Por Carolina Rojas / La Nación Domingo
La miseria de las mujeres peruanas que dan a luz en el país
No parirás en Chile
El caso de una madre peruana que tuvo a su hijo en el baño del Hospital San José por falta de atención, no es aislado. Las malas caras de las recepcionistas y la indiferencia de las matronas en las salas de espera de los hospitales son pan de cada día para los inmigrantes peruanos. ¿La solidaridad? Aquí mostramos la hilacha.
En la madrugada del lunes, la peruana Bernabita Vega, de 33 años, tuvo a su hijo en el baño del Hospital San José. Antes de que comenzaran las dolorosas contracciones, la hicieron ir y volver del recinto hospitalario un sinnúmero de veces. Pasadas las seis y media de la madrugada, tuvo a su hijo en el lugar más indeseable que pudo imaginar. Recuerda que cuando empezó a sangrar pidió a las enfermeras que conversaban en el pasillo que, por favor, la ayudaran. No le hicieron caso. Se encogieron de hombros y siguieron caminando como si ella fuera invisible. Como pudo llegó hasta el baño, hasta que quedó fría, sintiendo cómo una contracción le arqueaba la espalda.
Con sus gritos pudo alertar a su pareja y padre del pequeño, Cléver Flores, quien asistió su parto e intentaba proteger a su hijo que se le resbalaba de las manos. Alguien le lanzó una bata verde. Bernabita se levantó y caminó hasta el pasillo, mientras Cléver sostenía al niño. Recién entonces, un doctor cortó el cordón.
Cléver vive en Chile hace un año y medio, dejó a los hijos de su primer matrimonio en Perú y comenzó a hacer "pololos" en la construcción. Algunos duraban días, otros meses, y este último la construcción de locales comerciales duró un año. Hoy vive junto a Bernabita en una esquina del recinto comercial que su jefe les facilitó, donde ellos improvisaron un comedor y una cocina. Ahí, también, está la cama de la madre que hoy descansa junto al pequeño Cléver. Viven con un solo sueldo que no les alcanza para arrendar algo propio; además, quieren traer a los tres hijos de Bernabita que los esperan ansiosos en Perú. Antes vivían con más holgura, ella trabajaba de asesora del hogar por 150 mil pesos sin recibir pago de imposiciones en una casa en Las Condes. La despidieron cuando quiso ir a ver a Cléver al hospital porque se había accidentado.
La situación en que vive Bernabita es sólo un signo de las condiciones precarias en las que se desenvuelven muchos peruanos. Pero es peor cuando una de ellas quiere además dar a luz en Chile.
LA PATRONA
Constanza, de 33 años, se vino de Perú sin saber que estaba embarazada. En noviembre dejó atrás a su marido y a cuatro hijas de entre 3 y 15 años. Acá en Chile se puso a trabajar en una casa de Las Condes. Allí se encargaba de los quehaceres de la casa y cuidaba a tres niños. Por 200 mil pesos trabajaba de lunes a sábado más de 16 horas diarias. "Me levantaba un cuarto para las siete y terminaba en la noche, sólo paraba cuando a la casa llegaban visitas", recuerda. Esos 20 minutos libres los aprovechaba para descansar los pies, que le quedaban hinchados después de limpiar y cocinar todo el día sin respiro. Llevaba dos meses viviendo en Chile cuando se dio cuenta de que tenía un atraso, y con ese secreto aguantó semanas la angustia, porque sospechaba que cuando su patrona lo supiera la echaría. Así fue. Aunque Constanza le contó entre sollozos que estaba esperando un hijo y le rogó a su jefa que la dejara trabajar hasta marzo, no hubo caso, nada hizo cambiar a "la señora" de opinión. "No quiero quedar ilegal, déjeme juntar plata para el pasaje", fueron las súplicas de Constanza a la señora de la casa, quien la llevó del brazo a la notaría a anular el contrato. Le pagó el mes y la despidió con una advertencia: "Devuélvete a Perú o si no esa guagua va a nacer debajo del puente", recuerda Constanza. Hoy ya tiene ocho meses y vive de allegada en la casa de su hermana, con su cuñado y su sobrino. En ese hogar de Quilicura queda el living junto a la cocina y el comedor. Allí viven del sueldo del esposo de su hermana, que trabaja como obrero en la construcción. Como su petición de carné se anuló automáticamente cuando su jefa terminó el contrato, tampoco pudo hacer algo cuando en febrero pasado llegó con síntomas de pérdida al Consultorio Manuel Bustos de Quilicura y le pidieron el documento. Nadie la atendió, aunque después de mucho rogar le dieron hora para el 17 de abril.
