sábado, 4 de octubre de 2008

La caída de los señores de la codicia -- Wall Street (28-09- 2008)

Domingo 28 de septiembre de 2008

Por Darío Zambra B. / La Nación Domingo

Cómo se desarmó el castillo de naipes de los especuladores de Wall Street

La caída de los señores de la codicia


Son ambiciosos, arrogantes, atrevidos e ingeniosos. Crearon las formas más rebuscadas para ganar dinero fácil y rápido apostando en el mercado financiero. Con esas operaciones amasaron grandes fortunas. Hasta que una burbuja que ellos inflaron se reventó. Y hoy observan cómo la fortaleza que construyeron por décadas cae frente a sus ojos.

Al rescate de Wall Street

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John Paulson es un tipo listo. El gestor del fondo de inversiones Paulson & Co. fue uno de los pocos inversionistas que el año pasado logró capear los primeros efectos de la crisis subprime. Al revés, sacó provecho de las turbulencias y obtuvo ganancias por 3.700 millones de dólares. En el colapso bursátil de la semana pasada también vio una oportunidad para abultar aún más sus bolsillos y apostó a la caída de cuatro de los más grandes bancos británicos: HBOS, Lloyds TSB Group, Barclays y Royal Bank of Scotland. Sin embargo, la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido descubrió las operaciones esta semana, develando que con éstas el broker ganó 1.400 millones de dólares.

Paulson es un especulador nato. Y en esta oportunidad utilizó uno de los métodos habituales de este tipo de inversionistas: previendo el desplome de las bolsas, pidió prestados los títulos de esos bancos a algunos accionistas a cambio de una comisión. Luego los vendió, esperó que siguieran cayendo, los recompró y los devolvió al propietario inicial. Sólo con esos movimientos ganó millones de dólares.

Este tipo de operaciones se conocen como "short sellings" o ventas cortas. Son las transacciones favoritas de los especuladores y unas de las que aceleraron el desplome de Wall Street, el epicentro de los mercados financieros. Pese a no ser los únicos, fueron sindicados por todos como uno de los principales responsables de la más grave crisis financiera desde 1929, y que mantiene en incertidumbre a las economías de todo el mundo.

De hecho, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, a los inversionistas eufemismo que utilizan en Chile para denominar a los especuladores los sentaron en el banquillo. La Presidenta Michelle Bachelet fue una de las más críticas: "La codicia y la irresponsabilidad de unos pocos, unidas a la desidia política de otros tantos, han arrastrado al mundo a una situación de gran incertidumbre. La crisis económica internacional es una derrota de los que creen que nada se puede hacer, de los que creen que nada se debe regular, o que la desigualdad no se puede remediar".

Eso es lo que hicieron durante décadas los brokers de Wall Street. Apostaron cifras descomunales, se arriesgaron y se beneficiaron con la nula regulación del mercado estadounidense. Así se movieron hasta la semana pasada, cuando el castillo de naipes que levantaron se desarmó con el fin de las entidades a través de las cuales se enriquecieron durante 75 años: los bancos de inversión.

El fin de la burbuja

Al igual que los pesos que se echó al bolsillo John Paulson, los montos que se mueven en el mercado de la especulación financiera son exorbitantes. Hasta antes del crash de la semana pasada, estas operaciones promediaban diariamente el billón 300 mil dólares. Lo más llamativo de todo es que estos flujos son sólo que no están relacionadas con lo que se conoce como "economía real". Es decir, en estas transacciones no hay compras ni ventas de maquinarias, tecnologías, equipos o infraestructura productiva. "Son sólo operaciones de papel que buscan tener una rentabilidad financiera", sintetiza el economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda) Hugo Fazio. Y un conocedor del mercado de capitales agrega que "el gran objetivo de los bancos de inversión es hacer dinero donde no lo hay".

