos y funcionarios declararon ante el doctor Díaz. Incluso la cónyuge fue careada con el doctor Cerda que lo había operado en Punta Arenas. Como era de rigor, un actuario registraba todo lo que se decía. Transcurrido un mes del término de los interrogatorios del sumario, la viuda del general Lutz llamó una y otra vez al doctor Díaz para que le informara sobre el resultado de la investigación. Sin embargo nunca consiguió contactarlo, ya que este médico sistemáticamente se escabullía. Sólo trascurridos siete meses de fallidos intentos logró ubicarlo por teléfono. La respuesta del médico fue desconcertante “Perdone Olguita que no la entienda. ¿de qué sumario me habla? “ “Perdóneme, pero usted está equivocada. No se ha realizado ningún sumario” “Mire Olguita, quédese usted bien tranquila, que no se ha realizado ningún sumario”Angustiada y desesperada ante tan inexplicable comportamiento del doctor Díaz Carrasco, la viuda recurrió a numerosos altos oficiales para aclarar la situación.. El general Jorge Court, casado con una prima hermana, le previno : “Yo le aconsejaría, Olguita que deje las cosas como están, porque no va a sacar absolutamente nada”. Odlanier Mena le dijo a Patricia Lutz “a tu padre lo mató la DINA”. Otros altos oficiales retirados de inteligencia militar le confidenciaron “a tu padre lo ayudaron a morir en el Hospital Militar”.El hijo menor del general Lutz, Alejandro, estudió Medicina y realizó una práctica en el Hospital Militar. Allí solicitó la ficha clínica de su padre, pero le dijeron que había desaparecido. Revisó personalmente el Libro de Ingresos, encontrando que la hoja correspondiente a la segunda quincena del mes de noviembre había sido arrancada. Para efectos estadísticos del hospital, el general Lutz nunca estuvo internado allí.La hipótesis de una muerte debida a complicaciones postoperatorias parecería plausible, si no hubiesen existido múltiples circunstancias inusuales. Las negligencias médicas burdas e inexplicables conducirían a un supuesto homicidio, facilitado por las condiciones de indefensión producto de la enfermedad y obligada hospitalización.. Resulta congruente la mala y caprichosa evolución con un atentado criminal. La desaparición de toda la documentación correspondiente a un importante caso clínico es un hecho sorprendente e inverosímil en un hospital de las Fuerzas Armadas. Resulta aún más grave este extravío por haber pertenecido a un general, cuyo médico tratante era el subdirector del establecimiento Es asaz increíble la pérdida de una investigación sumaria solicitada por altas autoridades de gobierno. También fue anormal que, al existir dudas sobre las causas del fallecimiento, no se dispusiera practicar una autopsia. Todo ello conduciría a inferir que se intentó eliminar todo rastro de pruebas que pudieran establecer la intervención de terceros en la muerte del general Lutz. Podría juzgarse como un deliberado encubrimiento de asesinato, que no resultaba tan extraño, especialmente si se toma en consideración los atentados de la DINA contra el general Carlos Prats, Orlando Letelier y Bernardo Leighton y la muerte en extrañas circunstancias, en ese mismo hospital, del ex ministro de Defensa José Tohá. Los familiares no se dieron cuenta que el Hospital Militar era un nido de agentes de la DINA que podían aprovecharse de tener indefenso, bajo su dominio, a uno de sus principales detractores.Otro caso fatal trascendente que vale la pena resumir es el del ex ministro de Defensa y del Interior del gobierno de la Unidad Popular, José Tohá. Bajo la administración del doctor Silva Garín, el Hospital Militar vio desvirtuado su rol hospitalario, al ser usado como cárcel política y presumible lugar de ejecución. Tohá, reconocido, por su bondad y sensibilidad social, había sido sometido a trato vejatorio en la isla Dawson lo que afectó su salud ya deteriorada por la aflicción por la muerte del presidente Allende y de su gran amigo, Augusto Olivares. Sufrió una seria depresión reactiva y gran baja de peso, por lo que fue internado en el Hospital Militar en enero de 1974. Allí sufrió apremios y era llevado en las noches a la Academia de Guerra Aérea en donde era interrogado bajo torturas. Su estado de salud fue empeorando rápidamente, disminuyendo su peso a 49 kilos, siendo su estatura 1,92 metros y apenas podía moverse en su cama. Alarmado, su hermano médico, Isidoro, recurrió al doctor Silva, quien le manifestó que las gestiones que la familia había efectuado ante las autoridades(ante el propio Pinochet) sólo habían agravado la situación, pues ahora su pariente era tratado con mucho más dureza y aún interrogado con la colaboración de un psiquiatra. Cuando Isidoro Tohá le expresó a su colega Silva que el Hospital Militar tenía el deber de velar por la vida de su hermano, la tajante y brutal respuesta de éste fue: “Mire, el señor Tohá ahora debe atenerse a las consecuencias de sus actos políticos”.El 15 de marzo de 1974, el gobierno militar informó el suicidio de José Tohá. La versión oficial fue que se había ahorcado con su propio cinturón apoyado en una cañería que pasaba por dentro del closet de su habitación del Hospital Militar. Esto resultaba extraño, pues en todo paciente con depresión se le retira cualquier objeto que pudiese utilizar para autoeliminarse y además se encontraba en tan malas condiciones que no podía levantarse de la cama por sí solo. El perito criminalista de Investigaciones, el médico Alfonso Chelén, que examinó el sitio del suceso y el cadáver, pese a las fuertes presiones para que rectificara su informe, aseguraría inquebrantablemente “la muerte no fue suicida, sino obra de terceros, por estrangulamiento, con simulación de suicidio”. En este caso también el hospital hizo un sumario que curiosamente se extravió.
elclarin
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