El año 2003, el Ministerio de Salud (Minsal) y Extranjería firmaron un convenio para evitar este tipo de hechos. Lorenzo Agar, sociólogo del Minsal, dice que el acuerdo buscaba regular la situación migratoria de mujeres embarazadas extranjeras. El objetivo: que sólo por el hecho de estar esperando un hijo se les otorgue una visa temporal que les permita sacar carné para ser atendidas por Fonasa. Agar señala que a la fecha este servicio lo han ocupado 300 mujeres extranjeras y que el 90% de ellas son de nacionalidad peruana. Según el sociólogo, si una mujer peruana enfrenta una urgencia médica, como síntomas de pérdida o malestares durante el embarazo, el hospital está obligado a atenderla, auque manifiesta que lo sucedido en el Hospital San José es un hecho aislado. "Nada asegura que ocurra una situación como la del hospital, pero tampoco este caso es algo sistemático", dice. Además, indica que el ministerio está trabajando en un convenio para que los menores de edad extranjeros también puedan regularizar su situación migratoria. Esto se realizará mediante el otorgamiento de un permiso de residencia temporal, cuyo trámite deberá iniciarse luego de recibida su primera atención en un consultorio.
Agar suma antecedentes y cuenta que desde hace una año el Minsal está haciendo un estudio sobre la salud global y mental a los inmigrantes que habitan en las comunas de Recoleta e Independencia. "Creo que el trato discriminatorio se da con los pobres en general y no es sólo con los extranjeros. Eso ya escapa al ministerio, es injusto juzgar a todo el sistema por este caso", reclama.
MALDITA CÉDULA
Rodolfo Noriega, abogado y presidente del Comité de Refugiados en Chile, comenta que la atención médica, la anulación de contrato a las empleadas peruanas cuando quedan embarazadas y la falta de atención médica a los inmigrantes es consecuencia de la ignorancia de los propios empleadores sobre ciertos procedimientos.
"A veces, una dueña de casa va y echa a una chica peruana, no le paga las imposiciones porque cree que es ella quien tendría que incurrir en los gastos médicos si la niña queda embarazada. Si conociera el tema del sistema de salud, sabría que es el sistema público el que paga esos gastos. Por el contrario, le anula el contrato, desconociendo también que eso no se hace de forma unilateral", asegura Noriega. Según el abogado, en algunos casos, tal anulación se hace como una forma de sanción, de presión sicológica o de amenaza hacia la empleada. Con esa acción se trunca la posibilidad de la mujer de acceder a una cédula de identidad. "Esa chica, después, va a al consultorio, le piden carné para atenderse y no tiene", dice el abogado.
Para Noriega, incluso cuando el contrato se hace bien y el empleador paga sus cotizaciones, el tiempo para sacar cédula puede ser engorroso. Es decir, aunque esté cotizando no puede ser atendido en un consultorio. También, señala que las trabajadoras a las que se les otorgan visas consulares no tienen derecho a su cédula de identidad, porque esa visa dura, dos años. "Chile no es un país xenófobo, pero existen hechos discriminatorios, hay prácticas que permiten creer que lo sucedido en el Hospital San José es una tendencia que puede aumentar", explica. Pero para él, el gran problema radica en que Chile no se plantea la tesis de vivir con extranjeros, y eso se nota en lo complejo que es para los inmigrantes obtener un RUT.