Ese fue el mercado en el que operaron por más de siete décadas los bancos de inversión. Y ahí los especuladores se movían como pez en el agua. Su máxima es comprar barato para luego vender caro. Teodoro Wigodski, profesor del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, explica que su rol "es principalmente fijar precios en el mercado para identificar si hay compradores y vendedores". Y su fin último es obtener la mayor rentabilidad en el menor tiempo posible, siempre en beneficio propio. "Estos inversionistas quieren ganar más haciendo menos. Buscan hacer dinero fácil. Y las especulaciones sobre instrumentos derivados esencialmente apuestas a valores futuros les vinieron como anillo al dedo", sostiene Armen Kouyoumdjian, quien trabajó durante 14 años como analista de riesgo en un banco de inversiones europeo.

Pero esta vez sus apuestas fallaron. Los inversionistas estaban ciento por ciento seguros de que el sector inmobiliario de Estados Unidos seguiría creciendo tal como hizo en el último tiempo. Casi toda la población estaba comprando casas e incluso los sectores medios bajos tenían acceso a los créditos hipotecarios. A esos préstamos el mercado los denominó subprime. Entusiasmados con este robustecimiento, los especuladores se apasionaron y apostaron por el sector inmobiliario, tanto que los precios de las viviendas subieron al igual que las hipotecas, obligaciones que millones de deudores no pudieron pagar. Hasta que la burbuja inmobiliaria reventó.

"Cuando no recibes los flujos que estás esperando te conviertes en una entidad más riesgosa", explica un experto en mercado de capitales. Toda la cadena fue rebotando. Estos "activos tóxicos" como se denominó a los créditos impagos se fueron concentrando en algunas entidades, como Lehman Brothers. Los bancos de inversión tomaron estos activos y los vendieron a terceros. Pero cuando comenzó la cesación de pagos se encontraron con que tenían que pagar los bonos a los inversionistas que habían confiado su dinero en ellos, y a su vez se dieron cuenta de que no estaban recibiendo flujos.

Fue así como comenzaron a caer uno a uno los grandes bancos de inversión: en marzo, Bear Stearns fue comprado por JP Morgan; la semana pasada, Merrill Lynch quedó en manos del Bank of America; un día después, el 15 de septiembre, Lehman Brothers se acogió a la quiebra, y los dos últimos que quedaban, Goldman Sachs y Morgan Stanley, se convirtieron en bancos comerciales esta semana, dejando atrás su agresivo pasado en la banca de inversión. "El error estuvo en las apuestas riesgosas y no todo el mundo cometió esos errores. Pero como en todo el sistema había una interdependencia muy fuerte, el castillo de naipes se derrumbó. El reventón de la burbuja inmobiliaria sólo destapó las debilidades del sistema", asegura Kouyoumdjian.

A comienzos de esta década, otra burbuja advirtió sobre la fragilidad del sistema, pero los grandes inversionistas la olvidaron rápido: la de las empresas punto com, cuyos precios fueron inflados en exceso por los especuladores al momento de colocarlas en bolsa. "Ese es un ejemplo de cómo manejas cosas en forma ilógica. Un par de adolescentes creaba un sitio web y los bancos de inversión colocaban sus acciones a precios más altos que las empresas que tenían fábricas y maquinarias. Técnicamente eran buenos, pero no un modelo para ganar dinero. Esa fue otra advertencia de la codicia y la estupidez de los mercados", dice el mismo experto citado antes.

La casa de apuestas de los yuppies

Hoy en Estados Unidos la principal apuesta es que se aproxima una fuerte ola regulatoria. Así sucedió después del crack bursátil de 1929. Uno de sus efectos fue la creación de la Ley Glass-Steagall, la que, para evitar los movimientos especulativos, separó dos negocios que hasta ese momento iban de la mano: la banca comercial y la de inversión. Esa prohibición se levantó en 1999, lo que no hizo más que aumentar la agresiva competencia de la industria financiera. A eso se sumó la nula regulación y supervisión sobre los movimientos de los bancos de inversión, y la combinación demostró ser fatal. Los resultados están a la vista.

"En Estados Unidos se dieron todas las condiciones para que la naturaleza humana expresara su disposición a la ambición. Siempre que no se asegura la transparencia y no se establecen sistemas de supervisión preventivos, se generan las condiciones apropiadas para que las personas abusen de la situación en beneficio propio y de su posición privilegiada", dice Wigodski.

