EL VOTO DE 1988 EMPEZO EL DERRUMBE DE LA DICTADURA CHILENA
A veinte años del NO a Pinocho
Para muchos jóvenes se trata de una fecha anecdótica, pero para los protagonistas de la gesta que sirvió de germen para la Concertación chilena, la imagen del dictador Pinochet derrotado es algo que jamás podrán olvidar.
Por Christian Palma
Desde Santiago
“Chile, la alegría ya viene.” Así rezaba el pegajoso estribillo de una inolvidable canción que hace 20 años ideó el comando de los Partidos Por la Democracia para apoyar la opción NO en el plebiscito de 1988. Aquella noche del 5 de octubre de 1988, la mítica estrofa –que incluso el inconsciente de los lamebotas de los milicos entonaron después de ser exhibida por televisión– fue clave para que casi el 60 por ciento de los chilenos dijera NO a la perpetuidad en el poder que quería lograr el dictador Augusto Pinochet. Dos décadas han pasado y mucha gente en este país se pregunta si la mencionada alegría realmente llegó como se prometió en su momento.
María José aún no cumple 20 años. El 5 de octubre de 1988, su mamá –con una barriga prominente– colgaba por una de las ventanas de su viejo Suzuki Fronte una bandera con un gran NO adornado por un vistoso arcoiris. Ella, ajena, dormía en su vientre sin saber que afuera de ese refugio millones de chilenos celebraban el rechazo a la continuidad en el poder del dictador Augusto Pinochet. Dos décadas después, a María José poco le importa lo que sucedió aquel día, reflejando el sentir de la gran mayoría de jóvenes que nacieron por esa época y que hoy ya tienen derecho a voto, cursan alguna carrera universitaria o simplemente formaron una familia, pero que ven la fecha como algo sacado por sus padres del baúl de los recuerdos. Pocos saben también que fue una jornada histórica que comenzó a tomar forma a comienzos de los ochenta cuando Pinochet instauró una nueva Constitución que en principio pretendía dejarlo en el poder hasta 1997.
A comienzos de los ochenta, fueron sus propios asesores –usando todo el tacto posible– los que lo convencieron de que ese período era excesivo. Con todo, Pinochet decidió seguir en el poder hasta 1989 y llamaría a elecciones en 1988 para decidir (SI) la continuidad de su régimen o el fin (NO) del gobierno militar de facto.
Recién en agosto de 1987, la Junta Militar envió un proyecto de ley que fijaba la propaganda televisiva, estableciendo un espacio de 15 minutos por alternativa y fijando el cinco de octubre como fecha del plebiscito. También se determinó que, de ganar el NO, el 14 de diciembre de 1989 habrían elecciones parlamentarias y presidenciales.
Meses antes, el socialista Ricardo Lagos, junto al demócrata cristiano Sergio Molina, preocupados por un posible fraude, crearon dos comités pro elecciones libres, lo que más tarde ayudó a fundar la Concertación de Partidos por la Democracia, 16 colectividades políticas dispuestas a trabajar y a votar NO en el plebiscito.
Carlos Hunneus, sociólogo y miembro del comité técnico del comando del NO, recuerda que el trabajo comenzó desde las bases de los partidos que por ley estaban disueltos. “Ahí se pactaron protestas contra el régimen. Por otro lado, los profesionales y técnicos estaban agrupados trabajando en diversos centros de estudios preparando alternativas y después vino el trabajo más político, que significó hacer una campaña para que se inscribieran los chilenos para confeccionar nuevos registros. Ahí tuvimos que entusiasmar a la gente en un contexto autoritario donde había mucha desconfianza de que el plebiscito iba a ser manipulado como las elecciones del ’80.”
El jueves 29 de septiembre de 1988 Pinochet –que estuvo de civil, terno oscuro, perla en la corbata y acompañado de su esposa, Lucía Hiriart– fue entrevistado en la franja de propaganda televisiva: “Antes de votar piense que está votando por Chile. Piense que el deber del gobierno en lo fundamental es que va a tener como consecuencia el avance de Chile y no la dependencia. Este país está destinado a tener un gran futuro y grandes expectativas y no echemos todo por la borda...Yo no me recomiendo, piénselo. Si he hecho algo mal, perdóneme, pero pienso que sumando y restando, tengo más a favor que en contra”. “(...) Debo manifestarle que arriesgué mi vida el 11 de septiembre de 1973, luché y di estabilidad al país”, sostuvo esa noche.
El día pasó lento hasta que, cerca de las 7 de la tarde, el vocero de Pinochet Alberto Cardemil entregó el primer cómputo oficial: SI: 57%; NO: 40%. El olor a pillería impregnó todo el país.
El ex presidente Patricio Aylwin recordó hace poco que, cerca de las 9 de la noche, “nosotros teníamos la certeza de que ganábamos, pero el gobierno no lo reconocía; eso nos provocó gran inquietud”.
Sin embargo, el triunfo del NO era indesmentible, contundente. Antes de la medianoche los asesores de Pinochet reconocieron la derrota. El otrora omnipotente soldado estaba solo. No escondió su enojo. Con gritos y refunfuñones llamó a sus ministros para pedirles su renuncia. A todos.
Al otro lado de la ciudad ya no había dudas. Arriagada gritó con fuerza: “descorchen la champaña” y todo el comando del NO, como otros millones de chilenos, comenzaron a celebrar el comienzo del fin del dictador.
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