Así, también, lo cree el secretario del Comité de Refugiados, Víctor Raúl Paiba. Según él, lo sucedido en el Hospital San José es el reflejo de reiterados hechos de discriminación con las inmigrantes embarazadas, a quienes se les niega la atención médica, exponiendo su vida y la de sus hijos.
LA NÁUSEA
Así le pasó también a Cinthya Rebaz (22 años), quien llegó a Chile el 2006. En Perú estudió enfermería y ejerció su oficio hasta que los problemas económicos afectaron a su familia y llegó al país junto con su esposo buscando un trabajo para ambos. Viven en una pieza que arriendan en una casona antigua de avenida Santa Rosa. Acá trabajó en una multitienda en el centro de Santiago, sin contrato, por 150 mil pesos más un bono mensual. El trabajo le duró hasta diciembre, mes en que se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió náuseas y cuando los malestares se hicieron evidentes, una compañera le contó a su jefa. Ese mismo día le informaron que no podía seguir trabajando. Cinthya tuvo síntomas de pérdida, le dio una hemorragia y se dirigió al Consultorio 1 de la calle Serrano. No la quisieron atender porque no tenía carné. Cinthya sangraba y se mordía los labios para aguantar el ardor del útero.
Recuerda que en ese momento, una cama limpia y un par de sedantes le parecían el paraíso. "Me fui a casa con las manos en la panza. Pasó el tiempo, me vi con un doctor particular y dijo que tenía síntomas de aborto. Luego me atendieron en el hospital, me han pedido una ecografía tras otra, cuestan 15 mil pesos. Aún no me han dado hora en el Hospital San Borja y el trato ha sido muy malo. Cuando me dijeron que probablemente tenía que dar a luz ahí, me dio mucho susto porque mi cuñada tuvo a ahí sus dos hijos y me contó que parió entre sábanas sucias y enfermeras que la trataban de pendeja cada vez que gritaba", confiesa Cinthya.
Lo mismo le pasó a Aimée Celanda, quien llegó a Chile a principios de diciembre buscando al padre de su hijo que cargaba en el vientre y se instaló en una pensión de la calle Serrano. Buscó a su ex novio por todo Santiago y no lo encontró. Apenas llegó a acá tuvo molestias y contracciones; cuando fue al Consultorio 1, tampoco fue atendida. "Me dijeron que no me podían ver porque era peruana y no tenía carné", cuanta Aimée. También recuerda que cuando no le quedaba ni un peso en los bolsillos y seis meses de embarazo que eran notorios, una señora mayor que hasta el día de hoy la cuida la dejó alojar en su casa hasta que tuviera a su hijo y consiguiera un trabajo. "Ahora me atienden en el San Borja Arriarán, pero por las consultas y los exámenes estoy firmando letras de 25 mil pesos cada una", asegura la joven con los papeles en la mano. La fecha de su parto es el 5 de mayo. Aunque ya tiene contracciones, náuseas y sangra por la nariz, el doctor le dijo que era normal, que se devolviera a su casa. LND
Mea culpa
El año 2003, el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, a cargo del profesor Jaime Aymerich, investigó nuestro perfil sobre temas relacionados con la aceptación. La mayoría de las respuestas determinaron al chileno como nacionalista con rechazo a los peruanos. Aymerich definió la discriminación como el modo de acción en que se realizan diferencias, se da un trato inferior o se restringen los derechos de grupos sociales determinados.
El académico infirió que en Chile hay un "patricentrismo"; es decir, un apego irracional a la percepción de país. Esa definición se sitúa sobre valores básicos como los derechos humanos.
Para medir la apreciación de los chilenos sobre los peruanos, se plantearon tres interrogantes: ¿los inmigrantes son más propensos a cometer delitos?, ¿la mezcla con los peruanos echará a perder la calidad de nuestra gente?, ¿los empresarios deben preferir a los chilenos para dar empleo? Los resultados arrojaron que un 53% de santiaguinos encuestados son xenófobos. Según Aymerich, esto sucede porque al lado de repúblicas como Bolivia y Perú nos creemos un país europeo, "patricentrismo" que se acentuó durante el Gobierno militar.
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