El contexto que más favoreció a los grandes inversionistas de Wall Street fue el de la desregulación. Estos grandes bancos, que hoy ya no existen, aprovecharon la falta de supervisión y estrujaron sus cerebros al máximo para crear instrumentos de inversión cada vez más sofisticados y complejos. De pronto empezaron a inventar unos instrumentos financieros que sólo sus propios creadores entendían. Pero con eso ganaban mucho dinero: habían encontrado la piedra mágica. Crearon, por ejemplo, futuros de tasas de interés, futuros de los índices bursátiles y un sinfín de opciones igual de complejas. Muchos instrumentos se basaban en cosas inexistentes. "Se asimilaba más a una casa de apuestas que a un banco de inversiones", cuenta Kouyoumdjian. Incluso, algunos trataron de encontrarle una base científica. "Dijeron: ‘Es una cosa especulativa, lo admitimos, pero trataremos de minimizar el riesgo’. Así empezaron a contratar matemáticos de muy alto nivel para construir modelos que aseguraban que no podían perder", agrega.

Kouyoumdjian conoció a muchos de ellos en la City de Londres, el centro financiero de la capital británica. Desde ahí presenció cómo, a mediados de los ochenta, surgían los especuladores más jóvenes los famosos yuppies , que poco después eran los niños mimados de las plazas financieras más importantes. "Se creían los dueños del mundo. Eran ambiciosos, atrevidos y arrogantes. La forma tradicional de ganar dinero era bien lenta: comprabas acciones y esperabas que subieran. Pero los yuppies dijeron: ‘Vamos a hacer dinero más rápido’", relata el experto.

Hernán Cortés, académico de la Universidad Adolfo Ibañez, explica: "Durante los últimos 15 años se sofisticaron aún más los instrumentos de inversión y se profundizó especialmente el de los futuros. Eso hasta el momento era desconocido". Fue así como el ingenio de los traders dio con instrumentos como los bonos securitizados, que profundizaron la debacle: papeles sobre papeles sobre papeles. "Lo riesgoso es que estos tipos pensaron que eran magos y eran capaces de hacer dinero donde no lo había. Esta crisis demostró que estaban equivocados", sostiene un analista financiero.

A juicio de Hugo Fazio, en tanto, "la especulación financiera tiene una lógica que no descansa en los factores económicos reales. Quienes especulan lo hacen porque quieren ganar mucho, y eso tiene una irracionalidad gigantesca, porque para eso crean una sensación que no descansa en la economía real, como es el caso de la burbuja inmobiliaria. Los precios que alcanza un producto con la especulación no tienen una explicación lógica".

Chile sin burbujas

Todos los expertos coinciden en un mismo punto: en Chile el mercado financiero nunca alcanzó la profundidad y la sofisticación que tiene en Estados Unidos. "Afortunadamente", agregan. Una de las diferencias es que aquí todos los bancos pertenecen a la categoría de comercial y están normados por la ley, considerada una de las más estrictas. "En Chile son muchísimo menos riesgosos, porque hay un rol activo de la superintendencia y altos niveles de autorregulación de los principales agentes institucionales: bancos, corredoras de bolsa, agencias de valores", asegura Wigodski.

Francisco Castañeda, académico de la Universidad de Santiago, agrega: "En el país no existen burbujas financieras propiamente tales, al estilo de Wall Street y de los ex bancos de inversión. De hecho, el valor de las propiedades no está absolutamente desalineado con la trayectoria de la economía, mientras que en algunas áreas de Estados Unidos y el Reino Unido las viviendas triplicaron su valor. Y el precio de las acciones locales no muestra ni evidencia reventones de burbujas".

El experto precisa que en Chile lo que sí existe son otros tipos de operaciones financieras que están sancionadas por la Superintendencia de Valores, como el uso de información privilegiada y la falta al deber de reserva. De hecho, en los últimos años se han registrado varios casos donde se han visto involucrados grandes inversionistas. "Hay ejecutivos y accionistas controladores, como sucedió en el caso de Lan con Sebastián Piñera, que compraron acciones antes de la publicación de los resultados financieros, sabiendo en forma asimétrica que éstos venían mejores que lo esperado en términos de flujo. Hechos como esos terminan afectando la confianza de los accionistas, las AFP y los inversionistas extranjeros", concluye. //LND

Las críticas de Andrade a las AFP

Casi de puntillas pasó la intervención del ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade, en la inauguración de un centro de atención previsional integral en San Bernardo. El viernes, preocupado por la caída de los fondos de pensiones de los trabajadores chilenos a raíz de la crisis económica, el ministro cuestionó el cobro de las comisiones cuando la rentabilidad de los fondos cae. “Me cuesta un poco encontrar razonable que si la rentabilidad de esos fondos es negativa, por decisiones o por turbulencias, quienes administran mis fondos me obliguen, además, a pagar una comisión. Eso me parece un tanto inusual, raro, me provoca un cierto sinsabor. Creo que es algo que valdría la pena ver”.

Andrade no descartó que en las futuras licitaciones de carteras se estudie la posibilidad de establecer una comisión distinta cuando los ahorros renten en forma negativa. “Es una buena fórmula”, aseguró. “Y en estos momentos es súper oportuna la discusión respecto a la necesidad de ampliar el mercado de la industria y creo que una AFP pública hoy día es mucho más razonable y legítima que ayer”.

DATOS

1,3 billones de dólares movía diariamente el mercado de la especulación financiera antes del crash de la semana pasada.

60% del aumento en el precio del petróleo se debe a la especulación, según Goldman Sachs.

5 grandes bancos de inversión existían en Wall Street. Esta semana terminaron de desaparecer todos ellos.

Especuladores a la chilena

Jacobo Kravetz

En 2005, y mientras era gerente general de Schwager Energy, hizo uso de información privilegiada al vender sus acciones antes de que el mercado conociera el término de un contrato que la empresa tenía con Enap.

Sebastián Piñera

El candidato presidencial de RN compró acciones de Lan –aerolínea en la que es uno de los controladores– días antes de que se conocieran los resultados trimestrales de la empresa. Con esa operación, Piñera se hizo una pasada de más de 300 millones de pesos. El año pasado, la SVS lo multó por no respetar el deber de abstención.

Hans Eben

El último de los grandes escándalos financieros. El hombre clave en la frustrada fusión entre Falabella y D&S, y hasta agosto director de esta última empresa, fue sancionado por la misma razón que Piñera: falta al deber de reserva. La multa que le aplicó en julio la SVS bordeó los ocho millones de pesos.


http://www.lnd.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20080927/pags/20080927193513.html




Domingo 28 de septiembre de 2008

Por Elizabeth Subercaseaux / Washington / La Nación Domingo


LA FRENÉTICA SEMANA DEL GOBIERNO DE BUSH

Al rescate de Wall Street

Un Presidente frágil, dos candidatos a la Presidencia buscando sacar tajada y un grupo de congresistas republicanos divididos filosóficamente frente a la intervención buscaban frenéticamente un acuerdo que salvara a la economía mundial. Estados Unidos, en la semana de su segundo Pearl Harbour.


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Si ha habido en la historia de Estados Unidos una semana de pesadilla fue justamente la que acaba de pasar. Y la mejor forma de describirlo es la escena del secretario del Tesoro, Henry Paulson, enfrentado con los miembros del Congreso, el martes 23, haciendo uso de la palabra "insólito".

Ahí estaba el secretario, con sus grandes ojos azules brillosos y la voz temblorosa, pidiéndoles a senadores y congresistas un nuevo cheque en blanco; esta vez, la autorización para girar 700 mil millones de dólares. Era indispensable salvar a Wall Street de un colapso total que arrastraría al país a una profunda recesión o a una depresión económica sin precedentes, dijo, y añadió que entre las causas de la crisis podían mencionarse "malas prácticas crediticias", "irresponsabilidad al endeudarse", "falta de liquidez". Parecía tan abrumado Paulson, que le faltó poco para anunciar que el país se estaba cayendo a pedazos; lo que sí tuvo buen cuidado de advertir fue que si el Congreso no aprobaba el plan del Gobierno, autorizando los 700 mil millones de dólares, todo se perdería irremisiblemente dentro de pocos días. "Créanme", insistió, y presentó un proyecto de tres carillas, en una de cuyas cláusulas se estipulaba que nadie podría revisar, supervisar ni ponerse por encima del Departamento del Tesoro a la hora de decidir cómo invertir el dinero.
Senadores y congresistas lo escucharon atónitos. Pero, luego del primer impacto, se rearmaron: "Pare, señor. Primero que todo, sabemos que se trata de una emergencia; sabemos que si no se ayuda a los bancos, financieras y empresas en problemas caerá todo el sistema, pero no vamos a darle un cheque en blanco, como sucedió con la guerra de Irak, sin antes tomar los resguardos necesarios para proteger a quienes pagan sus impuestos y que son, en último término, quienes terminarán pagando la fiesta de Wall Street. Y, ojo, tampoco vamos a premiar a quienes provocaron esta debacle".

Mientras tanto, en la calle cundían la rabia y la impotencia. Si hay algo que es difícil venderle al norteamericano que paga sus impuestos es que, justamente, los tributos van a subir para pagar las farras de los especuladores del sistema. La primera reacción fue negarse a la evidencia de que, ante la magnitud de la crisis, al Gobierno no le quedaba otro camino que intervenir.

Ustedes lo quebraron, ustedes lo reparan

Paulson y Ben Bernanke, el jefe de la Reserva Federal, pedían al Congreso una suma estratosférica de dinero, pero no daban detalles de dónde saldría la plata, cómo se gastaría, quiénes recibirían las ganancias, si éstas llegaban a producirse, y quiénes absorberían las pérdidas, cómo afectaría todo esto al hombre de la calle y cuál sería el destino de las miles de casas que se están perdiendo a diario. ¿Qué ocurriría con esos deudores hipotecarios? ¿Se pretendía salvar a Wall Street y dejar a la gente de la calle, ahí, a la intemperie?

Ante la incertidumbre de si el Gobierno salvaría o no al sistema financiero, y la certeza de que nadie sabe a ciencia de qué tamaño es realmente la deuda del sistema financiero, la bolsa volvió a caer el martes, creando un nuevo pánico. Paul Krugman, profesor de Economía de Princeton y uno de los economistas más respetados del país, declaró: "Todo el mundo está de acuerdo en que hay que hacer algo, y rápido. Pero el señor Paulson está pidiendo poderes extraordinarios para manejar la plata de los pagadores de impuestos en un plan que, hasta donde sabemos, no tiene ni el menor sentido".

"Esto no es un rescate a secas, es una inversión; si no lo hacemos con la máxima urgencia, el sistema va a colapsar. Créanme", insistía Paulson.

"Trust me?", se preguntó Bob Herbet desde su columna en "The New York Times". "Con todo respeto por el señor Paulson, de quien se dice que es un buen hombre y habiloso, es necesario desacelerar este proceso, calmarnos. Estamos metidos en este lío por haberle concedido hipotecas, como si fueran lolipops, a personas que le prestaban muy poca atención a la letra chica, que en muchos casos ni siquiera la entendían y en otros les daba lo mismo. La gente que pretendía saber de estas cosas, que debieron haber sabido, los regaladores de hipotecas y los señores que andan en helicópteros propios, siguieron empujando estos papeles vacíos más y más arriba en la pirámide, sin mirar ellos mismos la letra chica, sin que les importara. Hasta que toda la porquería se vino abajo y ahora nos está lloviendo en la cabeza a nosotros".

Voces de indignación se escucharon desde todos los sectores, incluidos algunos republicanos, como David Brooks un intelectual conservador de los más respetados, leídos y escuchados en Estados Unidos , quien se demostró no sólo atemorizado ante la magnitud de la crisis hoy, sino cauteloso y escéptico ante el futuro: "El plan de rescate de Paulson es un capítulo, pero habrá otros. Dentro de los próximos años, Estados Unidos tendrá que escalar desde lo más bajo de una montaña de deudas. Muchos están prediciendo una larga y profunda recesión. El país no volverá a ser un abastecedor del libre mercado. Tampoco se convertirá en un país de izquierdismo populista. El país volverá los ojos hacia las cabezas seguras de los bancos de inversiones. Para los republicanos, gente como Paulson. Para los demócratas, las luces guiadores serán las figuras que la semana pasada aconsejaron a Obama, incluidos [Paul] Volcker, Robert Rubin y Warren Buffet".

Exigencias mínimas

El miércoles, mientras Henry Paulson se reunía con políticos del Partido Republicano en la mañana y con los demócratas en la tarde, Ben Bernanke absorbía los embates de los senadores y congresistas. A estas alturas del drama, tanto Barack Obama como los demócratas en el
Congreso exigían:

1. Que se protegiera a los pagadores de impuestos haciéndolos partícipes de cualquier ganancia que arrojaran las compañías rescatadas en el futuro.

2. Que se creara una comisión con miembros de ambos partidos políticos para supervisar, vigilar y dirigir cualquiera operación que hiciera el Departamento del Tesoro con los 700 mil millones de dólares.

3. Que ningún CEO de ninguna de las compañías rescatadas ganara en el futuro un sueldo mayor a los 400 mil dólares anuales, que es el del Presidente de Estados Unidos.

4. Que se creara un mecanismo para ayudar a los deudores hipotecarios.

Perseguidos por el fantasma del anterior cheque en blanco que el Congreso le dio a Bush para la guerra de Irak y los desastrosos resultados de esa "inversión en la muerte", como ha sido llamada, los congresistas presionaron fuertemente al jefe de la Reserva Federal para que explicara cómo pensaba distribuir los miles de millones que estaba pidiendo, e insistieron en el punto de quién iba a hacer la pérdida. Bernanke aseguró que no se trataba de perder los 700 mil millones de dólares, sino de invertirlos en la compra de estos papeles que, algún día, permitirían recuperar al menos el 80% de lo "invertido". La autoridad financiera tuvo buen cuidado de hablar de "inversión" en lugar de "gasto".

La movida de McCain

Mientras se debatía en el Congreso, Barack Obama se comunicó con jefes de la campaña de John McCain y les propuso que hicieran una declaración conjunta sobre la crisis y los puntos que se debían tener en cuenta en el acuerdo. A las cuatro de la tarde, McCain le devolvió la llamada y le dijo que él pensaba suspender la campaña y también el debate presidencial de este viernes, para ir a Washington y participar activamente en las negociaciones. Obama respondió que él no suspendería su campaña y tampoco pensaba posponer el debate, e insistió en que lo mejor era hacer esa declaración política en conjunto, de manera de no entorpecer las negociaciones y dejar la política fuera de las discusiones en el Congreso. McCain señaló que lo pensaría. Pero lo que hizo fue cortar con Obama y llamar inmediatamente a una conferencia de prensa (no aceptó preguntas) en donde anunció la interrupción de su campaña, incluidos los anuncios por la televisión, la suspensión del debate y su viaje a Washington, "para hacernos cargo de esta crisis y solucionarla de una vez por todas", según explicó con una expresión mezcla Batman y Hombre Araña que va a salvar a Estados Unidos de la explosión final.

El mundo político quedó estupefacto. El congresista Barney Frank preguntó: "¿Solucionar la crisis? ¿Hacerse cargo de lo que él mismo ayudó a crear? ¿McCain? McCain no ha estado presente en una votación en el Senado desde abril, nosotros ya tenemos un preacuerdo casi terminado, sin él; éste no es el momento para venir al Congreso sólo para aparecer en la foto".
Pero McCain fue igual, aunque su presencia en allí sólo demoró las negociaciones y lo puso a él mismo en una trampa: si votaba a favor del acuerdo estaba votando en contra de sus propias bases; si votaba en contra se haría responsable del probable colapso del sistema.
Los demócratas, y muchos republicanos también, se mostraron molestos por la obviedad de la jugada política de McCain, y, aunque no se lo dijeron públicamente, trascendió que le mandaron un contundente recado: "Mejor que no venga, déjenos a nosotros manejar este asunto, pues su llegada sólo politizaría y retrasaría las discusiones". "The New York Times", incluso, lo llamó "born again populist", un populista renacido, jugando con el mote de "cristiano renacido" que tanto gusta a Bush y sus seguidores.

Ese día la bolsa cerró en baja, luego de un movimiento flojo, a la espera del acuerdo. Y a las nueve de la noche, el Presidente Bush le habló al país detallado lo que, a su juicio, eran las causas de la crisis, y urgiendo al Congreso a pasar el acuerdo rápido antes del colapso. Además, anunció que había invitado a Obama, McCain y un grupo de congresistas a la Casa Blanca para discutir el acuerdo.

La gente se fue a la cama temerosa de soñar con las palabras de Warren Buffet, el millonario que ese mismo día invirtió cinco mil millones de dólares en Goldman Sachs, que disparó: "Esto es un segundo Pearl Harbour". Al día siguiente, "The New York Times" abrió el día con un editorial contundente: "Recién el miércoles por la noche se dirigió Bush al pueblo para hablar de la crisis financiera, y lo único que ofreció fue miedo. No hubo ni un reconocimiento del chocante fracaso del sistema de regulaciones de su Gobierno, de que el país no puede enfrentar más recortes de impuestos para los ricos o de que el gasto de 750 mil millones de dólares de los pagadores de impuestos para salvar a Wall Street y los bancos debe hacerse al menos cuidadosamente, con transparencia y bajo vigilancia del Congreso y las cortes. Dada la extremadamente débil actuación del señor Bush, los únicos que pueden hacer algo, en este momento, son los dos hombres que están luchando por sucederlo. Pero hasta el momento, ni John McCain ni Barack Obama han mostrado claras señales de liderazgo".

Negociaciones frenéticas

En una increíble muestra de resiliencia y capacidad para trabajar juntos cuando la ocasión lo requiere, y luego de una reunión a puertas cerradas de tres horas, los dos partidos y la administración sentaron las bases para un acuerdo. Básicamente, el documento decía que debería crearse una comisión para vigilar y supervisar al Tesoro en el manejo de los fondos; que se entregarían los 700 mil millones de dólares por etapas, no todo de una sola vez, y que se partiría entregándole 250 mil millones de dólares al Tesoro; se pondría un límite a los sueldos de los CEO de las empresas y bancos rescatados, y se crearía una ley de protección a los deudores hipotecarios. "Estamos seguros de haber actuado con la máxima rapidez y confiados de haber llegado a un buen acuerdo, en principio", dijo el senador demócrata Chris Dodd.

Esa tarde, Obama, McCain y los líderes de cada una de las cámaras, acompañados de otros miembros del Congreso, se reunieron con Bush en la Casa Blanca con el propósito de afinar los detalles del preacuerdo y llegar a un trato definitivo. Todo parecía coser y cantar. Sin embargo, después de poco más de una hora de debates entre un Presidente frágil y sin poder de negociación, dos candidatos a la Presidencia cuya presencia sólo ayudaba a politizar el debate, y un grupo de congresistas republicanos severamente divididos filosóficamente frente a la intervención unos a favor y otros en contra , no se llegó a acuerdo.

Barack Obama salió de la reunión diciendo que había visto diferencias entre los republicanos que éstos debían resolver, que seguirían discutiendo, pero que él pensaba seguir adelante con el debate de todas maneras, porque "uno de nosotros se hará cargo de esta embarrada en cuatro meses más y el país quiere saber cómo lo hará". Lo único que quedó claro es que debe haber un acuerdo antes de la apertura de los mercados, el lunes.

Así se cerró el primer capítulo de esta crisis que amenaza con ser larga, profunda y grave, de la cual nadie duda que saldrá un Estados Unidos cambiado, más pobre, y alejándose como un barco viejo y averiado de los tiempos en que era la única potencia mundial. //LND

http://www.lnd.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20080927/pags/20080927190732.html

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